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Aventura entre dunas

El escondido balneario de Jericoacoara, en el nordeste de Brasil, vale la pena el largo viaje que debe hacerse para llegar y disfrutar de sus playas y su naturaleza
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22 de julio de 2017 a las 05:00
Es el oasis perfecto, donde todo el año hace calor y el agua templada oscila entre el azul y el verde, protegida por enormes dunas de arena blanca. Si se puede pedir algo más, también hay una variada y deliciosa oferta gastronómica y mucha diversión cuando cae el sol. Es Jericoacoara, un balneario en el nordeste de Brasil donde se disfruta a lo grande.

Del rústico y agreste pueblito de pescadores que solía ser aún queda la naturaleza y los brillantes colores. Pero esta localidad, ubicada dentro de un parque nacional, se convirtió en un destino adorado por viajeros de todas partes del mundo.

A Jeri –como lo llaman todos de manera cariñosa y porque el nombre completo es difícil de pronunciar para los hispanohablantes– no se llega así nomás. Desde la ciudad de Fortaleza (estado de Ceará) se deben recorrer unos 300 kilómetros atravesando dunas o por la playa, toda una aventura. Lo habitual es que se llegue en avión a Fortaleza y luego se vaya a Jericoacoara con un paquete de dos o tres días con todo incluido (transporte en vehículos 4 x 4 y hotel o posada). Y vale la pena porque las playas de Jericoacoara no paran de recibir halagos.

Jericoacoara está situado en el nordeste de Brasil, a 300 kilómetros de la ciudad de Fortaleza

Ser vecinos del país que alberga este destino es un privilegio, y si bien hay que transitar un camino largo para llegar, este balneario donde casi no existen las típicas lluvias tropicales nordestinas de la primer mitad del año lo vale.

Tranquilidad, paz, paisajes soñados, buena comida, nada de cemento, sol y playas es lo que promete –y cumple– Jeri. De hecho, para sorpresa de muchos hay una gran variedad gastronómica. Pequeños, delicados y gourmet, se puede degustar desde platos típicos locales, cocina española, asiática, sudamericana y opciones para vegetarianos, veganos y demás. Cocina artesanal, fresca y con el mar que provee sus maravillas, que se acompañan con deliciosos tragos y licuados de frutas tropicales.

Directo a la naturaleza

Las travesías en buggy por las dunas son infaltables para quienes visitan Jeri. Ser un parque nacional implica el cuidado del patrimonio natural al máximo, algo que sus habitantes supieron conjugar con la llegada de turistas.

Las posadas y los hoteles, así como los restaurantes, poseen una línea estética muy acorde a lo rústico y tropical del lugar. Ambiente descontracturado, con calles de arena sin pavimentar son los elementos perfectos para disfrutar de días de sol y noches estrelladas.

Jericoara
Las calles de arena son características
Las calles de arena son características

Buena parte de los turistas acude a estas playas por los deportes que se pueden realizar. Es un destino famoso por el windsurf y el kitesurf, debido a sus vientos. También practicar el sandboard en sus gigantes y blancas dunas es el sueño de muchos.

Otra maravilla de la naturaleza que se puede admirar es, contratando un paseo en barcaza, los manglares. En este ecosistema perfectamente protegido se pueden observar cangrejos rojos y azules, y lo que todos desean ver son los caballitos de mar, o hipocampos. Los hay de color rojo, amarillo o marrón, y estos seres que uno siempre se preguntó si existen de verdad o son como los dragones o los unicornios, aquí se pueden ver disfrutando a sus anchas en el agua.

Sitios destacados

Un punto característico de Jericoacoara es la llamada Pedra Furada, una formación rocosa que fue esculpida por el mar durante miles de años (ver arriba). Cerca de este sitio, en la cumbre del Serrote, a 100 metros de altura, se encuentra el Faro do Serrote, al que se puede subir y extasiarse con una de las mejores vistas: una panorámica de 360 grados de Jericoacoara. Muchos lo hacen al amanecer o al atardecer.

