Ultimamente algunos miembros del equipo económico defendieron la conveniencia de excluir del cálculo del déficit global al cuasifiscal del BCU. Este déficit tiene sus peculiaridades. Una es que los bancos centrales tienen un descalce de monedas “natural”, activos en moneda extranjera y pasivos en pesos. Por lo tanto, las variaciones cambiarias impactan en sus resultados. Si el interés en moneda extranjera más la devaluación es mayor (menor) que el interés de los títulos que emite, el resultado es superavitario (deficitario). En países emergentes (incluyéndonos) tal descalce aumentó por compras de moneda extranjera y emisión de títulos en pesos desde el 2008 en adelante. Ello aumentó la sensibilidad de los resultados a variaciones cambiarias.
Ese déficit cuasifiscal ¿es “especial”? Sí, porque deteriora el patrimonio del BCU, impidiéndole cumplir con sus funciones en momentos de estrés macro. Un banco central no es un organismo estatal más; tiene un mandato específico (estabilidad financiera, prestamista de última instancia, etc), clave en momento de estrés financiero. Para cumplirlo requiere recursos propios, líquidos y abundantes. En el pasado (2002) las evaluaciones sobre si el BCU podría enfrentar una situación de estrés erraron, y ello generó un gran costo social.
Ni la teoría económica, ni los estándares contables internacionales, contribuyen a explicar como realizar esas intervenciones cambiarias, minimizando costos, en países doble moneda.
En la teoría económica el desafío es reformular, para el caso de países de doble moneda, un principio básico (de los ‘60 pero casi olvidado hasta el 2004), conocido como Trilemma o “Trinidad Imposible”. Ello ocurre cuando hay tres objetivos que sólo pueden coexistir de a dos. Originalmente esos objetivos eran: autonomía monetaria, control del tipo de cambio y movilidad de capitales. La doble moneda complica el problema y genera nuevas interrogantes que aún no han sido contestadas.
Los problemas contables surgen porque el déficit se calcula como la diferencia de intereses entre monedas. Debiera de incluirse la variación del tipo de cambio para que la cuenta tenga sentido, sino, se restan peras y manzanas.
Resumiendo, hubo y subsisten, factores que dificultan la comprensión y gestión del déficit cuasifiscal. Por ello lo de “confusión perfecta”.
La política cambiaria del gobierno dice acompañar los movimientos internacionales, evitando fluctuaciones bruscas y por factores transitorios. Ella llevó a compras de moneda extranjera que motivaron el retiro de los pesos entregados (“esterilización”) vía Letras BCU. En muchos casos se trata de “ir contra la corriente” cuando ésta se percibe transitoria, y tiene mucho de “comprar a precio bajo y vender a alto”. Pero no toda compra de moneda extranjera amerita “esterilizarse”, lo cual reduce su costo neto. Aquellas compras de moneda que respondan a un aumento del apetito por activos en moneda local (o mayor oferta global de moneda extranjera) no lo requieren. En estas dos situaciones se reduce el costo de esas intervenciones “esterilizadas” y, en muchas instancias, faltaron en nuestro caso.
¿Cual fue el costo de las intervenciones en Uruguay? Hace años las autoridades sostienen que el costo promedio es del orden del 1% del PIB. Esa cifra se aproxima a la diferencia de intereses y es errónea. Si incluimos la diferencia de cambios generada, el costo promedio en la última década (2008/2009 son años “atípicos” y deberían excluirse) es ligeramente menor (0,8%) pero con una alta volatilidad anual. Hasta 2013 el superciclo de nuestras exportaciones y una errónea política de tasa de interés dificultaron el trabajo del BCU y deterioraron sus resultados. Pos 2013, los resultados mejoran (ver cuadro).
Fuente: elaboración propia en base estados contables BCU (web BCU)
Los bancos centrales que siguen reglas similares al BCU tienen costos promedio plurianuales (volatilidad exige uso periodos largos) cercanos a cero.1
Nuestro costo es mayor, del orden del 0,8% del PBI a lo largo de diez años y 0,4% en los últimos cinco. Se trata de montos de déficits de varios miles de millones de dólares a lo largo de una década. Esta performance puede mejorarse, afinando la política monetaria (i.e. cuando no esterilizar, rango de compra y venta de moneda, etc.), hasta ser positiva.
Concluyendo, no conviene excluir el déficit cuasifiscal del cómputo global, deben evaluarse sus consecuencias patrimoniales en el BCU y optimizarse el resultado de estas intervenciones monetario/cambiarias tan relevantes fiscalmente.
1 E. Levy Yeyati “Monetary policy (risk and challenges) in financially dollarized economies”
Inicio de sesión
¿Todavía no tenés cuenta? Registrate ahora.
Para continuar con tu compra,
es necesario loguearse.
o iniciá sesión con tu cuenta de:
Disfrutá El Observador. Accedé a noticias desde cualquier dispositivo y recibí titulares por e-mail según los intereses que elijas.
Crear Cuenta
¿Ya tenés una cuenta? Iniciá sesión.
Gracias por registrarte.
Nombre
Contenido exclusivo de
Sé parte, pasá de informarte a formar tu opinión.
Si ya sos suscriptor Member, iniciá sesión acá