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De nuestros lectores

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13 de abril de 2020 a las 05:01

Desde que comenzó toda esta locura de tener que quedarnos en nuestras casas y no poder salir a realizar las actividades diarias comunes, no dejo de pensar en nuestros roles en la sociedad y hasta qué punto tenemos claras algunas ideas de en qué deseamos transformarnos.

Educación en cuarentena

En mi caso particular soy docente, músico, alumno, esposo, padre, hermano, hijo, tío, yerno, primo, cuñado y amigo; y pienso constantemente qué versión de esos roles quiero cumplir en el mundo.

Para no hacer muy extensas estas líneas me voy a centrar específicamente en las relacionadas con la educación. Aquí en Uruguay hace años que se le viene dando importancia a la educación virtual y al uso de tecnologías en el aula, por lo cual no fue nada desopilante que cuando se dictaminó la suspensión de asistencia a clases (no la suspensión de las clases) se comenzarán a utilizar estas herramientas para no perder el valioso tiempo de estudio y mantener el contacto entre las familias y las instituciones. Este tipo de herramientas requieren su capacitación y su práctica de uso y en estas circunstancias muchos nos vimos chocando con ellas, incluso aquellos que somos más duchos en el manejo de las mismas y nos fuimos capacitando con los años. Sin embargo, lo hicimos, las usamos por y para nuestros alumnos, probamos y nos equivocamos, arriesgamos y aprendemos en el hacer (que es la verdadera forma de aprender, la praxis del educador).

Pero es aquí donde aparecen las primeras trabas, algunas burocráticas y otras heredadas. Las burocráticas son aquellas que se relacionan con las diferentes instituciones y sus diferentes formas de pensar y llevar adelante este proceso. Instituciones tanto públicas como privadas caen en la dicotomía de ‘hacer por hacer’ o ‘hacer con un fin’, y más importante aún ¿con cuál fin? ¿Qué exigimos a nuestros alumnos y a nuestros docentes? ¿Cuánto, cómo y para qué?

Las trabas heredadas, en cambio, son aquellas con las que incluso convivimos durante el día a día en el aula y varios somos los que nos preocupamos por intentar cambiarlas, con capacitaciones, con encuentros, con proyectos, con estudio, investigación y creatividad. Somos hijos, nietos y hasta tataranietos de un estilo de educación hipertradicional, donde el docente (la eminencia) ilustra a sus alumnos sobre su asignatura y los evalúa con rigor basándose en lineamientos enciclopédicos muy alejados de la vida real pero cercanos a una lógica individualista y competitiva. La llamada por Freire “educación bancaria” allá por la década del 60 aún hoy predomina en las planificaciones y el accionar de varios docentes, de todas las edades y diversas formaciones. Los mismos que hoy se ven confrontando con esta situación de innovación educativa y continúan repitiendo su modelo obsoleto y dañino pero ahora en una plataforma virtual y por videollamadas.

Entonces, ¿qué hacer para no caer en esa? ¿Qué hacer para no enloquecer a nuestros alumnos y no enloquecernos nosotros?

Lo primero sería pensar qué tipo de alumnos quiero tener, qué tipos de seres humanos quiero que sean. ¿Queremos alumnos que vivan tensionados, estresados, cumpliendo horarios por obligación, odiando lo que hacen, sufriendo, aceptando tareas porque sí? ¿O queremos sujetos curiosos, autónomos, incentivados, independientes, transformadores, creativos, libres?

Puesta así está discusión resulta muy fácil la elección, pero a la hora de llevar adelante nuestra tarea de educador, de guía, de acompañante, de docente, no lo es. Y en esta actualidad que nos tiene a todos alienados, desorientados, atentos, nerviosos y expectantes es más difícil aún, por las trabas que dije antes y por las expectativas que tenemos sobre la educación en general.

