DAMIEN MEYER / AFP

¿Eliminar las patentes de las vacunas?

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28 de abril de 2021 a las 05:00

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En los últimos meses el reclamo para eliminar las patentes de vacunas no ha dejado de crecer. Están motivados por un más que compartible deseo de justicia. No es deseable que grandes partes del mundo queden fuera de una campaña de inmunización que entre otras cosas, si no es global, no nos mantendrá seguros por mucho tiempo.

El coronavirus nos ha dejado claro que queremos vivir más y mejor. Las nuevas técnicas utilizadas en algunas vacunas abren una enorme esperanza para tratar enfermedades que amenazan la calidad de vida de nuestras cada vez más envejecidas poblaciones. Pero para que sean una realidad, dependemos no solo de la investigación científica que genere fármacos y tratamiento, necesitamos también estructuras industriales que sean capaces de producir esos bienes.

En la industria farmacéutica las tasas de éxito de los proyectos son especialmente bajas. Las probabilidades de acierto para que un nuevo fármaco ingrese a lo que se denomina fase I, es decir la prueba en individuos sanos, está ligeramente por debajo del 10%. Mirándolo desde el lado oscuro, más del 90% de los desarrollos no podrá ser comercializado nunca en el mercado. Pero por supuesto son avances vitales para llegar a aquellos productos que los reguladores si determinarán como seguros, eficaces y finalmente aprobarán para su uso. Cada tratamiento exitoso incluye el proceso de aprendizaje y los fracasos de aquellos que no funcionaron, pero sin los cuales los primeros no serían posibles.

¿Cómo se protege esta inversión en investigación y desarrollo? ¿Qué incentivos tendría esta industria a innovar en  nuevos productos si de alguna manera, con la eliminación de las patentes se le exige regalar inversiones millonarias para que otros fabriquen sus productos, apropiándose a coste cero  del proceso de investigación, sin el cual éstos no serían viables?

En estos meses hemos visto fórmulas y colaboraciones entre la esfera privada y la pública que muestran alternativas interesantes para que la campaña de vacunación del covid-19 avance en muchas áreas del globo a muy buen ritmo.

Israel negoció con el laboratorio Pfizer un esquema por el cual la empresa aseguraba un suministro suficiente para inocular a la población en  muy poco tiempo, a cambio de poder acceder a datos de los resultados  de las la campaña de vacunación en el país. Israel se convirtió así en el primer país que está volviendo a una normalidad prepandémica, en base al éxito de su campaña de vacunación

En el caso de la vacuna de Oxford/Astrazeneca, el 97% de la financiación para su desarrollo provino de fondos públicos, mayoritariamente del gobierno británico. pero también aunque en menor medida de la Comisión Europea y de sociedades científicas americanas y británicas. Astrazeneca se comprometió a comercializar la vacuna sin obtener beneficios por el tiempo que dure la pandemia y trabaja con  acuerdos de su licencia con algunos fabricantes como el Instituto Serum de la India para asegurar la producción a gran  escala de la vacuna.

Sinopharm, Cansino y Sinovac, empresas chinas, la primera propiedad del estado y las otras de capitales privados, fabrican vacunas que como parte de una interesante estrategia geopolítica del gigante asiático, se están distribuyendo en América y África. Es destacable que, sin embargo, el nivel de dosis administradas en territorio chino es aún relativamente bajo, tan solo 13 dosis cada 100 habitantes. Es probable que en los próximos meses veamos más de este tipo de cooperación entre distintas áreas del globo, aunque seguramente no antes de que los países más ricos vean el control de la pandemia asegurado a nivel local.

Por otra parte, a medida que entren más jugadores al terreno y las producciones lleguen a niveles estables, los estados y los organismos multinacionales podrán ir negociando mejores precios con las farmacéuticas.

Las empresas también tendrán una excelente oportunidad para emprender acciones de responsabilidad social corporativa, haciendo que las vacunas lleguen a áreas más desprotegidas del globo a precios acorde a lo limitado de sus recursos .

El panorama actual permite mirar con cierto optimismo la campaña de vacunación global del covid-19. La cantidad de herramientas implementadas  en poco tiempo tanto a nivel científico, empresarial, público y de coordinación entre estas esferas, muestra que las posibilidades para trabajar conjuntamente son enormes.

Pero no nos engañemos. Nada de todo esto habría sucedido si no hubiera estado en jaque la viabilidad de nuestros sistemas económicos y en particular los del mundo desarrollado. Otras enfermedades, aquellas que aquejan a áreas más vulnerables del planeta o solo a pequeños porcentajes de la población, tendrán que seguir esperando por desenlaces tan felices.

No hay soluciones fáciles. El esfuerzo de investigación debe ser recompensado. Eliminar las patentes y con ello los incentivos a la investigación y la innovación no es la solución. Por otro lado, los contribuyentes no querrán aportar dinero público mientras los males solo afecten a algunos pocos cerca, o a muchos lejos.

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