Armando Sartorotti fue el primer jefe de fotografía de El Observador. Fue convocado a trabajar en 1991 con el objetivo de hacer un diario diferente.
“A mí me interesó el proyecto. Era gente con cabeza abierta. Periodistas muy interesantes”, contó.
Los directores en ese momento le manifestaron el estilo con el que se pensaba trabajar a quien se desempeñaba hasta el momento como jefe de fotógrafos de La República. “Me dijeron: ‘Queremos que hagas lo mismo que hacés. Y que lo hagas con total libertad’. No es algo tan usual que se diga en un medio de comunicación”, recordó Sartorotti.
Empezaron trabajando en un altillo en la calle Ituzaingó, como la mayoría de los laboratorios de fotografía de los periódicos de la época. “O era en el altillo o era en un sótano”, comentó. Cuando en la redacción se necesitaba una foto, los periodistas llamaban por teléfono y lo atendía un laboratorista. “No había contacto físico con el periodista”, contó.
El procedimiento visto hoy en perspectiva parece prehistórico: se editaba sobre el negativo las fotos que “valían la pena”. Eran “dos o tres fotos” del rollo que se creía que encajaban con la solicitud del periodista o editor en cuestión.
En algunas coberturas, principalmente deportivas, debían recurrir a grandes diarios para poder enviar el material que habían registrado a través de equipos de transmisión. “Eran una especie de lector láser, que iba leyendo línea a línea. Cada foto demoraba en el entorno de los 10 minutos”, recordó. Si era color, podía llegar a demorar 40 minutos.
En 1992 hizo una propuesta que, considera, marcó un antes y un después en la historia del periodismo gráfico local: que el jefe de fotógrafos pasara a ser editor. En otras palabras, que tuviera el mismo nivel jerárquico que el resto de los editores de las secciones para poder opinar y decidir sobre el producto.
Sartorotti aseguró que El Observador fue un adelantado porque siempre estuvo a la vanguardia tecnológica. Por ejemplo, el diario tuvo la primera edición de Photoshop. Era una herramienta disruptiva en el planeta. El estilo de hacer fotoperiodismo que fue forjando el diario, cree Sartorotti, hizo que la marca impactara en la opinión pública a lo largo de los años.
Los saltos tecnológicos
El gran salto ocurrió a mediados de los 90 cuando el diario se mudó a la Aguada. “Pasamos a escanear directamente en el negativo”, contó. Tenían un equipo, parecido a una valija que tenía 80 centímetros de ancho por 40 de alto, que permitía procesar las imágenes a alta velocidad.
El siguiente gran salto fue el de la fotografía digital. Sartorotti recuerda que viajó a Nueva York y adquirió cámaras fotográficas de su bolsillo que hasta entonces no se utilizaban en Uruguay.
La última revolución fue la utilización de celulares. El fotógrafo Nicolás Garrido cubrió el asesinato de un policía a un niño en Casavalle. Los vecinos prendieron fuego una gran cantidad de autos en la zona. Sartorotti le pidió que hiciera una panorámica. “Publicamos esa foto envolviendo el diario”, comentó.
*Este artículo forma parte de la edición especial 30 años de El Observador.