Sinceramente creo que esta situación es espectacular para probarnos, para reflexionar y decidir qué educadores queremos ser y qué seres humanos queremos que sean los que van a sobrellevar esta pandemia, nuestros alumnos y sus familias, nosotros y nuestras querencias, cuáles van a ser los valores que transmitimos sin importar qué asignatura estemos enseñando o qué contenido tengamos que dar porque lo dice un programa. Generar en ellos las ganas de buscar, de crear, de equivocarse sin miedo a una nota o de incluso necesitarla para sentirse validados en este sistema que nos compara constantemente. Abrir puertas, tirar cables, mostrar caminos, incentivarlos a ser sujetos activos de su propia formación. 

Ojo, que no se interprete mal, que no estoy hablando de alumnos de un nivel específico sino de la amplia gama de educandos, desde los niños más pequeños que están en inicial hasta los adultos universitarios o técnicos. Todos tienen necesidad de acompañamiento y guía y todos son capaces de enseñarnos a nosotros también.

Un pequeño niño de 3 años al cual se le incentiva para observar la naturaleza o a realizar las tareas del hogar, o un adolescente al que se le recomienda un libro, una película, una canción y se le permite expresar sus sentimientos y sus pensamientos, hasta un adulto al cual se le da la oportunidad de repensar su realidad, buscar alternativas y brindar ayuda a su comunidad. Todos ellos hoy están recibiendo educación virtual.

Es verdad que falta el abrazo, el chiste directo, el mano a mano, el juego, pero está el sentimiento. No dejemos que la tecnología y la burocracia de ‘hacer por hacer’ le ganen. Ya van a volver esas experiencias esenciales y hermosas de la educación, pero hoy es nuestro deber hacerlas presentes desde otro lado y, a pesar de las trabas que aparecen, lograr darles a nuestros seres queridos la mejor versión de lo que somos y podemos ser.

León Barzi - Profesor de Música y Matemáticas

¿Cuán justa es la justicia?

Soy un hombre de 65 años, hijo de padres que me educaron con mucho amor e instruyéndome que si pretendía un futuro alentador debía estudiar, esforzarme, ser honesto, trabajador y buscar siempre la superación.

Felizmente tuve la oportunidad de estudiar y a través del esfuerzo e intentando la superación que deseaba, llegué a trabajar para importantes empresas nacionales e internacionales.

Se fueron presentando oportunidades y nuevos desafíos, que me permitieron además ganar en experiencia y nuevos conocimientos. 

Las nuevas responsabilidades que se me confiaban y que se fueron sucediendo, significaron mejoras salariales que me permitieron tener una buena fuente de ingresos para mi núcleo familiar.

Durante mi vida activa, aporté tal cual el Estado obliga a la Caja que me correspondía, descontándoseme religiosamente de todos los haberes que percibía los porcentajes exigidos por ley para volcarlos finalmente en la Caja de Jubilaciones, para que algún día (cuando me jubilase) pudiera acceder a una jubilación acorde a los aportes que realizaba.

Me jubilé después de 42 años de trabajo en 2017.

Cuando me presenté en la Caja que me correspondía, me informaron sobre la jubilación que debía percibir pero que debido a emergencias de gestión, debía ajustarme a un “tope máximo” que significaba el 65% del total que me correspondía. 

Pero eso no era todo. Amén del 35% que se había esfumado desde el comienzo, el gobierno del Frente Amplio había creado en julio de 2008 un impuesto a las jubilaciones (IASS) que significaba nuevas deducciones sobre el importe que debía percibir. Por si fuera poco, también me alcanzan como jubilado las deducciones de Fonasa, otra de las grandes genialidades del gobierno de la época.

El año 2020 nos castiga con una pandemia universal, en nuestro país tenemos cambio de gobierno y si bien es cierto que esto no estaba incluido en los planes de ningún candidato en noviembre pasado, el nuevo gobierno intenta manejar el momento con mucha responsabilidad, por qué no improvisando en muchos casos, pero con sentido común y con el apoyo de todos.

