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Costos y beneficios del nuevo ciclo de precios altos de las materias primas

El precio de los alimentos está en los niveles más altos desde 2014, según el índice que lleva la FAO (en precios corrientes) y en los mayores niveles desde 2011 si se toman los precios deflactados

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19 de marzo de 2021 a las 05:00

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El alto precio de los granos se ha instalado y con esa situación empieza un efecto dominó que debe llevar a un aumento en el precio de la carne y de los lácteos. Una situación muy favorable para Uruguay, pero que puede ser fuertemente desestabilizadora globalmente y que estimula a acelerar la tala de florestas tan cuestionada. En particular, en Brasil y el sudeste de Asia se acelerará la siembra de soja y palmas aceiteras.

El precio de los alimentos está en los niveles más altos desde 2014, según el índice que lleva la FAO (en precios corrientes) y en los mayores niveles desde 2011 si se toman los precios deflactados. 

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Origen multicausal

El origen de la suba de precios es multicausal. Hay factores estructurales, como el crecimiento poblacional que sigue y pone presión aumentando en forma persistente la demanda. El crecimiento de China no para y pone presión al mercado de carnes por la migración que se da siempre que suben los ingresos de la población hacia proteínas de más calidad.

Pero, como sucedió en la década pasada, el disparador de la suba de precios ocurre en los granos y sus derivados: el covid-19 disparó inicialmente el precio de los alimentos básicos, como arroz y trigo.

La recuperación puede ser, además, un impulso para el precio de la carne y de la lana.

Vinculado a la producción de carne, en el mercado de soja el crecimiento de la demanda ha sido tal que cualquier traspié de la producción, por menor que sea ese suceso, gatillará más subas de precios.

Bastó una cosecha apenas mediocre en Estados Unidos y la solución del covid-19 en China para que la oferta disminuida y la demanda aumentada dispararan los precios en los productos soja, harina y aceites.

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El índice de precios de FAO que toma los valores de 2014/16 como base 100 (una base de precios altos) marca que el desfasaje mayor de los precios actuales están en los aceites, que están en 146, es decir 46% por encima de los precios del período 2014/16, en tanto los cereales están segundos con su índice en 125.

Cereales y oleaginosas se han disparado, en parte por un efecto sustitución en China, ante el alto precio de la soja y sus derivados la expansión de las compras de cereales fue notable, lo que incluyó por primera vez fuertes compras de cebada uruguaya.

La suba de estos precios incrementa los costos de producción de lácteos y carnes. Lo primero que se ve impactado es el precio de los lácteos y de carne de ave y cerdos, las de ciclo más veloz y más dependientes del precio de las raciones.

En el caso de los lácteos, los precios dieron un salto muy inusual dos semanas atrás cuando el remate de la plataforma Global Dairy Trade disparó las cotizaciones de la leche en polvo 21% y el promedio de los lácteos 18%.

Esta semana retrocedieron 3,8% en promedio y 6,2% la leche en polvo entera, pero de todos modos, el precio de esa leche en polvo –lo que más exporta Uruguay en lácteos– volvió a quedar por encima de US$ 4.000 por tonelada cuando un año atrás no llegaban a US$ 3.000.

Una dato relevante como primer síntoma de la transmisión de los altos precios del insumo ración en el producto carne es que una suba de costos de alimentación del orden de 40% puede representar un aumento de más de 20% en varios sistemas de producción de aves y de cerdos.

Una razón para que la suba tenga una trayectoria impredecible por delante. El ritmo de compras de China es impredecible. ¿Cuánto va a seguir almacenando? ¿Cuánto es su real nivel de stocks? Eso nadie lo sabe. Hasta ahora han sido un factor central las fuertes compras de China de oleaginosas y cereales, que arrasaron primero con la cosecha de Brasil de 2021, al punto de obligar a Brasil a importar soja para su propia industria avícola y porcina. Luego compraron hasta dejar el stock de Estados Unidos en mínimos. Este año Brasil sumará un nuevo récord de cosecha sojera con 135 millones de toneladas. Pero nada parece alcanzar, como en la década pasada.

