AFP

Bienvenidos a la Segunda Guerra Fría

El nuevo conflicto entre las dos grandes potencias del planeta no solo ya empezó: está entre nosotros. Y disfruta de un asado en Anchorena

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08 de abril de 2023 a las 05:03

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Ajústense los cinturones, va a ser un viaje movidito.

De todos modos era uno que les debía de hace tiempo.

Kamala Harris, vicepresidenta de Estados Unidos, estuvo en África la semana pasada, donde visitó varios países. Washington ha decidido salir a disputarle a China la influencia sobre el continente negro. Pero empieza perdiendo 2 a 0: muchos de los aeropuertos a los que Harris arribó en Zambia y en Tanzania, así como las autopistas que recorrió, han sido proyectos financiados por Beijing en el marco de la nueva Ruta de la Seda (BRI, por sus siglas en inglés), el kraken de infraestructura y comercio con el que Xi Jinping pretende conquistar el mundo.

Días antes, el propio Xi viajó a Moscú. Convertido en líder absoluto de una China comunista que las últimas décadas ha crecido en esteroides -mientras enrollaba la soga del capitalismo de la que hablaba Lenin y que Washington le proporcionó en abundancia sideral-, Xi dejó una frase para la historia al despedirse de Vladimir Putin en la explanada del Kremlin: “Este es un presente de cambios como no se había visto en los últimos 100 años, y nosotros estamos produciendo esos cambios juntos”.

Era el abrazo del dragón a un oso ruso que desde la invasión a Ucrania ha sufrido un largo aislamiento de Occidente, y al que Washington ha cercado por completo en Europa, recuperando el poder de la alianza atlántica y reafirmando su impresionante dominio sobre el viejo continente de un modo que el mundo no había visto desde los días del Plan Marshall.

Poco antes, la administración Biden había resucitado el cuadrilátero de seguridad, QUAD, junto a Japón, Australia y la India, al tiempo que reforzaba sus alianzas con varios países del Pacifico que rodean estratégicamente a China. Región a la que además ha dejado de llamar Asía-Pacífico para pasar a llamar “el Indo-Pacífico”, una manera de procurarse el favor de la India, vieja aliada de Moscú. Ninguna redenominación geográfica es casual.

Al mismo tiempo lanzaba el AUKUS, alianza militar integrada por Australia, Reino Unido y Estados Unidos y nacida de una pequeña traición multimillonaria: la de los submarinos que Canberra le canceló a Francia para comprárselos al complejo militar industrial de Washington.

Por entonces, los estadounidenses querían reafirmar bien sus alianzas en momentos que la Europa continental (2021) parecía alejarse de Washington en busca de su “autonomía estratégica” y con una creciente dependencia de Rusia en lo energético y de China en lo tecnológico-productivo.

Al menos lo primero lo han podido increíblemente revertir en su totalidad después de lanzada la invasión rusa de Ucrania. Lo segundo va a ser harto más difícil: Washington quiere que Europa sea parte del “desacople” con el que trata de aislar ahora a la economía china. El problema es que el costo para los países europeos, sobre todo para sus grandes empresas, tal vez sea insostenible, una realidad que no escapa a los gobiernos. La prueba está que los líderes europeos que han viajado en estos días a Beijing, como el español Pedro Sánchez y el francés Emmanuel Macron, han tratado de no incordiar a Xi Jinping, elogiando sus dotes de mediador y resaltando la importancia del vínculo económico-comercial que une a sus países con China, al tiempo que cumplían con Washington fustigando la “sinrazón” de Moscú en Ucrania.  

Completando el giro al mapamundi, el que también viajará el próximo día 11 a Beijing es Lula, cuando todavía está fresquito el acuerdo entre China y Brasil nada menos que para utilizar sus propias divisas en los intercambios comerciales, deshaciéndose del dólar. El presidente brasileño visitó a Biden hace unos días en Washington y en lo general tienen buena relación; pero en lo que hace a su pugna geopolítica con Beijing y Moscú, ya han comprendido en Washington que va a ser difícil contar con Lula.   

Más indescifrable aun les resulta el presidente argentino, Alberto Fernández, que cuando va a Washington le reitera a Biden las mismas seguridades de adhesión y respaldo que antes le profesó a Xi en Beijing, e incluso al propio Putin en Moscú.

De modo que Argentina y Brasil son en este momento un gran signo de interrogación para Washington, en una región donde también se disputa sensiblemente la hegemonía con Beijing. El Sur Global se les escapa como agua entre los dedos.

Es en ese escenario geopolítico sobre el que se recorta la visita de los legisladores estadounidenses que al momento de escribir estas líneas se encuentran reunidos con el presidente Lacalle en Anchorena. Por eso hablan de fortalecer lazos con Uruguay y con Ecuador; no solo porque ambos países han iniciado negociaciones bilaterales con China, sino también buscando establecer una suerte de pinza estratégica en la región. Basta ver el mapa para entender la idea.

La delegación es encabezada por el senador Bob Menéndez, que preside el influyente Comité de Relaciones Exteriores del Senado, y quien recientemente diera la voz de alerta al gobierno Biden para asegurar la relación con Uruguay y Ecuador, países a los que destacó como “democracias sólidas”. Esto es, que podrían inscribirse en el relato geopolítico maniqueo de Washington de “democracias versus autocracias”, el viejo discurso del “eje del mal” reciclado.

La visita tiene lugar también poco después de que Washington ejerciera una enorme presión para que el gobierno uruguayo no comprase a China unas lanchas patrulleras sin ningún valor estratégico, pero ante lo que el gobierno terminó cediendo de todos modos.

El gobierno uruguayo parece ahora querer compensar poniendo en el otro platillo de la balanza un viaje logrado a último momento del canciller Bustillo a China; pero era el momento de que el presidente viajase a Beijing, no su canciller. Los que están yendo en procesión a China ahora mismo son todos jefes de Estado.   

Tampoco parece momento este de andar discutiendo cuestiones de seguridad con Estados Unidos, mucho menos el regreso al país de la DEA.

Hemos aterrizado, puede desabrocharse el cinturón de seguridad. Bienvenidos a la Segunda Guerra Fría. Proceda con cuidado.

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