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La pinta NO es lo de menos

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18 de abril de 2024 a las 16:56

Nicasio del Castillo (*)

A Uruguay, desde hace ya varios años, se le reconoce como una de las democracias plenas en el Democracy Index desarrollado por el Intelligence Unit del The Economist, una de las publicaciones más respetadas internacionalmente en círculos empresariales y financieros. En el 2023 ocupó el lugar 14 entre los únicos 24 países que alcanzaron esa calificación. Estados Unidos y varios países de Europa Occidental no la alcanzaron. No es sorprendente, entonces, que, a partir de la vuelta a la democracia en 1985, el país haya tenido alternancias totalmente ordenadas entre gobiernos de centro derecha y de centro izquierda.

Lo que sí es sorprendente es que, si bien hay obviamente excepciones, la inmensa mayoría de aquellos que pertenecen a los tradicionales sectores de clase media alta y alta de nuestra sociedad, a veces llamados sin mayor malicia la “clase paqueta”, apoyan a los partidos que hoy forman la coalición de gobierno. Esta correlación tan marcada entre esos sectores y la ideología política de centro derecha es una característica sorprendente en un país tan progresista como Uruguay donde la mujer adquirió el derecho al voto en 1927 y donde, también desde principios del siglo XX, siempre se mantuvo una total separación entre Iglesia y Estado.

Esta clara correlación entre esos estratos sociales y los partidos de centro derecha no se percibe en el primer mundo. Los países de la Unión Europea han tenido, a partir de la segunda guerra mundial, alternancia de gobiernos de partidos políticos de centro derecha y de centro izquierda que, por lo general, no se identifican con ninguna clase social en particular. En el Reino Unido el actual líder del Partido Laborista, y probable futuro primer ministro,  es “Sir” Keir Starmer. En los Estados Unidos los brahmins de Boston, que se consideran lo más racé de la sociedad americana, tienden a apoyar al Partido Demócrata. Dada la madurez de su sistema político y los progresos logrados en múltiples áreas, particularmente durante los últimos veinte años, se justifica que Uruguay aspire a ser también considerado, en un futuro no muy lejano, como país de primer mundo. Este proceso se facilitaría si disminuyera el rechazo que políticos del FA generan en los ya mencionados altos estratos de nuestra sociedad.

Obviamente ese rechazo se debe a múltiples factores, como ser, para nombrar uno recurrente, el pasado tupamaro de algunos de los líderes del FA. Otro factor que puede sonar frívolo pero que, en el mundo tan mediático en el que vivimos tiene importancia, es el aspecto personal desaliñado que muchos de ellos presentan— en algunos casos por no prestarle demasiada importancia y, en otros, para proyectar una imagen de tono más popular.

“Como te digo una cosa, te digo la otra” , “Cuando los hechos cambian, yo cambio de opinión”. En el contexto apropiado, estos dos dictums, que expresan el mismo mensaje, son eminentemente correctos. En la sociedad uruguaya, el primero se utiliza por lo general para tratar de demostrar que no se puede tomar en serio nada de lo que diga al ex presidente, José Mujica. En la comunidad económica internacional, el segundo para resaltar la sabiduría  y sentido común de John Maynard Keynes. Es válido preguntarse como se interpretarían en Uruguay las palabras de Keynes si se hubiera presentado a dar su conferencia de sandalias y sin medias. Volviendo a The Economist, uno de los aspectos que mencionó, al conferirle a Uruguay en 2013 el codiciado galardón de Country of the Year, fue la imagen austera de Mujica.

Sin ánimo de desmerecer la solidez de la gestión de Luis Lacalle Pou, la vehemencia de algunos comentarios elogiosos a la misma puede ser, en parte, atribuible al contraste entre el aspecto con el que se presenta el presidente en publico y el tan desaliñado que exhiben algunos políticos importantes del FA. Para usar un término favorito de la farándula argentina, nuestro presidente siempre aparece apropiadamente “producido” para la ocasión, ya sea para una reunión internacional de Jefes de Estado, para una conferencia de prensa o para una vuelta en moto por los balnearios del Este. En esa producción el pelo y la barba son detalles importantes. Con respecto a la frondosidad de su cabellera, tuvo la gracia de referirse con humor a “la ayudita” que había recibido.

El rechazo hacia varios políticos del FA se reduciría si siguieran un poco el ejemplo de Lacalle Pou y fueran más cuidadosos con sus atuendos y sus aspectos personales, en muchos casos, desprolijos. De esta forma, almuerzos en La Huella y veraneos en la zona de José Ignacio no incitarían, entre la clase paqueta, tantos “Es de no creer!!”. Similarmente, importantes logros económicos y sociales de los gobiernos del FA no serían desechados tan de plano por miembros de esa clase. Se reduciría también la intensidad de la polarización.

(*) Contador uruguayo que completó el International Tax Program en la Escuela de Leyes de la Universidad de Harvard y ejerció su profesión desde Nueva York.

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