La guerra llevó al desplazamiento de más de 11 millones de ucranianos.

Nacional > Récord de acogida

¿De dónde vinieron los 251 refugiados que Uruguay dio cobijo el último año?

El país no es ajeno a la crisis de desplazamiento forzado "más veloz" y una de las más grandes desde que hay registro
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16 de junio de 2023 a las 05:02

En menos de lo que usted tarda en leer este primer párrafo, 12 nuevas personas en el mundo son desplazadas por la fuerza. Con esta intensidad viene creciendo la cifra de quienes escapan —o mejor dicho son obligados a escapar— de la persecución, conflicto, violencia, violaciones a los derechos humanos y acontecimientos que alteraron gravemente el orden público. Así lo advirtió esta semana la Agencia para los Refugiados de Naciones Unidas (Acnur), la que estima que una de cada 74 pobladores alguna vez huyó de su origen contra su voluntad.

Uruguay no es ajeno. Solo el último año concedió 251 refugios nuevos, rechazó 126 y archivó 4.611 (por lo general asociado a que el solicitante no se presentó a la entrevista). Y esos números dan cuenta de que esta penillanura levemente ondulada, situada al sur del sur, no está exenta de los conflictos mundiales.

Porque entre los nuevos refugios otorgados hay 207 llegados desde Venezuela, un país que, por sus condiciones humanitarias, Naciones Unidas considera que requiere de la protección internacional. Prueba de ellos en la última década se acumularon más de 600 asilados venezolanos, pese a que esa nacionalidad podría obtener la residencia de manera sencilla mediante un acuerdo del Mercosur.

También es prueba de la violencia imperante la concesión el año pasado de diez nuevos refugios a ucranianos. La guerra con Rusia escaló a niveles que obligaron el desplazamiento de 11,6 millones habitantes de Ucrania (5,9 migró internamente y el resto huyó a otros países incluyendo a Uruguay).

La invasión de Rusia a Ucrania significó, según la Acnur, la crisis de desplazamiento forzado más veloz de la que se tenga registros: los últimos días de febrero de 2022 huyeron a razón de 200.000 personas por día.

Buena parte de esas huidas masivas, en especial las que acontecen en África o el sudeste asiático, acaban en países de renta baja o media. Tanto es así que el 76% de las personas refugiadas o que requerían protección estaban al término de 2022 en países de bajo desarrollo.

Uruguay, cuya renta es media-alta, es uno de los países que viene acordando con Naciones Unidas planes de reasentamiento: dar cobijo a refugiados que aguardan en terceros países y que llegan por programas específicos. Es así que se trajeron en los últimos años a salvadoreños, guatemaltecos, sirios, un boxeador venezolano, una familia afgana que ya se fue a Estados Unidos, y colombianos.

De hecho, Colombia sigue apareciendo en cuenta gotas en los reportes de nuevos refugios. El último año el país entregó 14 asilos a algunos de los que huyen de grupos paramilitares, o tienen amenazas de las guerrillas, o el narcotráfico. En fin: escapan de un país que todavía no firmó la paz.

Una situación similar ocurre con cinco refugios dados a mexicanos, cinco a bolivianos, cinco a cubanos y cinco a nigerianos. Estos últimos vinculados por un conflicto religioso y étnico en el que huyen incluso escondidos en los barcos que cruzan el Atlántico.

Estos nuevos refugios y aquellos que Uruguay concedió en las últimas décadas llevan a un acumulado de 1.115 personas a los que el Estado dio cobijo. Pertenecen a 24 países distintos.

Hay más refugiados varones que mujeres (600 contra 515), hay algo más de niños que de adolescentes (190 versus 113), y los adultos mayores son minoría (75).

Venezuela, Colombia, Siria, El Salvador, Rusia y Cuba —en ese orden— encabezan el listado. Pero no siempre fue así. Cuando se observa la evolución desde comienzos del milenio —y sin tener en cuenta los refugiados de años previos— la diversidad de países fue variando hasta que en el último lustro creció con intensidad la llegada de solicitantes de la región sudamericana.

La crisis de Venezuela explica en buena medida el fenómeno, pero no es excluyente de otros conflictos y persecuciones regionales. A finales de 2022, 800.600 personas refugiadas y 5,2 millones de otras personas que necesitan protección internacional residían en países de la región de las Américas (…) significa un aumento del 17% desde finales de 2021”, reza el informe que Acnur publicó esta semana.

¿Qué sigue? Acnur proyecta que la tendencia de crecimiento de solicitudes de refugio continúa su alza. Los primeros meses de este 2023 ya dan cuenta de ello: “más de un millón de personas se han visto obligadas a huir de sus hogares en Somalia debido al conflicto, las inundaciones y la sequía; un conflicto estalló entre las fuerzas armadas rivales de Sudán, con efectos devastadores en la población civil, incluidos los más de 3,5 millones de personas desplazadas internas sudanesas y 1,1 millones de personas refugiadas acogidas en el país; para finales de mayo de 2023, el número de personas desplazadas por la fuerza en Myanmar aumentó en 331.600 desde finales de 2022 hasta situarse en 1,8 millones; mientras que la cifra de personas desplazadas internas en la República Democrática del Congo ascendió a 6,2 millones”, y la cuenta sigue.

Uruguay no es ajeno.

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