Para el bebé y el niño jugar es la manera de descubrir, explorar y conocer el mundo. Para ello, es importante mandarlos a un jardín de infantes, donde al igual que en el hogar, será estimulado. La elección de un jardín para un hijo no es fácil, ya que es la primera vez que los padres y sus niños deberán adaptarse a un cambio. Pasan de las costumbres de su casa, sus rutinas, cuidados inmediatos sin tener que compartir ni cariño, ni atención, a un espacio desconocido. Más allá de lo complejo que pueda parecer a primera instancia, es un proceso enriquecedor para el niño.
No hay recetas mágicas ni hay que convertirse en una experta pedagoga para poder hacer la elección apropiada. Basta tener sentido común y ser buenos observadores.
La infraestructura, el personal, el equipamiento, el proyecto educativo, el material didáctico y, sobre todo, las condiciones que aseguren el bienestar de los niños y niñas, son los factores que la familia debe considerar al momento de elegir un buen jardín.
Antes de elegir el jardín de infantes es importante que madres y padres se informen, que busquen aquellos que estén cerca de donde viven o de donde trabajan. Un primer aspecto a observar es que el establecimiento les genere confianza.
Algunas de las sugerencias que se hacen para estos momentos son: visitar varios jardines, para manejar distintas opciones y poder comparar; solicitar una entrevista con la directora -en esta instancia es fundamental sacarse todas las dudas, conocer rutinas, formas de trabajo y actividades que se plantean-.
Otros aspectos a tener en cuenta es preguntar cómo se realiza el período de adaptación, cuántos niños habrá por nivel -no son aconsejables grupos muy numerosos-, conocer a la maestra y la auxiliar que le tocaría al niño y observar detenidamente las instalaciones del centro educativo.
Una vez que se tome la decisión de a dónde mandarlo, es imprescindible que la adaptación sea gradual. Para ahorrarle el trauma de la separación es aconsejable que durante los primeros días sus horarios sean cortos, para ir ampliándolos poco a poco hasta lograr su total adaptación. Este período, en general, se extiende aproximadamente 20 días.
Es fundamental que el niño comprenda que el jardín no pretende sustituir el papel de la familia dentro de su desarrollo. No intenta suplantar a la madre y al padre. Lo que se busca es ofrecer al pequeño una atención individualizada y una estimulación propia para conseguir su evolución en los aspectos motrices, cognitivos, emocionales y relacionales. No se trata de enseñarle a leer o a escribir, sino de abrirle caminos a su capacidad receptiva para asimilar nuevos conceptos.
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