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Daniel Salinas: “No es justo que me juzguen por Martín Gutiérrez”

El neurólogo elegido como ministro de Salud Pública por el presidente electo Luis Lacalle Pou, explicó su relación con el psiquiatra Martín Gutiérrez, acusado de nazi y torturador durante la dictadura
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16 de diciembre de 2019 a las 05:01

Hijo de una maestra y un maestro, y el mayor de tres hermanos, Daniel Salinas comenzó a trabajar a los 13 años, remendando zapatos en la ciudad de San José.

Su padre, un maestro muy recordado por los maragatos, fue presidente del sindicato de magisterio del departamento lo que le valió problemas en la dictadura. “Esto no lo sabe Manini, pero nosotros teníamos un soldado frente a casa permanentemente. Tanto tiempo lo tuvimos, que ya lo saludábamos cuando salíamos. Porque mi padre era sospechoso solo por ser dirigente gremial”.

Para completar sus ingresos, el maestro Salinas compraba mercadería en Montevideo y luego la vendía a supermercados, almacenes y kioscos de San José. Daniel, el elegido ministro, lo ayudaba. 

“Yo venía a Casa Dorita, en Montevideo, a comprar mercadería: cuadernos, lapiceras, peines, hojas de garbanzo, té Hornimans, cordones de zapatos. Con estas ventas y sus tres puestos de maestro, papá logró darle sustento a la familia. Y mi mamá con dos trabajos de maestra y uno de profesora de geografía”.

Siempre fue el “traga” de la clase y siempre quiso ser médico. Es de la generación que se educó en la dictadura. En 1980 entró en la Facultad de Medicina y estudió mientras crecía la movilización estudiantil en reclamo de democracia.

“Recuerdo un período de confrontación muy grande. Capaz que no le gusta mucho a Manini, pero yo al “Río de Libertad” fui con unos compañeros de la residencia de la Sagrada Familia, donde vivía”, recuerda Salinas respecto al gigantesco acto en el Obelisco en reclamo de democracia en 1983. “Pero más allá de eso, no tuve una militancia estudiantil porque en casa tenían miedo. Me decían que tuviera cuidado, que viera lo que le había pasado a mi padre por ser gremialista. Me decían: no te metas...”

Su única militancia política fue para las elecciones de 1984, cuando apoyó al Herrerismo y la candidatura de Luis Alberto Lacalle. “Doblé listas en un comité, con Gustavo Penadés haciendo lo mismo al lado mío. Y llevé a Lacalle a dar una conferencia en la Sagrada Familia”.

Salinas trabajó para pagarse los estudios. “Vendía caramelos de la fábrica Penino y Corona. Los famosos caramelos Sky, las pastillas Nican y también trufas, damasquitos y turrones. Y una línea de caramelos de bajo costo, que eran los Ben Hur”.

Siendo estudiante, se ennovió con Graciela Soto, su actual esposa, sobrina del psiquiatra Martín Gutiérrez. Entre noviazgo y matrimonio, llevan 37 años juntos.

En 1986 entró como practicante a la Escuela Militar (y con los años fue ascendiendo hasta llegar a médico capitán). Se recibió de médico en 1988, pero nunca dejó de estudiar. Se especializó como neurólogo. Obtuvo la especialidad de neurofisiología por notoria competencia. Hizo una diplomatura en medicina del sueño. Tiene un magíster en dirección de empresas de salud. Y acaba de concluir un máster on line en innovación y emprendimiento, de la Universidad de Barcelona. 

“He sido un gran estudioso y no me he detenido, tengo un vicio con el estudio, que espero seguir después con cosas que impliquen una administración más política. Pero vamos a centrarnos en Martín Gutiérrez”, el psiquiatra acusado de nazi y de torturador durante la dictadura con el que está vinculado.

Tenemos que pasar por este capítulo y aclararlo para poder seguir con otros, 
Usted lo ha dicho mejor que yo.

