Andrés Iraizoz
Pablo Benítez

Pablo Benítez

El guardián de los anillos > Andruco

Andruco, las manos de Uruguay

En 1955, Andrés Iraizoz aplastó en el Euskal Erría al francés Etchemendy y se proclamó campeón mundial de pelota vasca
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30 de octubre de 2015 a las 00:00

Hace un par de semanas, un heroico grupo de uruguayos de esos que practica deporte pero se dedica a otra cosa, conquistó el mundo. Fue en pelota vasca en el Mundial de trinquete de Guadalajara y en la modalidad pelota de cuero.

Pero además de conquistar una medalla de oro -un lujo que a nivel mundial Uruguay puede darse en muy pocos deportes-, lo que hicieron Gastón Dufau, Andrés Pintos, Pablo Baldizán y Felipe Spinoglio fue honrar una tradición. Un linaje. Una historia que se remonta a 1955, cuando Uruguay inscribió su nombre en lo más alto por primera vez fuera del fútbol.

El hombre de la gesta fue Andrés Iraizoz a quien llamaban Andruco.

Dicen los que practican este deporte que para jugar en la modalidad que él practicaba, la de mano, hay que ser guapo. Muy guapo. Y más en aquella época donde se jugaba a mano desnuda. Sin tacos ni guantes.

"Es necesario que se forme un callo justo en la terminación de los dedos", le contó Iraizoz a El País años después de su gesta.

"Una vez tuve que parar porque se me destrozó; es una modalidad despiadada donde hay que pegar y pegarle a una pelota durísima", le contó en otra ocasión a El Diario.

La mano se hace de a poco. Y Andruco -nacido el 11 de mayo de 1919, nieto de un vasco inmigrante e hijo de un jugador de pelota vasca también apodado Andruco- empezó a formarla contra los paredones de la Sagrada Familia, donde estudió, y contra las paredes del Palacio Legislativo, cuando volvía a su casa.

A los 13 años debutó con la pelota dura. Y a los 18 supieron de qué estaba hecho cuando le ganó a Pedro Belsegui, uno de los mejores jugadores de la época. A esa misma edad comenzó a viajar a Argentina para ganarle a los más pintados del vecino país.

Su hija Graciela me contó que El País tenía un periodista asignado para cubrir cada una de sus presentaciones. El hombre tenía también un séquito de 100 hinchas que lo seguían a ambos márgenes del Río de la Plata.

Fue campeón rioplatense y sudamericano hasta que en 1952 disputó su primer Mundial, en San Sebastián. Perdió 50-31 con el francés Michel Etchemendy sufriendo la aplicación del reglamento europeo y no con el que estaba acostumbrado a jugar en Sudamérica, por lo que terminó con las manos machucadas a mitad del encuentro.

Tres años después tuvo revancha. En el club Euskal Erría, en Montevideo, se tomó revancha ante el mimo rival aplastándolo por 40-11.

"Nadie en su momento admitió que un uruguayo le ganara a su ídolo, al hombre que llenaba cualquier cancha", recordó años después en entrevista con El Diario.

En la crónica del 11 de diciembre de 1955 de El País, se celebra la conquista expresando que Andruco reverdecía "viejas glorias deportivas tan decaídas últimamente en el juego asociado que es el fútbol". Cinco años atrás, Uruguay había sido campeón mundial...

Iraizos intentó defender su corona en Biarritz, en 1958. Volvió a ganarle a Etchemendy, pero en la final cayó ante Paco Bengoechea. Cuando estaba 6-8 abajo un pelotazo le rompió la nariz. Su porfía vasca no lo dejó abandonar. Se hizo colocar la nariz a mano y jugó con las fosas nasales taponeándole la sangre. Al final del partido lloró. Le preguntaron si era por dolor. Respondió que no, que lloraba por Uruguay.

Mundialista por última vez en 1962 y abanderado de Uruguay en el Mundial de 1970, Andruco fue olvidado por un homenaje organizado por la Presidencia de la República en 2010 para condecorar junto a la selección uruguaya -cuarta en Sudáfrica- a viejas glorias deportivas.

Pero el recuerdo de sus gestas reverdece en cada nueva conquista de la pelota vasca uruguaya que ya lleva 58 podios de riquísimo historial.

Un hombre que supo acaparar elogios de todo tipo y color merece también ser recordado con uno de ellos.

El periodista argentino Enzo Ardigó escribió una vez sobre Andruco: "Será el aire, el pasto, el agua, la sangre, o la mezcla de todo eso, o el salto atávico de los viejos héroes de la tierra de ustedes... Pero hay algo que los hace grandes siendo tan chiquitos en este mundo". Imposible agregar algo más.

 

 

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