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¿Qué es de la vida de Víctor Lissidini?

El ex director de Aduanas dice que le “dejó de gustar” la política y se fue a vivir a Pipa en Brasil, donde aprovecha para caminar y leer
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10 de noviembre de 2018 a las 05:04

Víctor Lissidini salió de la cárcel de Piedra de los Indios en Colonia con un único objetivo: abandonar la política lo antes posible. Era el 27 de setiembre de 2003 y el hombre –casi dos metros de altura, 75 kilos– volvía a estar en libertad luego de haber pasado 57 días en prisión como coautor de un delito de “usurpación de funciones” mientras era director de Aduanas. El abogado asegura que esa institución, de la que fue su máximo jerarca durante catorce meses, le “destruyó” la vida, y hoy –15 años después– dice estar viviendo uno de sus momentos “más felices” en Pipa, una pequeña localidad turística del noreste de Brasil, a la que se mudó hace un mes y medio. 

Lissidini cambió el vértigo de las operaciones para desarticular las redes de contrabando por la calma y tranquilidad de las diversas playas de Pipa, de las que se enamoró en 2016 durante un viaje de vacaciones con su pareja. Ahora disfruta de levantarse al amanecer sobre las cuatro y media de la mañana y caminar unos diez kilómetros por día por las arenas de Golfinhos, Madeiro y Das Minas. Si bien está jubilado, aún trabaja entre tres y cuatro veces por semana en Natal –a unos ochenta kilómetros de Pipa– como consultor de análisis de riesgos corporativos para una empresa brasileña, contó en diálogo con El Observador. 

El resto de su tiempo libre lo aprovecha para ayudar en la remodelación de la casa que adquirió y leer. Está terminando Abadón, el penúltimo libro del politólogo argentino Claudio Fantini, que trata sobre la desglobalización “y los monstruos que se incuban en las grietas”, aunque también disfruta de las novelas judiciales del estadounidense John Grisham, las cuales intercala con libros en portugués, que le permiten perfeccionar el idioma. 

Sin embargo, espera con ansias a los primeros días de enero, fecha en la que retornará a Montevideo en camioneta en un viaje que le llevará entre cinco y seis días, para terminar de mudarse. “Hay cosas que quiero mucho. Uno a esta edad se vuelve aprensivo con las cosas materiales, especialmente libros. Perdí demasiados libros en mi vida como para perder los que ahora tengo”. 

La política y los “carguitos”

Lissidini inició su carrera política en el Partido Colorado en las elecciones de 1989, en las que perdió la banca de Diputados por cien votos con Luis Hierro López; luego fue secretario general de la Administración de Ferrocarriles del Estado (AFE) y presidente de esa institución, hasta que pasó a Aduanas, donde fue nombrado director en marzo de 2002 por Jorge Batlle, cargo que ocupó hasta mayo de 2003. 

En agosto de este año se conoció su apoyo a la coalición que estaban conformando Pablo Mieres, Fernando Amado, Esteban Valenti y José Franzini Batlle, a quien definió como “un amigo” al que quería “darle una mano” pero asegura que no quiere volver a la política.

“La política ha echado a mucha gente capaz. Hay una mediocridad absoluta, estamos en la chiquita, están para el carguito y me parece horrible”, señaló. El abogado dice que Uruguay se estancó en sus discusiones y que no se habla “de cosas que son absolutamente imprescindibles” como una reforma laboral.  “El trabajo será el tema fundamental en todo el mundo, hay que tener una nueva concepción y ser más eficientes. Darle educación a la gente y explicarles cómo se debe trabajar, qué es lo que hay hacer, pero en Uruguay se sigue hablando de socialismo. Es absurdo”. 

El ex director de Aduanas también dice que hay cosas que se están “haciendo muy mal” como el hecho de que la empresa Envidrio haya obligado a sus empleados a trabajar mientras estaban en seguro de paro, según la acusación de tres exempleados. “En el 2002 muchos empresarios hacían eso aduciendo que el país estaba fundido,  pero es vergonzoso”. 

Desde las playas de Pipa, Lissidini también critica la gestión en seguridad y se pregunta por qué no se hace énfasis en el “fracaso” de las aduanas en la incautación de drogas. “Acá no se produce cocaína, entra por la frontera. Yo sé que no se puede poner un aduanero cada un metro, pero para eso se usa la inteligencia. En mi época yo sabía claramente cuando venían las drogas porque los grupos que la traen se pelean entre ellos, y yo compraba información”. El ex director de Aduanas dice que en su período multiplicaron por 30 las capturas que hacía la brigada de narcóticos y destaca que “eso era eficiencia”. 

El abogado busca ser medido en sus palabras a la hora de referirse a los motivos por los que cree que no hay más procesamientos por tráfico de drogas y lavado de activos. “Para ser lo más suave posible diría que es incapacidad. No puede entrar Balcedo con un auto de lujo, comprar lo que compró y que a nadie se le ocurra preguntarle de dónde sacó la plata”. A diferencia de su época, ahora Uruguay tiene legislación en la materia, lo cual considera bueno. “Tenés la ley de inclusión financiera, es posible saber cuánta plata tiene determinada persona que es sospechada de traer y vender droga. Es muy difícil que la deje en la casa. En algún momento la hace circular para tratar de blanquearla y ahí hay que agarrarlos, no me parece tan complicado”.

Ese vértigo –asegura que estaba entre diez y doce horas arriba del auto oficial, yendo de un operativo a otro– fue el que lo llevó a vivir sus peores días en la prisión de Piedra de los Indios, de los cuales intenta recordar “lo menos posible”. “El primer día que llegué me metieron en una celda donde había dos personas que las habían metido presas por contrabando, que por supuesto yo no les conocía la cara. Llegué a las cuatro de la mañana y a las siete se armó lío. Me vinieron a recriminar y me agarré a las piñas. Se armó un escándalo brutal, entró la policía y los guardias con palos de goma... mi espalda quedó desecha. No tenía marca pero por dentro tenía un dolor infernal. La verdad que fue bastante complejo, pero son cosas que pasan”. 

Casi dos meses después salió en libertad, aunque tuvo que esperar hasta el año 2009 para ser absuelto definitivamente por la Suprema Corte de Justicia. 

Para él, pese a que la situación económica ha mejorado, en estos años la conducta de los uruguayos no ha cambiado, ya que siguen aprovechando los precios más baratos en Brasil y Argentina para ir a comprar. “Es un tema de educación, en los países nórdicos a nadie se le ocurre traer contrabando. En Uruguay se hacen excursiones y lo difunden así, con todos los problemas que eso implica”, señala y recuerda que en el año 2002, en plena crisis económica “el bagallo parecía ser el deporte nacional” y su estrategia para combatirlo era hacer los procedimientos públicos “para asustar a la gente” y que se dieran cuenta que “eso no se podía hacer”.

A sus 62 años Lissidini prefiere mirar hacia adelante y concentrarse en su futuro, entre las playas y la naturaleza, caminando y leyendo, y quizás volviendo a surfar, un deporte que hizo a los 18 años pero para el que hay que tener “muy buen estado físico” para practicarlo.

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