¿Cómo lo conoció?
Mi señora es su sobrina, lo cual le ha generado innumerables conflictos. Nosotros nos ennoviamos en 1983 y yo lo veía a él en la casa de ella. Él llegaba a traer a su madre, la abuela de mi señora, nos saludábamos, me preguntaba cómo iba mi carrera de medicina. No pasaba de eso. Él tenía una clínica en la calle Germán Barbato, con otro médico muy cuestionado también, de apellido Scarabino. En 1988 me ofreció trabajar allí. Allí me enseñó cómo se hace un electroencefalograma, lo que es algo bastante sencillo. Y de algún modo buscó despertar mi interés en la neurología. Tanto es así que en 1988 me anoté en el curso de neurología, y aprobé. Pero en el 90, al concursar para alférez médico y tener que hacer un curso de un año de alférez, perdí contacto con la neurología. Me quedó un año aprobado, pero las obligaciones de ser médico militar, que siguieron durante 17 años más, me impidieron continuar. La neurología la retomé en 2004 y la terminé en 2008. Ya tenía más de 40 años y cuatro hijos.

¿Qué pasó con su trabajo en la clínica de Martín Gutiérrez a la que había ingresado en 1988?
En 1991 me echaron, por una discusión con Scarabino, su socio.

Pero más adelante en el tiempo usted volvió a reencontrarse con Martín Gutiérrez en un ámbito laboral, en la clínica EEG Electrodiagnóstico Médico.
Esa relación técnico profesional no puedo negarla. Pero siempre fue una relación técnico profesional, porque no pensamos igual. Entre 2004 y 2008, mientras estudiaba neurología en la Facultad, yo también aprendía con él a interpretar los electroencefalogramas y potenciales evocados (otra técnica diagnóstica), en la clínica Electrodiagnóstico Médico. Así fue porque en la facultad no existía ese posgrado en neurofisiología. Se habilitó recién en 2017. Interpretar un electroencefalograma es mucho más complicado que hacerlo, una verdadera especialidad. En ese período, estaba todo el día estudiando y fue mi señora la que mantuvo a la familia con su trabajo en un estudio jurídico. Por eso le debo mucho.

Es decir que fue Martín Gutiérrez quien le enseñó su especialidad.
 Sí. En ese sentido fue generoso y abierto. Él es muy controvertido, pero de esto sabe mucho y fue uno de los pioneros. Más allá de que es un señor muy polémico y de que yo no comparto su ideología.

Pero usted conocía su modo de pensar. En el 1984 Sanguinetti lo acusó de nazi en televisión.
Me acuerdo clarito de eso. Pero yo aplicaba el “no te metas”, como diría mi padre. Yo seguí a rajatabla ese consejo. 

Cuando él lo formó en su especialidad, entre 2004 y 2008, el trato inevitablemente debió ser más cercano.
Sí, más mano a mano.

¿Hablaban de política, de sus ideas?
¡Él tiene muchas ideas! ¡Muchas! Pero yo no las comparto, porque son muy conservadoras. Pensamos diferente, nos respetemos, pero cada uno tiene su pensamiento. Somos dos personas muy diferentes. Yo siempre me mantuve en una línea democrática. Hasta el punto que en un momento, en 2005, a pesar del “no te metas” de mi padre, decidí hacer algo, me presenté en las elecciones universitarias, en una agrupación que se llamaba Universitarios Independientes. E integré la asamblea del claustro de Facultad de Medicina desde 2005 hasta 2013. Y también tuve actividad en el Sindicato Médico, en el que llegué integrar como suplente el consejo directivo. Pero volvamos al tema de Gutiérrez. No puedo dejar de reconocer el tema médico, pero nuestras diferencias de pensamiento e ideológicas son muy importantes.

¿Usted sabía que él había sido psiquiatra en el penal de Libertad?
No. Él jamás me habló de eso. Me dijo que había sido jefe de psiquiatría del Hospital Militar, eso sí. Pero nunca me dijo nada del penal de Libertad.  

Pero usted alguna vez lo escuchó.
Sí, claro. Imagínese.

¿Y nunca se lo preguntó a él?
No. Ese tipo de historia espinosa, dentro de la familia, no era un tema en el que me gustara entrar. Lo conocí por los medios. Y he entrado en Google y he visto el nombre del doctor Gutiérrez y todas las acusaciones: violación de los derechos humanos, apremio psicológico, todo lo he visto y bajado, pero no lo he conversado con él.

¿Cuándo hizo todo eso?
Cuando Crysol le hizo el escrache a EEG Electrodiagnóstico Médico, en 2014. Yo estaba ahí y me pregunté qué era todo eso. Y ahí encontré todo lo que está en internet.

