Camilo Dos Santos

Adiós a la economía de los sirvientes

Los servicios de entrega y servicio pueden haber hecho que la gente se sienta rica, pero ahora el modelo está en peligro

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16 de junio de 2022 a las 15:40

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Sarah O’Connor, Financial Times

Primero fueron los conductores de Uber que llegaban a tu puerta con sólo pulsar un botón. Ahora hay gente que te trae un paquete de galletas y aspirina.

Es fácil ver el atractivo de la nueva avalancha de aplicaciones de entrega ultrarrápida, que prometen llevarles la comida a los clientes en apenas 10 minutos. Un inversionista del sector se convenció tras pedir unos pistachos y una lata de Coca-Cola que llegaron en siete minutos.

Tener gente a tu disposición no es una idea nueva. En países como Gran Bretaña, solía ser habitual que los hogares acomodados tuvieran sirvientes. El Libro de la Administración del Hogar de la Sra. Beeton, publicado en 1907, decía que un hogar con unos ingresos de 1,000  libras al año debería tener dos o tres sirvientes, mientras que incluso uno con 200 libras de ingreso al año debería tener una “chica joven para el trabajo duro”. En algunos países con mucha desigualdad, como India, los hogares ricos siguen teniendo sirvientes.

Las aplicaciones a pedido han permitido una versión masiva del lujo de tener personas a nuestra disposición para que hagan cosas por nosotros, aunque sea un conjunto atomizado de personas que no conoces y que probablemente no volveremos a ver.

En ocasiones, las compañías de la economía centrada en trabajos puntuales han aprovechado explícitamente este tema. Uno de los primeros lemas de Uber fue “el chofer privado de todos”. Getir, una de las aplicaciones de entrega ultrarrápida, dice que está “democratizando el derecho a la holgazanería”.

Para algunos críticos, el crecimiento de esta nueva “economía de los sirvientes” es un síntoma del resurgimiento de la desigualdad económica y de una clase marginal sin mejores opciones. Pero hay otro factor que ha impulsado su aumento: los inversionistas han estado subvencionando a los consumidores mediante la financiación de compañías que a menudo cobran menos por estos servicios de lo que cuesta prestarlos.

Ahora ese modelo está en peligro. El gran problema es que el dinero se está acabando. Una década de dinero barato ha dado paso a una alta inflación, a unas previsiones de crecimiento sombrías y a unas tasas de interés más altas. Los inversionistas están empezando a ponerse nerviosos a la hora de invertir en compañías con pérdidas. Las acciones de compañías que cotizan en bolsa, como Uber, Lyft y Deliveroo, han caído drásticamente.

Muchas de las aplicaciones de entrega ultrarrápida también están recortando puestos de trabajo con la intención de mostrarles a los inversionistas que se toman en serio la rentabilidad. “Como dijo Jerry Maguire, tenemos que mostrarles el dinero”, le explicó el director ejecutivo de Uber, Dara Khosrowshahi, al personal en un reciente memorando.

Pero es probable que ganar dinero signifique pagarles menos a los trabajadores o cobrarles más a los clientes. Es un mal momento para intentar cualquiera de las dos cosas. El desempleo es bajo y las ofertas de empleo son altas en muchos países, desde EEUU y el Reino Unido hasta Europa y Australia. Los trabajadores tienen más opciones que antes. Además, el alto precio de la gasolina hace que conducir todo el día sea especialmente caro.

Además, los tribunales, los reguladores y los legisladores son cada vez más estrictos en cuanto a la necesidad de derechos y protecciones laborales para los trabajadores de la economía eventual.

La Corte Suprema del Reino Unido dictaminó el año pasado que Uber realmente emplea a sus conductores, lo que significa que les debe el salario mínimo, la paga de vacaciones y las contribuciones de pensión. La Unión Europea (UE) también ha establecido planes para otorgarles derechos laborales a muchos trabajadores eventuales que actualmente son tratados como trabajadores autónomos. Varias de las nuevas aplicaciones de entrega ultrarrápida, como Getir y Gorilla, ya tratan a estos trabajadores como verdaderos empleados.

Cobrarles precios más altos a los clientes también será complicado. Puede que el desempleo sea bajo, pero la alta inflación está mermando el sueldo de las personas. En el Reino Unido, el Banco de Inglaterra ha pronosticado la peor presión descendente de los ingresos disponibles en al menos 30 años.

Ya hay indicios de que la gente está recortando los gastos discrecionales, y nada es más discrecional que pagarle a alguien para que te traiga un paquete de galletas a la casa.

A las compañías les gusta hablar del enorme tamaño de sus TAM, o “mercado total disponible”. En su documento de oferta pública inicial, Uber dijo que su TAM era “todos los kilómetros de vehículos de pasajeros y todos los kilómetros de transporte público en todos los países a nivel mundial”.

Los clientes valoran claramente la sofisticada tecnología que despliegan las compañías gig como Uber. Pero, ¿cuánta demanda de estos servicios quedará una vez que suban sus precios?

Queda por ver cuántas de estas compañías sobrevivirán en los próximos años y de qué forma. Pero la época dorada de los consumidores de servicios a pedido está seguramente llegando a su fin.

En la década posterior a la crisis financiera de 2008, cuando el crecimiento salarial estuvo bastante estancado para muchos, quizás estas aplicaciones nos dieron la sensación de que éramos más ricos de lo que realmente éramos, aunque con algunos costos ocultos a largo plazo. Quizás la holgazanería se haya democratizado, pero no por mucho tiempo.

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