Inés Guimaraens

Cómo entender el lío de las vacunas contra el covid-19 y la “transparencia” 

La compra de las vacunas contra el covid-19, cómo se ha manejado el gobierno y la discusión sobre la transparencia

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29 de enero de 2021 a las 13:39

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Muy buen viernes. Hoy en mi último EnClave previo a las vacaciones te comparto un análisis sobre el tema de la semana: las vacunas. Con una perspectiva puesta en la transparencia y la falta de información, pero en un contexto de una guerra comercial brutal en todo el mundo en la que los más débiles terminan siendo los estados y por tanto, los ciudadanos.

Una muy buena noticia que silenció las críticas… por un rato

En los últimos días, respecto a las vacunas, tuvimos algunos altibajos emocionales como sociedad. 

El fin de semana recibimos una muy buena noticia. El presidente Luis Lacalle Pou anunció el sábado los primeros acuerdos que hizo el gobierno uruguayo con dos laboratorios para recibir desde marzo vacunas contra el covid-19

La magnitud de los acuerdos, que incluyen otras negociaciones con las que pretenden cerrar compras para vacunar a unos 2,8 millones de uruguayos y en plazos que prometen serán rápidos, puede considerarse un éxito. De concretarse tal como fue anunciado, se puede concluir que la espera por el anuncio —que implicó ser uno de los últimos países de la región en tener acuerdos cerrados— valió la pena. No importa tanto cuándo se cierra la compra sino cuándo se empieza a vacunar masivamente y cuándo se termina. En ese sentido las noticias fueron muy buenas y así Lacalle y el secretario de la Presidencia, Álvaro Delgado, lograron silenciar las críticas de la oposición, que venía golpeando duro por este asunto.

La especulación como herramienta

Pero ese silencio duró poco en algunos casos. Luego del fin de semana se empezaron a escuchar algunas críticas, algunas con poca información y demasiada especulación basadas en datos aislados o desconectados. Como quien critica por criticar. 

Por ejemplo, se tomó descontextualizado un dato aportado por Lacalle en la conferencia del sábado sobre cuánto piensa invertir Uruguay en las vacunas, como si ese fuese el dinero que el gobierno ya gastó en los dos acuerdos anunciados, y se lo comparó con un acuerdo realizado por Costa Rica con Pfizer. Claro, si se toman esos datos aislados se puede concluir que Uruguay pagó mucho más por la vacuna, pero se estaban comparando peras con manzanas. 

Las siguientes críticas vinieron por la opacidad. Se cuestiona, incluso por figuras de la oposición, que no se publiquen los contratos. El  punto central es que la ciudadanía debe saber cuánto se está pagando a cada laboratorio.

Sin dudas, en un escenario ideal y futuro eso debería ser así. Pero es una ingenuidad pensar que el gobierno, que aún está negociando con otros laboratorios, puede divulgar cómo y qué negoció con Pfizer y Sinovac. Es mostrar todas las cartas. Los ciudadanos deberíamos ser los primeros en estar enojados con un gobierno que haga eso, porque seguro que estaría hipotecando mucho su poder de negociación con el resto, cuando del otro lado, a la vez, hay empresas que saben de su supremacía y la exprimen hasta la última gota en las negociaciones. 

Una guerra comercial sanguinaria 

Esta situación se enmarca, además, en un contexto que tal vez en una parte de la micropolítica nacional no se logra visualizar: Uruguay es un pequeño país que tiene que negociar de igual a igual con tigres. Los laboratorios que tienen la vacuna aprobada no solo son poderosísimos sino que además son codiciados por todos los países. La pelea es a muerte y muchas de las condiciones las imponen los laboratorios y —como dijo

Lacalle el miércoles respecto a la confidencialidad y el sábado respecto a los riesgos— los estados no tienen otra opción que aceptarlas. “La opción era firmar un contrato de confidencialidad o no tener vacunas”, dijo el presidente esta semana. Los contratos “tienen cláusulas que hacen a la velocidad con la cual se aprobaron estas vacunas. Los que saben más dicen que demoran cinco años en producirse y salir al mercado y acá estamos hablando de cinco meses. La opción era tomar esas vacunas o no y en esa toma de vacunas asumimos algunas responsabilidades”, dijo el sábado. 