Jericoacoara
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Otro clásico imperdible de Jeri es ir a ver la puesta del sol en la Duna do Por do Sol, desde la cual, en su cima, a 50 metros, la vista es increíble, de un lado el mar y del otro las maravillosas dunas que conforman este parque natural tan único.

Al atardecer lo ideal es tomarse un delicioso trago en alguno de los puestos de la playa. ¡Qué más se puede pedir!

Buena parte de los turistas acude a estas playas para practicar windsurf y kitesurf

Otra de las fotos más conocidas de quienes visitan Jericoacoara es el Árvore da Preguiça" (árbol perezoso), un árbol recostado sobre la arena con sus enormes raíces a la vista. Una de sus particularidades es que es de los pocos que han resistido al viento y al intenso calor de la playa; se conserva, y arrastra sus raíces hasta una distancia de cuatro metros, en una obra única de la naturaleza.

En un tour que visite Pedra Furada, Lagoa Azul y Lagoa do Paraiso se puede conocer el Árvore da Preguiça, dentro del parque nacional, en la Praia do Preá.

Lagoa Azul es un lugar rústico, de arenas increíblemente blancas y la laguna cristalina y de aguas tranquilas, suele ser muy buscada por quienes gustan de hacer buceo (mergulho). Lagoa Azul posee cierta infraestructura pero conserva un aire agreste, no tan visitado por turistas. Se puede deleitar con delicias del mar en alguno de sus lugares para comer e incluso hay hoteles donde alojarse.

Lagoa Paraíso es, como lo dice su nombre, un lugar maravilloso; una laguna de agua dulce que forma una bahía, y muy animada. Posee un club de playa para pasar el día usando las instalaciones, alquilar camastros, sombrillas, tomar tragos espectaculares y almorzar.

Lagoa Paraiso
Playas de aguas cristalinas y mucha paz
Playas de aguas cristalinas y mucha paz


Las playas

Volviendo a Jeri, la playa principal del centro es la que tiene mayor movimiento, sobre todo por la tarde. El lugar se llena de puestos donde tomar cócteles y unas maravillosas caipirinhas, como solo los brasileños saben hacer.

Un clásico de estas playas es ver gente haciendo capoeira; sus contorsiones y piruetas son un verdadero espectáculo. La playa de Mange Seco y la villa Tatajuba son lugares muy interesantes. Mientras que en la playa es imperdible probar el agua de coco y tirarse un rato a descansar en una hamaca paraguaya al sonido del viento, hay otra historia para conocer, la de villa de Tatajuba, enterrada (literalmente) por la arena. En la década de 1980 el viento fue empujando las dunas hacia esta villa y finalmente la enterró. Hoy es posible ver las ruinas y conversar con algunos habitantes, que gustosos cuentan cómo vivieron ese acontecimiento.

Saliendo de Tatajuba, si se hace el paseo contratado se visita la Duna do Funil, elegida para iniciarse en las artes del esquibunda (tirarse sentado por las dunas). Lo impresionante, además de las enormes montañas de arena, es la velocidad con la que se llega abajo, y lo difícil que es subir, por supuesto que ayudados por una cuerda que proveerá el guía.

Jericoacoara Playas
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El último lugar a visitar en esta ruta es la Lagoa da Torta. Una de las particularidades de esta laguna son las hamacas paraguayas colocadas entre postes dentro del agua. Con las altas temperaturas, un descanso refrescándose al mismo tiempo es una maravilla.

Por último, Malhada Beach es una opción tranquila muy cerca de la playa del centro de Jeri. Olas y tranquilidad hacen que quienes prefieren no estar rodeados de gente elijan esta opción, también visitada por los aficionados al kitesurf y al windsurf.

La diversión sigue

Cuando cae el sol la calle principal de Jeri se alegra, bullen los puestitos donde tomar tragos hechos con frutas locales como maracuyá, ananá, coco y varias más. La diversión no para. Luego de los tragos, una buena cena. Y sobre la medianoche comienza la fiesta, que va hasta el amanecer. Todo sucede sobre la calle principal, donde se puede ir recorriendo, conociendo gente, presenciar música en vivo, bailar bajo las estrellas (los boliches tienen pistas para bailar al aire libre) y seguir disfrutando del paraíso.


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