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Cuando las disculpas no alcanzan

Nos equivocamos, lo lamentamos y pedimos disculpas al presidente Vázquez y a todos los que ofendimos
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05 de septiembre de 2019 a las 18:33

Cuando los periodistas nos equivocamos tenemos que aclararlo –fuerte, claro, sin esconderlo– y sobre todo pedir disculpas. Así lo hacemos en El Observador desde siempre. El error es algo inherente al ser humano y mucho más en una profesión en la que nos manejamos con algo tan complejo como las subjetividades. Es muy ingenuo creer que no vamos a equivocarnos.

Y cuando los pedidos de disculpas no alcanzan, hay que pedirlas de nuevo. 

Esta semana ha sido muy dolorosa para los que trabajamos en este medio. El miércoles publicamos una tapa en la edición impresa en la que, a la luz de los resultados, comunicamos algo totalmente contrario a lo que queríamos.

Nos dimos cuenta de que debimos pedir disculpas y lo hicimos en un editorial. A la luz de los resultados, no fueron suficientes. Por eso aquí van nuestras disculpas nuevamente.

Hoy veo la tapa con más perspectiva y tengo que reconocer que a mí tampoco me gusta. Nos equivocamos. Sin querer, por las palabras elegidas, terminamos faltando el respeto al presidente. No es el tono, no es el estilo de El Observador.

Por eso creemos que es importante contarles a los lectores cuál fue el proceso por el que llegamos a estas conclusiones

Paso a paso

Antes del mediodía del miércoles muchos militantes, legisladores y ministros del Frente Amplio se indignaron y sostuvieron a través de las redes sociales que la tapa del diario era una falta de respeto a los tres líderes históricos, especialmente al presidente. 

Otros, no militantes, sostuvieron que era faltarle el respeto a una persona que está superando con entereza el cáncer que le fue diagnosticado hace solo días. Algunos de ellos, incluso, padecen la enfermedad y se vieron particularmente insultados.

¿Cuál fue la primera reacción del equipo de editores? La incorrecta. Al mediodía analizamos la tapa y creímos que con leer la nota se entendía que el sentido era el contrario al que estaban interpretando en redes. Evaluamos que todo lo dicho en la tapa eran hechos y que el mensaje que se transmitía allí era que los tres líderes se ponían el partido al hombro ante los malos datos de las encuestas. Eso no era negativo para ellos, al contrario.

Cuando el ruido de la molestia empezó a llegarnos por varios rincones –y nos dimos cuenta de que los que nos criticaban no habían leído la nota a la que hacía referencia la tapa– decidimos abrirla a todo público. A la vez, publicamos un editorial con esas explicaciones y un pedido de disculpas.

Tarde, nos dimos cuenta de que, en el fondo, nuestra interpretación era lo menos importante de todo. La molestia la mide el ofendido, no el ofensor. Y es indudable que, para muchos, esa formulación de la tapa es ofensiva. Y que la nota es secundaria: salvo algún malintencionado que apuntó al periodista que lo escribió, la nota y tapa de un diario suelen ser dos contenidos independientes, que funcionan en sintonía, pero son individuales.

El episodio tiene dos conclusiones principales. La menos importante es la política. Los políticos seguirán haciendo política. Nosotros haremos periodismo, incomodaremos al gobierno, al Frente Amplio, al Partido Colorado, al Partido Nacional o a Cabildo Abierto. O a Peñarol y Nacional. Pero no entraremos en esos juegos. Hace menos de una semana, numerosos dirigentes políticos publicaban en su cuentas de Twitter una noticia de El Observador que dejaba mal parado al candidato a vice de Ernesto Talvi, Robert Silva. O que el jefe de campaña de Sartori, Óscar Costa, renunciaba tras una nota de El Observador. Los mismos que posteaban esas notas son los que ayer nos acusaban de operadores de la oposición.

Por ello me importa mucho separar los tantos. Una cuestión es un error y otra es adjudicar intención sobre ello. En ese punto no admito la acusación que muchos nos tiraron. Los periodistas que trabajamos aquí no lo hacemos con intenciones de ningún tipo. Ni en este caso, ni en ningún otro.

Cuando en El Observador cometemos un error, pedimos disculpas. En este caso, el error fue no tener en cuenta que la forma en que se elaboró esa tapa podía ofender a mucha gente. Corresponde pedir perdón a cualquiera que se sintiera ofendido. Tienen razón. Sean lectores asiduos o no, sean fanáticos de El Observador o se hayan topado con una tapa de El Observador por primera vez en su vida. Nos equivocamos, en la decisión y en la reacción. Nos faltó lectura de la realidad, y de la sensibilidad de quienes son lo más importante: las personas.

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