Leonardo Carreño

¿Es un gobierno blanco o un gobierno multicolor?

Reunión de líderes partidarios despeja tensiones y busca acercamiento entre socios, aunque no hay condiciones para generar un ámbito de conducción colegiada y compartida

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23 de abril de 2021 a las 21:54

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Desde hace poco más de un año hay una pregunta que sobrevuela el tablero político: ¿quién gobierna? ¿Gobierna el Partido Nacional, apoyado en socios, o gobierna una coalición multicolor?

Eso ha estado ligado a otras preguntas, tanto al inicio del período sobre la conveniencia de que todos los líderes de los partidos coaligados asumieran como ministros, como desde entonces sobre la necesidad de tener un espacio de coordinación política entre representantes de todos esos lemas.

La respuesta pareciera demasiado simple, por afirmar que gobierna Lacalle Pou con su partido y el apoyo de una coalición multicolor, pero lo cierto es que la vía de acceso al poder genera la polémica sobre si eso es así, tan sencillo, o si el presidente debiera comprender que ganó por un esfuerzo común, de todos los coaligados, y eso tuviera correspondencia en la conducción gubernamental.

El caso se enreda con el armado de la “multicolor” porque Lacalle Pou quería unir a todos los partidos, no sólo tradicionales sino también al PI y a otros lemas que se sumaran (lo que fue el PG de Novick y el nuevo movimiento de Manini Ríos), pero los hechos le mostraron que juntarlos para una foto era bastante más complicado de lo que parecía, por lo que una “mesa” de coordinación aparecía como generador de riesgos que habría que evitar.

Por eso, en lugar de tener una “mesa de cinco patas”, se pasó a cuatro “mesas de dos patas” cada una. ¿Eso fue por necesidad, para evitar roces entre líderes, o por conveniencia del líder principal (para manejar a los socios con más soltura? Los hechos muestran que eso se fue dando, por la naturaleza de las idas y vueltas políticas. Y después, el presidente vio que así concentraba mejor el poder.

Los roces se dieron por situaciones inesperadas que surgieron en campaña, porque la idea original era de una coalición entre los partidos Nacional, Colorado e Independiente, pero luego surgió el Partido de la Gente, con un Novick que fue visto con poca simpatía por los partidos estabilizados, y fundamentalmente por la irrupción del Movimiento Social Artiguista de Manini Ríos, que mutó a Partido Cabildo Abierto.

Talvi era el líder colorado y rechazaba a Manini, lo quería lejos y hablaba de connotaciones antidemocráticas de ese movimiento. El PI tenía otra actitud, con más prudencia, pero si ya era complejo explicar a su electorado la alianza con los viejos partidos fundacionales, más le incomodaba la cercanía con militares retirados y su polémico discurso sobre hechos de la dictadura y consecuencias en la Justicia Penal y tribunales castrenses.

Al llegar al gobierno, Lacalle Pou quiso tener a todos en una mesa común, pero no de conducción política compartida, sino de Consejo de Ministros, pero ello no fue posible: Manini Ríos no aceptó, Novick quedó fuera de juego y Talvi estuvo un rato y salió despavorido, primero del gabinete y luego de la política.

Pero eso no era una “mesa” como a la que parece aspirar Cabildo o una parte de los colorados. Porque en las reuniones de gabinete hay casi 20 personas, entre presidente, ministros, OPP, secretario y prosecretario; no es un núcleo político sino un órgano institucional, en el que se vota, pero con un peso fundamental del presidente.

La otra figura, de cónclave o “cumbre” partidaria, implicaría que el presidente diluyera su poder en un colectivo político de asociados. Eso puede tener una base: Lacalle Pou y todos los blancos tuvieron 28,6%, los colorados 12,3%, Cabildo 11%, y el PI y PG lograron 1% cada uno,

Aparte, el Frente Amplio tuvo 39%, otros partidos 4,4% y el voto en blanco o nulo fue 3,6%.

La llegada de Lacalle Pou al poder se dio por un balotaje en el que confluyeron los de la “multicolor” con un compromiso que fue acotado a medidas que se votaran en la “ley de urgencia”. No hubo otro compromiso programático más que eso.

Pero hay un “compromiso” no firmado, que es el de dar sustento a un gobierno logrado entre todos ellos, con peso diferente, pero como acción conjunta.

El presidente precisa a sus socios, y sus socios precisan que el gobierno logre resultados, aunque pretenden ser reconocidos y poder incidir en las decisiones: ser más valorados. El presidente está obligado a comprender que los precisa no solo para gobernar bien, sino para que en 2025 pase la banda a uno de los suyos, y eso implique un visto bueno popular a su gestión.

Por ello, la reunión de esta semana no hay que verla como el inicio de una formalización de liderazgo compartido de la coalición, y sí como un acercamiento y buen gesto para mejorar la convivencia política en el oficialismo, evitar daños, asegurar logros, y mantener a raya a la oposición.

Este esquema es el más probable:

a) gabinete con representación de todos,

b) coordinación parlamentaria permanente, y

c) reuniones esporádicas y puntuales entre líderes de partidos socios.

Además, con la necesidad de amortiguar ruido político, también el presidente recibió en su despacho a los tres jefes de gobierno departamental del Frente Amplio. Eso no evita choques políticos, que son lógicos, per siempre distiende y quita tensión.

Pudo haber sido por la ratificación de grado inversor por una de las principales calificadoras de riesgo, o por una escalada histórica de los precios de la soja y el maíz, mejora en precio de la carne, ambos datos muy favorables para la economía uruguaya. Pero para el balance de la semana, en el debate público y aparte del tema fuerte de coronavirus, el destaque estuvo en dos reuniones especiales del presidente: una con líderes de la oposición y otra con líderes del oficialismo.

No fueron reuniones comunes, tampoco marcaron el inicio de una relación nueva. Pero en política, el diálogo siempre es positivo. Sobre la pregunta del título: el gobierno es el que surgió de las urnas, con un presidente blanco y una bancada oficialista “multicolor”, lo que exige cuidar equilibrios.

Pero hay algo claro en política: el que tiene poder, no lo comparte.

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