JUAN MABROMATA / AFP

Alberto Fernández en su mejor momento: se independiza de Cristina Kirchner

El resultado de las legislativas disipó los temores de un vacío de poder y un cambio anticipado de presidencia. Ahora, Alberto consigue una base propia de apoyo político

Tiempo de lectura: -'

21 de noviembre de 2021 a las 05:00

Estás por alcanzar el límite de notas.

Suscribite ahora a

Pasá de informarte a formar tu opinión.

Suscribite desde US$ 3 45 / mes

Esta es tu última nota gratuita.

Se parte de desde US$ 3 45 / mes

Las consecuencias de las elecciones legislativas en Argentina sorprendieron a todos: al gobierno, a la oposición, al periodismo, al mercado financiero y, sobre todo, al presidente Alberto Fernández.

Como él mismo se encargó de recordarlo en su discurso por el Día del Militante Peronista, en la semana previa a los comicios no sólo se daba por descontada una derrota humillante del gobierno, sino que hasta se ponía en duda la propia continuidad del presidente en su cargo. De hecho, había rumores de todo tipo sobre cómo se daría la transición política si, en un contexto de caos financiero y con un presidente debilitado, se debiera pensar en una alternativa que ordenara el panorama.

Alberto recordó que, por ese mismo motivo, se especulaba con un cambio de presidencia de la cámara de diputados, de manera que el cargo pasara a ser ocupado por María Eugenia Vidal, que así pasaría a estar en la línea de sucesión presidencial.

Por eso, el presidente se declaró con derecho a festejar, aunque las urnas indicaran que la coalición quedó ocho puntos debajo de la oposición a nivel nacional. Pero para Alberto eso no importaba: dejó en claro que lo que estaba celebrando era el cambio de humor político y su propia supervivencia.

“El triunfo no es vencer, sino nunca darse por vencido”, escribió en las redes sociales el Presidente, junto a fotos del acto, en una síntesis de su mensaje: podrá haber tenido menos votos que la oposición, pero es el que tiene más para festejar. Nada menos que haber disipado los fantasmas de un final anticipado de su gobierno.

“Hay 2023”

Lo cierto es que, en un notable contraste con la debilidad extrema de hace dos semanas, ahora el presidente no solamente logró superar la crisis sino que hasta se siente fortalecido. En la coalición de gobierno se empieza a popularizar la frase “hay 2023”. Es un guiño, porque en el peor momento del peronismo, tras haber sido derrotado en las legislativas de 2017 y cuando Mauricio Macri parecía invencible, se estableció la consigna “hay 2019”, para transmitir la convicción de que el peronismo tenía chances de disputarle el poder a la alianza Cambiemos.

La remontada anímica –que muchos explicaron con una analogía futbolera, como la equivalente a ir perdiendo por tres a cero en el primero tiempo y terminar tres a dos y con más fe para el partido de revancha– hace que hoy nadie se atreva a afirmar de manera contundente que el gobierno tiene perspectivas de perder en las presidenciales dentro de dos años.

El optimismo del gobierno se basa en que, “ahora sí”, ya con los efectos de la pandemia superados, se empezará a sentir una recuperación fuerte de la economía. Este año terminará con un crecimiento de más de 9% y un empuje inercial de al menos cuatro puntos para el año próximo.

Además, el campo trae buenas noticias, con la conjunción de volúmenes récord y también precios altos en el mercado internacional. Paradójicamente, fue en las provincias ligadas al agro donde el gobierno tuvo su peor performance. Y buena parte del gobierno, sobre todo el kirchnerismo de línea más radicalizada, aboga por agudizar el enfrentamiento con los productores rurales.

Su razonamiento es que esas provincias del centro del país donde se ubica la pampa húmeda están irremediablemente perdidas y, haga lo que haga el gobierno, no logrará revertir el rechazo social. Por lo tanto, afirman, tiene más sentido aumentar la presión impositiva sobre esos sectores, de manera de poder ayudar al conurbano bonaerense y las provincias pobres del norte del país.

Los gestos del gobierno en los primeros días apuntan precisamente en ese sentido: como se atribuye la “remontada” electoral a la gestión de intendentes y gobernadores, que hicieron llegar la ayuda estatal a los sectores más pobres, se está delineando un plan para los próximos dos años en el que la obra pública estará focalizada en esas regiones favorables al peronismo.

