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Las dos caras de la izquierda frente al capital

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31 de enero de 2024 a las 05:02

Hace unos años el filósofo chileno Fernando Mires se preguntaba si un empresario podía ser de izquierda. Es que el empresario representa simbólicamente al “burgués” y al “capital”, sobre el que la izquierda ha estado tradicionalmente cargada de obsesiones y prejuicios.

La izquierda marxista, fundamentada en la lucha de clases pretendía quitar a los burgueses -el empresariado- los medios de producción de los cuales eran dueños y desde donde se “aprovechaban” de la fuerza de trabajo del obrero. Logrado ese primer arrebato, los obreros se quedarían con los medios de producción alcanzando una sociedad socialista que emprendería rumbo hacia la sociedad comunista mediante la dictadura del proletariado.

En su afán de redistribuir la riqueza, la izquierda pone su foco en el capital. Sucede, que como decía un amigo “de donde no hay no se puede sacar”. Entonces, ese compartible propósito de redistribuir riqueza, supone como antecedente necesario que hay que generar esa riqueza y allí es donde a la izquierda le afloran los problemas. No estimula la generación de riqueza, y si no se genera riqueza lo que se reparte es pobreza.

El lector podrá pensar que estamos planteando una cuestión de teoría que no tiene relación con la concreta actualidad. Sin embargo, la izquierda -a nivel mundial- mantiene pulsiones entre su origen marxista y su versión reciclada que si bien convive con el mercado,  -en algunos casos- lo hace muy a regañadientes. Incluso, en otros, ha insistido en su camino socialista y de reparto de pobreza por su falencia en el estímulo a la generación de riqueza. “No importa que andemos desnudos, no importa que no tengamos ni para comer, aquí se trata de salvar la revolución” decía Hugo Chávez el 2 de abril de 2007.

¿Está la izquierda nacional lejos de esa prédica?

En octubre de 2016 el PIT CNT festejó en el teatro El Galpón los 50 años del Congreso de Unificación Sindical que instituyó a la Convención Nacional de Trabajadores. Allí, el entonces Presidente de la Central Sindical mencionó, según relata nota de La Diaria del 3 de octubre de aquel año algunos avances logrados durante los gobiernos del FA, como la aprobación del matrimonio igualitario, la despenalización del aborto, y los derechos conseguidos por las trabajadoras domésticas y los trabajadores rurales. Y, según cita la misma nota llamó a “no abandonar la futura agenda de cambio, no soltar los sueños, no creer que algunas cosas por las que peleamos han pasado de moda: mayor equidad, mayor justicia social; y, aunque se caliente la derecha, ir buscando caminos que lleven al socialismo”. En el acto del pasado 1° de mayo, el nuevo Presidente del PIT CNT Marcelo Abdala remarcó con tono de denuncia la ganancia de “los malla oro” apuntando al “aumento de los depósitos bancarios” y, aseguró que se buscará “apuntar a procesos que vayan generando las condiciones de una nueva reforma tributaria, que grave más al gran capital para poder diversificar la matriz productiva, redistribuir la riqueza y profundizar la democracia”.

En una columna anterior señalamos que en 2019 el Frente Amplio fue derrotado política, electoral y también, ideológicamente. Lo decíamos, entre otras cosas, porque sucedió que “en el ejercicio del gobierno perdió de tal manera su esencia que agotó la utopía de superioridad que ofrecía”. Es que hubo tal cúmulo de contradicciones, que muchos de sus postulados discursivos se dieron de cara con su obrar. Los hechos contradijeron las palabras. Podrán vestir con ropaje de pragmatismo a estas circunstancias, pero en realidad no son otra cosa que claudicaciones del relato histórico del Frente Amplio. Desde las tropas en Haití, pasando por el TLC con Estados Unidos o pedirle ayuda militar a Bush para una eventual guerra por los puentes. 

Pero también en la relación con el capital hubo duplicidad de criterios, contradicciones evidentes.

Hubo doble cara mientras al empresariado nacional, compuesto principalmente por Micros, Pequeñas y Medianas Empresas, sectores de servicios, profesionales y emprendedores, se le aplicó un rasero, y para otros hubo uno muy distinto.

