El camino al referéndum por 135 artículos de la ley de urgente consideración fue empedrado. Pese a la rica cultura democrática del país, sobresaltados, referentes de un lado y el otro se acusaron de tener las peores intenciones y querer con su visión política dañar al país de todos. Esa posición extremista, en algunos casos puntuales se trasladó a la militancia, que tuvo cruces como el ocurrido en el Cerro, cuando un militante del Sí quiso echar a sus pares del No. Pero las rispideces que se replican en medios y redes sociales, no suele traducirse en la realidad cotidiana de los uruguayos.
“Partimos de una cosa muy sencilla: si queremos la democracia y queremos un gobierno democrático y republicano, tenemos que empezar por casa a hacer democracia, si no podemos empezar por casa no se puede aspirar a que todo el mundo sea demócrata”, resumió Raúl Chiesa. Es frenteamplista, milita en un comité de base y el 27 de marzo vota Sí a derogar 135 artículos de la ley de urgente consideración. Está casado hace 15 años con Rubí de Freitas, de linaje blanco herrerista y también militante, que el próximo domingo votará el No. Todos saben de sus diferencias: desde su único balcón hay dos carteles que llaman a votar lo contrario.
“A la gente le llama mucho la atención. Se ríen. Pensarán que uno anda con un cuchillo y el otro con un revólver y no, en realidad son identificaciones. Esa soy yo y ese es él”, contó ella a El Observador.
A su matrimonio no le entran las balas de la política. A pocos días de las elecciones, genera algún que otro choque menor. La solución salomónica que encontraron es tocar el tema lo menos posible. Aunque Chiesa es quien tiende a tentarse y a hacer enojar a De Freitas. Allí es cuando intercede su nieta Lucía, también militante del Sí, y le pide a su abuelo que se modere.
“Yo no hablo de política con él. Él habla conmigo. Va a sus reuniones y me cuenta lo que hacen y hablan. A mí realmente no me interesa. Yo lo miro, lo escucho, pero no lo oigo. Ya estoy programada para eso”, relató De Freitas. Pese a eso, advirtió que nunca se pelearía con él por eso: “No, eso no va conmigo. Ni por política, ni por fútbol, ni por nada. Yo soy muy amplia. Acepto todo, al menos que me toquen la oreja”. Ella tiene tres hijos y él cuatro. Todos votan por el No.
Se conocieron en 2004. Él fue a inscribirse a la la Asociación de Afiliados a la Caja de Profesionales, donde ella era secretaria de la directiva. No pudo hacerlo y volvió en los primeros meses de 2005. A partir de eso, comenzaron a ir a bailar tango al Parque Hotel y se pusieron de novios. A fin de año se fueron a vivir juntos y dos años después se casaron.
De Freitas cuenta que se casó con un hombre que no tenía partido político, “comía lo que le dieras” y no tenía cuadro de fútbol. Hoy en día vive con un frenteamplista militante, vegetariano e hincha de Liverpool.
Ella, que es herrerista desde siempre, llegó a acompañarlo a comités de base a cumplir con sus labores. “Yo era la secretaria de él, no era mi partido pero lo acompañaba, es lo lógico. Yo iba a entrar a un comité de base, que no me gustan nada, y todos me decían ‘compañera’. Hasta que un día me enojé y le dije ‘no, pará, yo te voy a decir una cosa, yo te acepto la palabra compañera porque son palabras de Aparicio Saravia, yo soy blanca’. ‘No, no puede ser’, me decían. Claro, yo acompañaba a mi esposo, que es lo lógico. Ahora ya no lo acompaño más en política”, advirtió. De todas formas, a veces se queja: “He tenido casamientos de sobrinos que son todos del Partido Nacional y voy de viuda. Él no me acompaña, pero se levanta a las 4 de la mañana y a las 8 de la noche está durmiendo”.
Chiesa: “Creo que en los 15 años del gobierno del Frente Amplio hubo una cantidad de logros increíbles. Podemos verlo por el lado de la salud, la reforma tributaria (que tiene algunas cositas que se pueden mejorar), el tema de los ojos en el Saint Bois, que le dio vista a mucha gente que no conocía a sus nietos. ¿Que ha tenido errores? Sí, por supuesto, hay compañeros que no supieron llevar adelante lo que piensa la mayoría, pero ta, así es la vida.
Lucía y Martín –cuyos nombres son ficticios a pedido de ellos, que temen, a tan pocos días del referéndum, el impacto de sus comentarios en sus agrupaciones políticas– se conocieron siendo delegados estudiantiles en un liceo del interior. Como amigos, se enroscaban en debates por horas sobre cómo mejorar la situación de los estudiantes, cómo hacerse oír y cómo lograr revertir la visión “adultocéntrica” que se imponía en la educación.
Cuando miran para atrás, no recuerdan tener posiciones demasiado diferentes sobre ningún tema. Pero más de dos años después, están de novios y en veredas opuestas políticamente. Él, militante nacionalista y con un cargo a raíz de eso. Ella, ferviente militante frenteamplista y del Sí para la derogación de los 135 artículos de la LUC.
En diálogo con El Observador, ella contó que cuando comenzaron la relación, ya cada uno estaba vinculado a su respectivo partido. “Por eso no hubo reacciones raras, cuando empezó la relación ya los dos teníamos claro lo que estábamos haciendo”, dijo.
Pese a la posición diametralmente opuesta que mantienen políticamente, eso no les genera roces. “No existió porque elegimos estar juntos teniendo ya un rol cada uno. Desde el primer momento primó el respeto y estaba esa cosa atractiva de conocer el otro lado, discutir y terminar teniendo charlas larguísimas. La discusión, el intercambio y la crítica hacen parte de lo cotidiano para nosotros. Lo llevamos bastante bien porque priorizamos un montón el escucharnos, al contrario de lo que se cree nos ponemos de acuerdo seguido”, contó.
Además, los dos militan activamente por sus ideas, pero sus diferencias “suman un montón”, aseguró. “La democracia en nuestro país termina siendo eso, el diálogo entre las partes es fundamental. Nos ha pasado, muchas veces, y más en campaña, de tener posturas distintas, no estar de acuerdo, pero sabemos que ambos terminamos queriendo lo mejor para el país desde el lugar que elegimos”, valoró.
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