A Silvia, el 7 de octubre de 2023 la vida le cambió por completo. A las 06:30 sonaron las sirenas y se escondió en el bunker junto a su marido. Inmediatamente revisó el celular para ver que había pasado. Hamás había entrado a Israel y muchos de los terroristas estaban en su kibutz Nir Oz, a pocos kilómetros de la franja de Gaza. Empezó a escuchar gritos, disparos y a la gente correr.
No tenía noticias de sus cuatro hijos, que estaban en sus respectivos hogares con sus familias. Pasaban los minutos y se fue enterando. Dos de sus hijos habían sido secuestrados. Uno de ellos estaba con su pareja y el otro con su esposa y sus dos hijas, es decir, con sus nietas.
Sentía que los terroristas intentaban entrar a su casa pero no podían. Ella no podía salir, estaba totalmente desprotegida. A otro de sus hijos le habían quemado la casa y estaba luchando por salir de ella sin intoxicarse completamente. El tiempo pasaba y la desesperación era mayor. Llamaba a los amigos de él para que fueran a ayudarlo. Finalmente pudo salir. Lo tiraron en el pasto y se fue recuperando. Le escribió: "Voy para allá, en cinco minutos estoy", y se encontraron en el bunker.
A la noche fue trasladada junto a su familia hacia un refugio. Y ahora se encuentra en un hotel de refugiados dónde están muchos de los que vivían en Nir Oz. Los que lograron sobrevivir y no fueron secuestrados ni asesinados en esa jornada. Desde ese lugar atiende a El Observador para conversar unos 20 minutos. "Estoy como puedo", contesta resignada. De 400 personas del kibutz, 150 estaban en el hotel. 78 fueron secuestradas, cuenta. 32 murieron en la jornada del 7 de octubre.
En estas horas, donde se va aguardando por la liberación de los secuestrados, está pendiente del celular. Espera que le avisen que sus hijos van a ser unos de ellos. Todavía no le ha llegado esa noticia. Desde el ejército le han avisado que quizás en los próximos días de la tregua sean seleccionados. Pero aún no. Sabe que uno de sus hijos está bien, porque una de las rehenes liberadas, Danielle Aloni, estaba junto a él y le contó que lo había visto. De su otro hijo y sus nietos no sabe con certeza su situación. "De Hamás no se puede saber con certeza nada", agrega.
Siente una ansiedad muy grande. Por un lado se alegra que vayan liberando rehenes, a los que conoce a la mayoría. Por otro se enoja y se angustia porque sus hijos no llegan. "Estoy cortando clavos con los dientes", dice.
Su casa quedó destrozada, totalmente quemada. Pudo rescatar algunos recuerdos. Vivía allí desde 1988 cuando con su pareja y su primer hijo decidieron salir de Argentina e irse a Israel. Desde 1988 estaba en ese kibutz, en el que sus hijos trabajaban en diferentes cosas tanto ahí como en los kibutz. Uno era electricista, otro trabajaba en la cría de gallinas y otro técnico de aire acondicionado.
No sabe que va a pasar, lo único que sabe es que no va a volver. "Al Kibutz no vuelvo más. Tan cerca de Gaza, no", asevera. El gobierno les entregó apartamentos en una ciudad céntrica de Israel, Bnei Brak, para cuando este conflicto puntual finalice y se puedan instalar. Le está guardando dos a sus hijos. "Que aparezcan es lo único que pido. Después se verá".
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