El cliché del “gran capital” como sinónimo de abusivo y despojante no impidió el trato preferencial a Zamin Ferrous, Leadgate, el remate de cinco minutos con el “caballero de la derecha”, y si en el Quincho de Varela hubiera un detector de “grandes capitales”, habría aturdido y ensordecido a los parroquianos por sonar sin parar. Los hechos marcan que la izquierda fue claudicante frente al “gran capital” y se ensañó con el empresariado nacional.

Me podrán intentar rebatir diciendo que en el Frente Amplio coexisten tanto la versión de matriz marxista con la no marxista; y es cierto. También me podrán responder que durante los periodos de su gobierno, prevaleció la orientación no marxista, que cabalgó sobre el contexto favorable en la "década de oro de América Latina". Lo que también es cierto, es que no es esa la configuración actual de fuerzas dentro de la coalición frenteamplista.

La actual conformación del elenco de candidatos del FA reposa sobre los sectores más radicalizados frente al capital, al empresariado y al elenco emprendedor del país.

La obsesión por más impuestos como sinónimo de más redistribución, sin la contracara del incentivo y estímulo a la generación de riqueza, es probadamente ineficiente.

Además, la narrativa de pesquisa sobre un concepto indefinido de “gran capital” que siempre tiene la trillada amenaza de gravar a los “depósitos en el exterior”, termina indefectiblemente por enlazar a lo que tiene a mano: el trabajo y la clase media nacional.

El candidato Orsi ha dicho que “ni descarta ni afirma” una suba de impuestos, mientras que el Senador Andrade, del Partido Comunista, pide una sobretasa para el Impuesto al Patrimonio. Para despejar dudas y más allá de los pronunciamientos de los asesores económicos del FA que sostienen que hay que aumentar el gasto público y aumentar impuestos, veamos lo que dicen las bases programáticas del FA, presentadas el año pasado y que se encamina a ser su Programa; así en su página 24 establece: “avanzar en la transformación del sistema tributario, reduciendo impuestos al consumo y fortaleciendo la imposición a la renta y el patrimonio con el criterio de progresividad. Con el objetivo de avanzar en la reducción de la desigualdad, estudiar las formas para incrementar el aporte fiscal por concepto de dividendos y utilidades, así como los patrimonios y las transferencias patrimoniales de muy alto porte” y en la página 27 agrega “como fuerza política de izquierda el objetivo continúa siendo la superación de la  pobreza y la exclusión social como fenómenos estructurales. Se mejorará la distribución del ingreso y la riqueza en base a criterios de equidad y justicia social, se realizará una significativa redistribución de los ingresos a través de diversidad de instrumentos y políticas articuladas de manera sistémica, vinculando las políticas de desarrollo económico con las de protección y bienestar social. Se hará un ajuste importante en la distribución del ingreso sin que esté necesariamente condicionado por el desarrollo de la productividad en una  primera instancia, en particular en los grupos en una situación de pobreza estructural”. La frase “generar riqueza” no aparece en esas Bases.

Será el trabajo nacional, los sectores medios formalizados los que sufrirían nuevamente el embate impositivo.

Las sociedades que crecen y se enriquecen -que se desarrollan- son las que estimulan la iniciativa privada, el espíritu emprendedor, que reparte sí, pero que en simultáneo genera riqueza.

Sin esa generación tenemos Cuba o Venezuela.

En “La rebelión de Atlas”, la filósofa Ayn Rand crea una ficción distópica, que plantea una especie de huelga (de hecho fue el primer título pensado por Rand) de las “personas productivas” de la sociedad. Los empresarios, artistas, emprendedores, creadores en general, “desaparecían” y consecuentemente, se generaba un caos. Más allá de otras implicancias de la obra, lo relevante es esa trama que pone en el centro del debate la necesidad de generar y crear riqueza para poder desarrollarse. En la obra se plasma una verdad evidente sentenciada por Rand: “no se puede propagar la riqueza dividiéndola, y no se puede dar libertad subyugando a los hombres”. 

El sistema liberal igualitario es el que incluye -buscando la generación de condiciones socioeducativas, estructurales e infraestructurales para incorporar a las personas al mundo productivo- y el que redistribuye -compensando a aquellos que no han podido acceder a la dinámica de la producción-. Ese es el camino.

 

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