Pero no solo sucede con Uruguay por ser pequeño. Eso le pasa a todos los países. La poderosa Unión Europea publicó su contrato con Astrazeneca y decenas de cláusulas están tachadas por ser confidenciales.

En el caso de Uruguay, además, hay una debilidad adicional: ir a negociar solos. El poder de los laboratorios es más fuerte en el uno a uno que si todos los países avanzaran en conjunto, como intentó hacer la Organización Mundial de la Salud con su ahora limitado plan Covax. Pero más allá de una cuestión global, que es difícil de coordinar, en la región los organismos multilaterales tampoco hicieron nada juntos. El Mercosur, como ya es tradicional, brilló por su ausencia y así están cada uno de los países librando sus propias batallas con los laboratorios, con atrasos, promesas fallidas y contratos con condiciones de las que no se puede zafar. 

Pero la guerra no es solo con los laboratorios. También es, indirectamente, entre los países. Esta semana Europa jugó fuerte. Muchos laboratorios incumplieron los plazos de entrega por demoras en las líneas de producción. Así es que decidió bloquear exportaciones de vacunas a países de afuera del bloque hasta que se cumplan con sus pedidos. 

¿Pero todo es tan transparente?

Como te decía al principio, esta semana ha sido muy cambiante en emociones. La empezamos con una gran noticia, esperanzadora, que si se cumple deja a Uruguay en la primera línea en poco tiempo. La terminamos con mucha preocupación. 
¿Por qué? En primer lugar porque la decisión de Europa de bloquear las exportaciones de vacunas puede demorar la llegada de Pfizer a Uruguay.

Ese laboratorio es uno de los atrasados y las vacunas para Uruguay vienen desde Bélgica. 

Pero lo más preocupante llegó desde San Pablo y China. El otro laboratorio con el que Uruguay acordó es Sinovac, que en la región hizo un acuerdo con el Instituto Butantan de Brasil. El miércoles, el director de ese instituto declaró a FM Del Sol que Uruguay no tiene un acuerdo con ellos. A la noche el presidente aseguró que el acuerdo es con un intermediario que tiene la autorización de Sinovac. Según dijeron a El Observador fuentes del gobierno, ese intermediario no es Butantan, por lo que esas vacunas no llegarían desde Brasil.

Este viernes, sin embargo, Sinovac emitió un comunicado con una advertencia: hay  empresas que “falsificaron” autorizaciones para vender su vacuna fuera de China. En el gobierno están tranquilos porque entienden que lo que hay es una disputa comercial de la que no van a participar, pero aseguran que las vacunas llegarán en el momento anunciado y que cuentan con el respaldo de Sinovac en China. 

Ahora, ¿el gobierno ha dado toda la información? ¿ha sido todo lo transparente que puede?

Es difícil juzgar eso cuando priman no sólo las cláusulas confidenciales sino también el interés por proteger las negociaciones cerradas y también las que vendrán. De cualquier manera, el gobierno con los elementos que tiene para difundir podría haber dado más tranquilidad en este proceso.

Es lógico lo de la confidencialidad en algunos aspectos, ¿pero también en el nombre del intermediario?
Hay muchas preguntas sin respuesta y las conferencias de prensa con cantidad limitada de consultas y sin posibilidad de repregunta no son el mejor lugar para despejarlas. 

Y en el gobierno no se deberían enojar porque los periodistas pregunten e indaguen a fondo en cada uno de los espacios libres de información que dejan: es nuestro rol hacerlo para que la ciudadanía tenga más y mejor información. 

Los vacíos informativos que deja el gobierno, en todo caso, son responsabilidad de las autoridades, aún con las limitaciones que tienen para cubrirlos. Pero simplemente con decir que uno es “transparente” no alcanza: hay que demostrarlo.

Más allá de todo eso, los que hablarán serán los hechos. Si en los primeros días de marzo están las vacunas, tal como prometieron, se terminará todo el ruido. 

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