¿Se sorprendió?
Sí. Me sorprendió la entidad del asunto, porque él nunca comentó que hubiera sido una persona capaz de lesionar a nadie. Jamás. Claro que es una persona que comunica lo que quiere comunicar. No se olvide que es psiquiatra: logra dominar lo que dice y transmite lo que decide transmitir. Yo no estoy de acuerdo con ningún tipo de violación de los derechos humanos. De ningún tipo, de ningún signo, de ningún país. Para mí los derechos humanos y la ética de su defensa son el punto uno. El primero. 

Y de sus ideas, ¿Gutiérrez nunca le hablaba?
Puede que alguna vez manifestara alguna idea política, pero eso él lo ha volcado más bien en otros ámbitos, no a nivel familiar. Acá somos impermeables a eso. Hemos tratado siempre de no hablar de política con él, en una familia donde también hay gente de izquierda, familiares directos.

Luego del período en el cual usted se formó con Gutiérrez en EEG, usted continuó en la clínica.
Sí. De 2004 a 2008 me estuve formando y en 2009 ingresé como codirector técnico.

Perdone que insista, pero, en ese ámbito, Gutiérrez es una persona con buena formación técnica, pero con ideas y un pasado muy especiales. Era su profesor o instructor personal. ¿Cómo llevaba usted esa dicotomía?
¡Hablando de encefalografía y potenciales evocados y no me rompas con otras cosas! Poniendo un límite. Cuando empezaba con sus teorías, había que cortarlo. Estamos viendo electroencefalogramas. Punto. Chau.

En 2007 registraron una marca juntos.
Sí. Hubo una intención, una idea, pero no congeniamos de ninguna manera en nada.

Pero registraron una marca juntos.
Sí, hicimos el registro marcario de Neuropsyché. Yo ni me acordaba. La registramos por si las peras. Fue una idea que no prosperó porque no nos pusimos de acuerdo en nada.

Pero hay un hecho concreto que es innegable. Contrataron a una agente marcaria juntos y registraron la marca juntos.
Sí. Y no prosperó por diferencias irreconciliables. 

Se lo digo porque la primera vez que le preguntaron por Gutiérrez, usted dijo en forma muy tajante: “No fuimos nunca socios, jamás”.
Es que eso no es una sociedad.

No será una sociedad en términos administrativos o legales, pero las personas que hacen algún emprendimiento conjunto, al menos en el uso coloquial del término, son socios.
Fue un minuto en mi vida. ¿Usted me está juzgando por eso?

No, para nada. Solo quiero ser preciso.
Neuropsyché podía ser una marca, para algo que podría haber ocurrido y jamás ocurrió. La marca cae en 2020 y la vamos a dejar caer. Es cierto que la registramos. Yo me había olvidado totalmente del tema. Pero es algo que no genera affectio societatis.

Mientras usted aprendía de él en la clínica, entre 2004 y 2008. ¿Él era el dueño?
No, él jamás fue el dueño. El propietario era su hijo, Martín Patricio Gutiérrez Tastas. 

Y el padre, Martín Gutiérrez, era el director técnico de la clínica.
Sí, lo fue durante muchos años. En un momento el Ministerio de Salud Pública pidió que hubiera un neurólogo como codirector. Y yo asumí la codirección técnica en 2009. Y después lo excluyó a él, porque no tenía título de neurólogo y yo quedé como único director técnico. En 2014 compré una parte de la clínica y en 2015, con mi hijo, terminamos de comprarla toda. Y ahí terminó la relación.

En 2014, cuando usted compró una parte de la clínica, la otra parte siguió en poder del hijo de Martín Gutiérrez.
Sí.

¿Y Martín Gutiérrez seguía siendo el director técnico?
Tengo una duda. No recuerdo si él seguía siendo codirector en 2014.

Estos papeles de cuando usted le compró al hijo primero una parte de la sociedad en 2014 y luego toda en 2015 ¿son los que le mostró a Lacalle?
Todo.

Y lo de la marca que registraron en conjunto ¿se lo mostró?
La verdad que no. Cuando usted me lo mandó por WhatsApp me dije: ¿y esto qué es? Y fue mi señora que me recordó que la agente marcaria nos había avisado que había que decidir si renovar o no esa marca este año, y que le habíamos dicho que no.