Un gesto de independencia

Pero ese optimismo por el nuevo oxígeno político ganado no es el único motivo de satisfacción que tiene Alberto Fernández. Además, hay otro hecho que fortaleció su posición tras las elecciones y que para él tiene mayor importancia: logró su ansiada “independencia” de Cristina Kirchner.

Ya en la misma noche de las elecciones, al leer el discurso en el que anunciaba un nuevo plan económico que incluiría un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, había avisado que ese plan tenía el visto bueno de la vice.

Cristina no se dejó ver en el acto, ni escribió en Twitter. Su excusa es el reposo médico, pero lo cierto es que está en un momento de silencio estratégico. Si apoya explícitamente a Alberto, puede decepcionar a su base militante, que ve con desconfianza lo que parece ser un plan de ajuste fiscal.

Pero si lo critica, se expone a algo mucho peor: quedar ante la opinión pública como la promotora de un “golpe blando” al vaciar de poder la coalición de gobierno. De hecho, el propio FMI puso como condición para firmar el acuerdo una garantía de que habría “un amplio consenso político y social” para su cumplimiento. En el lenguaje diplomático del Fondo, eso significaba que no firmarían algo con Alberto Fernández sin tener la certeza de que Cristina Kirchner también daría su aval.

De manera que la misma vice que hasta hace pocas semanas condicionaba al presidente, lo criticaba en público y lo forzaba a renovar su gabinete, ahora aparece como una aliada involuntaria obligada a firmar un acuerdo que, como ya se está anunciando, tendrá cláusulas de ajuste. Habrá disminución del gasto público, subas de tarifas y un mayor deslizamiento del tipo de cambio, todas medidas de las que el kirchnerismo ha renegado.

La expresión de su independencia de Cristina Kirchner fue el acto por el Día del Militante Peronista, que conmemora el regreso del general Perón al país el 17 de noviembre de 1972, tras 17 años de exilio y proscripción.

Suele ser un acto eminentemente sindical y sin mayor trascendencia. De hecho, ya estaba programado antes de la elección, con el objetivo de reflejar una imagen de unidad de la CGT luego de su renovación de autoridades. Pero Alberto vio la chance que nunca había tenido: la de un acto de apoyo a su figura, sin tener que depender de la “militancia prestada” de la agrupación juvenil La Cámpora, que vitorea a Cristina en medio de los discursos del presidente.

Las encuestas marcaban, antes de la elección, que cuando se le preguntaba a los votantes del oficialismo a quién reconocían como líder, más del 60% mencionaban a Cristina Kirchner, mientras la figura del presidente aparecía totalmente desdibujada. Pero tras la elección, Alberto encontró su propia base de apoyo político, y por primera vez escuchó cánticos dedicados en su nombre.

Las facturas de los nuevos socios

Esa red de apoyos está conformada por sindicatos, organizaciones piqueteras, el peronismo conservador del interior y los intendentes del conurbano bonaerense –los famosos “barones” que manejan en sus populosos municipios presupuestos mayores que los de varias provincias.

Claro que ese apoyo no será gratis. Los propios sindicalistas adelantaron que no se contentarán con limitar su acción a discutir paritarias salariales sino que pedirán protagonismo en la toma de decisiones políticas.

Lo mismo los piqueteros, que saben que la clase política teme su capacidad de convocatoria callejera y que prefieren tenerlos de su lado como garantía de evitar desbordes en la protesta social. Alberto prometió cumplir con el pedido de sustituir los planes de ayuda estatal por empleos formales.

Y en cuanto a intendentes y gobernadores aliados, ya hubo promesas sobre la continuidad de los fondos para obras públicas. De hecho, en las semanas previas a la elección, se repartieron unos US$ 150 millones en concepto de adelantos del tesoro, que tuvieron como receptores exclusivos a las provincias gobernadas por el peronismo y excluyeron a las opositoras.

Por cierto que Alberto Fernández sigue teniendo nubarrones en el horizonte: falta firmar el acuerdo con el FMI, tiene que ser rápido –el cronograma indica pagos por US$ 8.500 millones hasta marzo– y todavía hay mucha volatilidad en el mercado cambiario.

Pero, de momento, el presidente se siente ganador por haber sobrevivido a su peor momento. Por eso festeja, para indignación de la oposición y los medios de comunicación que intentan, en vano, que reconozca que fue derrotado en las urnas. 

CONTENIDO EXCLUSIVO Member

Esta nota es exclusiva para suscriptores.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

¿Ya sos suscriptor?
iniciá sesión aquí

Alcanzaste el límite de notas gratuitas.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

Registrate gratis y seguí navegando.