Otro factor que el mercado está mirando: las emisiones masivas de dinero de Estados Unidos son un factor alcista. La gente tiene dinero en el bolsillo, no puede viajar y las dietas han cambiado. El consumo de hamburguesas y pizzas se ha disparado, son los productos que llegan perfectos desde la salida hasta el hogar llevados por un delivery, explicó la semana pasada Miguel Gularte, director presidente de Marfrig en el programa Tiempo de Cambio de radio Rural.

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Expectativa en la ganadería

Tras la suba de los precios lecheros en el sector ganadero hay confianza en cuanto a que con estos precios de granos la oferta de carne bajará en una primera etapa y luego los precios subirán.

Eso es un estímulo importante, que genera expectativas en la ganadería uruguaya de cara al segundo semestre.

De hecho, Marfrig anunció inversiones por más de US$ 50 millones en sus estructuras industriales, especialmente en Tacuarembó.

Mientras, en los países importadores de bajos ingresos los problemas se agravan. Ha habido disturbios en Sudán, una frágil nueva democracia. En Nigeria la “inflación alimentaria” se ha disparado: en enero superó el 20% y más del 50% de la población ha recurrido a créditos para abastecerse de alimentos. Además, el presidente Muhammadu Buhari dictaminó el cierre de fronteras a los productos agrícolas en agosto de 2019 para estimular la producción interna. Con la disparada de precios, reabrió para algunos productos en diciembre, pero el comercio no se normalizó. Se trata del país más poblado de África, golpeado por la desertificación, el fundamentalismo y los conflictos por la tierra entre agricultores y pastores.

La pasada ola de inflación alimentaria desató la primavera árabe. La prolongación de los altos precios de los alimentos básicos es un elemento explosivo socialmente para países importadores.

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El empuje local del agro

Pero mientras eso sucede para Uruguay es una vez más el escenario de la oportunidad para que el agro empuje a la recuperación. Tras el crecimiento en el área de cultivos de invierno este otoño seguirá el crecimiento en el área de cultivos de verano en la primavera 2021. Es factible que haya remisión lechera récord y el crecimiento de la ganadería se verá obligado a una intensificación, ya que será con menos área disponible en 2022.

Mientras tanto, los ganaderos pastoriles serán los que hagan la diferencia. Los sectores intensivos en insumos repartirán el margen adicional con proveedores de fertilizantes, raciones y otros insumos.

Los pastoriles quedarán con todo el ingreso adicional para pensar inversiones en seguir ajustando el manejo.

Lo que vendrá es la expansión del área agrícola en Estados Unidos y otros países, lo que en el caso de las zonas tropicales significará más presión sobre los recursos. Si finalmente los acuerdos internacionales prohíben tajantemente el talado de selvas y eso se cumpliera, es factible que se sumara como un factor de presión estructural sobre los precios.

La mejora únicamente de la productividad no es suficiente para cumplir con la demanda que se adiciona año tras año.

Esta suba de precios de los alimentos, tan cercana en el tiempo a la fase de precios alcistas de la década pasada y tan dispar con la lógica de precios bajos de materias primas del siglo XX, reafirma la importancia de mantener un sólido sector agroexportador que atienda las necesidades de los consumidores locales, pero también la de tantos cientos de millones de personas que requieren de un flujo estable de alimentos básicos, como el trigo y el arroz.

Cuánto puede persistir el alto precio de los alimentos es la gran pregunta. Una arriesgada apuesta acorde a lo que indican los mercados de futuros es que tanto 2021 como 2022 tendrán precios muy firmes para todas las materias primas.

La vuelta a la normalidad –si la vacuna avanza– será una invitación al buen comer para todo aquel que tenga empleo, ya sea porque lo mantuvo o porque lo ha recuperado. La adición de 80 millones de personas a la población mundial cada año, el crecimiento de las economías asiáticas y las restricciones a expandir las fronteras agrícolas por razones ambientales permiten suponer que una baja de  precios no vendrá fácilmente sino se logran rendimientos agrícolas excepcionales en el mundo.

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