En días pasados el presidente Lacalle informó a través de una conferencia de prensa conjuntamente con la ministra de Economía y Finanzas que se creaba el Fondo Coronavirus, el que sería alimentado por utilidades del BROU y de la CND, donaciones; deducciones a ser realizadas a salarios y jubilaciones del sector público mayores a $ 80.000 líquidos y otros fondos provenientes de préstamos de organismos internacionales de crédito.

A través de un documento fechado el 31 de marzo, el Poder Ejecutivo se dirige a la presidenta de la Asamblea General elevando los motivos y detallando cuales serán las fuentes de aporte a este fondo. Los lineamientos generales quedarían iguales salvo el criterio de los $ 80.000 líquidos, que ahora pasarían a ser susceptibles de descuento salarios y jubilaciones publicas mayores a $ 120.000 nominales, pero agrega además los sistemas de jubilaciones privadas utilizando el mismo criterio. 

Realmente incomoda en primer lugar el que no se haya comunicado oficialmente y a través de conferencia de prensa, como sí se hizo previamente, que las jubilaciones privadas tendrían deducciones. Incomoda que nos tengamos que enterar por redes sociales y seguramente oficialmente cuando esté votado en el Parlamento.

Comprendo que estamos atravesando todos una situación de emergencia muy particular y que todos debemos colaborar y aportar para encontrar una salida que nos permita planificar a futuro. Ahora bien, en ese mismo documento y en su párrafo final dice lo siguiente: “ Este proyecto, en definitiva, tiene como objeto sostener a los servicios de salud en la atención de las personas infectadas, apoyar a aquellos que más se ven afectados en su trabajo por la situación que se ha generado a nivel laboral en nuestro país por el covid-19 y a apuntalar al Banco de Previsión Social a través del cual se intenta sostenerlos”.

Mi discrepancia es con apuntalar al BPS. ¿Es que acaso no lo estamos sosteniendo ya a través del IASS a pesar que quienes lo pagamos nada tenemos que ver con BPS? Tal y como el Poder Ejecutivo se expresa en uno de estos párrafos, los aportantes son privilegiados. ¿Lo somos tanto después que en la última parte de nuestra vida se nos quita el 35% de nuestro ahorro en jubilación, más IASS y todos los impuestos a pagar? ¿Cree usted señor presidente que no tenemos necesidades y obligaciones a cumplir o pagar y que mucho tienen que ver con nuestra salud? ¿Es que acaso no tenemos derecho a percibir una jubilación acorde a los porcentajes aportados durante nuestra vida activa?

La comitiva frenteamplista que lo visitó seguramente le haya planteado endeudarnos por US$ 240 millones para pagar un subsidio a aquellos que no están regularizados con el argumento de mantener activo el mercado consumidor. ¿Piensan acaso que mantendrán o incrementarán el mercado consumidor quitándole más a los de siempre? 
Incomprensible que aquellos que tuvieron la oportunidad de generar ahorro y trabajo durante los años de bonanza nos hayan dejado una herencia que a febrero de este año y sin coronavirus era de 5% de déficit del PIB. Ya tuvieron su oportunidad de actuar y no lo hicieron porque no supieron o no quisieron. 

Finalmente una última reflexión: en la vida, cuando planificamos y actuamos consecuentemente con nuestra formación, convicción y educación y llegamos a analizar el resultado final, ¿no nos preguntamos cuán justa es la justicia?

Daniel Hosman Benedetti

La herencia manda

En este último tiempo, junto a la situación que vivimos causada por el coronavirus, hemos escuchado innumerables propuestas por parte del FA y del PIT-CNT basadas en nada. ¿Deben ser consideradas propuestas? Me pregunto. Ya que no cuentan con sustento financiero alguno, esto es ¿de dónde vamos a sacar los recursos para financiar estas propuestas? La herencia manda porque en la mayor bonanza económica que hemos tenido posiblemente en la historia, nuestro país ha gastado como si no hubiera mañana, siguiendo una incontrastable política procíclica, restringiendo la acción de este gobierno. No son autocríticos, si no al menos se harían silencio. Espero que algún día lo sean para el bien de nuestro sistema político.

Leonardo Gallo

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