Cuando usted dijo tan enfáticamente que no había sido socio de Gutiérrez, ¿recordaba lo de la marca?
Registrar en conjunto una marca no es ser socio. Pero la verdad, es algo que no registré en ese momento. No lo tenía en el radar.

Usted hizo con Gutiérrez un largo trayecto vital. 
Fraccionado, diría yo.

Pero fueron muchos años, le enseñó su especialidad, no es una relación sin importancia en su vida.
Es un colega. 

Es el colega que le enseñó. Y usted trabajó en la clínica de su hijo mucho tiempo, mientras él era el director técnico.
Pero cada uno hacía lo suyo. 

Hoy cuando analiza, por ejemplo, el escrache de Crysol ¿qué piensa?
En aquel momento pensé, en qué lío que me metí y estoy metido. Mi señora siempre me dijo: “¡No compres la clínica de mi tío. Eso va a ser un dolor de cabeza, un problema!” Y yo le decía que iba a ser un ingreso importante para nosotros, que el día de mañana se podía terminar la gerencia que yo tenía en el Casmu en esos momentos. Ella no quería.

Eso refleja la visión que su esposa tiene de su tío.
Ella veía que iba a ser problemático quedar asociado a él. Pero yo no quedaba asociado a él, sino a su hijo.

¿Hoy se arrepiente de no haberle hecho caso a su esposa?
Yo no voy a renegar de la enseñanza que recibí, pero al mismo tiempo ha sido un dolor de cabeza extraordinario. Y tendría que decir, como están las cosas, que ella tenía razón. Pero le repito, Gutiérrez y yo tenemos puntos de vista filosóficos y políticos muy diferentes. No es justo que me juzguen a mí por la actuación de este hombre. Él debería responder en la Justicia en los casos que tenga pendientes. Y el periodismo, sobre esos casos, debería preguntarle a él. Yo me siento vilipendiado. He estado trending topic en Twitter por este tema. Y yo he tenido siempre una actuación honesta, y por eso tengo tres o cuatro trabajos, porque nadie quiere estar hasta la medianoche interpretando electroencefalogramas. Capaz que me están castigando por ser de Cabildo Abierto.

No me parece.
¡Es por Gutiérrez que me están castigando!

Sí. Lo que está en cuestión es precisamente por su relación con Gutiérrez y que usted no fue claro y completo en su primera declaración al respecto. 
Porque me preguntaron si fui socio y yo dije que no, porque socios no fuimos. Pero quizá debí haber dicho que trabajé en la clínica, que allí tuve una formación... pero no me quise extender porque los asesores me indicaron que fuera breve con los periodistas. Tendría que haber dicho todo, y aclarar que mis ideas son muy diferentes a las de Gutiérrez. Pero yo no soy político, no tengo esa experiencia. Yo soy un trabajador. Un trabajador incansable. Y si se me da la oportunidad, voy a dejar todo el cuero en la cancha.

¿Cómo se define políticamente?
Soy una persona de centro, tirando a liberal. 

No es el perfil más típico de Cabildo Abierto.
¡No! Soy atípico. Pero tengo una gran relación con Manini.

¿Qué ha votado a lo largo de su vida?
Siempre al Herrerismo. Salvo en la elección de 2014 que voté a Larrañaga en las internas y en la nacional a Lacalle Pou a presidente, con el senado de Larrañaga. Es decir que siempre voté al Partido Nacional hasta que surgió esta candidatura de Manini, que apoyé por una razón de amistad y porque sé que es una persona muy íntegra.

¿Dónde conoció a Manini?
Quizá lo vi algunas veces en casa de mi novia, porque Irene, su esposa, es muy amiga de la mía. Pero si fue así no lo recuerdo. En mi memoria, yo conocí a Manini en la Escuela Militar. Era seco. ¡Sequísimo!

¿Cuál sería su prioridad como ministro?
La atención a los sectores más carenciados. Hay que poner foco en eso, en la calidad médica de la atención, en el trato cálido al paciente. Esto no puede ser un tema de corporaciones médicas y de funcionarios. Hay que invertir la ecuación y poner el centro en el paciente. No me gusta decirle “el usuario”, me suena chocante. Es el paciente, es alguien que uno tiene que ponerse en sus zapatos. Para mí el humanismo es la piedra angular. Si la sociedad pierde esa calidad de humanismo, estamos en un serio problema.

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