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Diferencias y coincidencias entre los bancos centrales

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07 de febrero de 2020 a las 05:02

Desde hace ya tiempo, los principales bancos centrales del mundo tienen una diferencia fundamental en el manejo de sus respectivas políticas monetarias, Por un lado, los de Estados Unidos y el Reino Unido tienen a sus respectivas tasas de interés en niveles positivos, más bien bajos en términos históricos, mientras que en el resto del mundo, en la zona euro, Suiza, Dinamarca, Suecia y Japón, desde hace ya tiempo las tasas de interés son negativas.

En buena medida, esta división se debe a las diferencias en el ritmo de evolución de las economías de uno y otro lado y no tanto a divergencias en la inflación, que en general está por debajo del 2% anual. Pero también hay otros factores explicativos que se dan en algunas realidades y no en otras, como la atracción de Suiza y Dinamarca para el ingreso de capitales del exterior o el riesgo de deflación en Japón.

Sin perjuicio de esta diferencia, en los últimos meses todos esos bancos centrales han coincidido en mantener sin cambios a sus respectivas políticas en aplicación, basados en una mirada más bien positiva sobre la evolución de sus economías.   

Así, a mediados de la semana pasada, la Reserva Federal de Estados Unidos decidió mantener inalterada a la tasa de interés en el rango de entre 1.5% a 1.75% anual, con una perspectiva de estabilidad por lo menos hasta fines del año en curso, considerando que la economía está evolucionando en forma satisfactoria.

El mismo día, el Banco de Inglaterra también decidió mantener sin cambios a la tasa de interés en el 0.75 % anual, considerando que la mejora en el ánimo empresarial después del resultado de la reciente elección volvió   innecesaria a la posible rebaja de la tasa. Sin perjuicio de ello, el BI consideró que la perspectiva de crecimiento para los próximos tres años es de apenas un 1.1 % promedio anual, el registro más débil desde la segunda guerra mundial.

En ambos casos, el debate sólo se centró en la posibilidad de acelerar la baja de la tasa de interés, extremo que por ahora fue descartado por las autoridades correspondientes. 

Por su parte, el Banco Central Europeo viene aplicando una política de tasas de interés negativas desde mediados del 2014, con el fin de inducir a los bancos a aumentar sus créditos para reactivar a la economía, en vez de mantener un exceso de liquidez.

Esta política fue profundizada en el pasado mes de septiembre, cuando se dispuso una nueva baja de la tasa de interés desde el -0,4% al -0,5% anual, que además fue acompañada por el anuncio del aplazamiento indefinido de una futura suba de la tasa de interés. El BCE también actualizó el programa de “flexibilización cuantitativa” mediante el restablecimiento de la compra de deuda por €20.000 millones mensuales durante el tiempo que fuese necesario.

Estas medidas fueron adoptadas ante la previsión de una persistencia de debilidad en la evolución de la economía, con una proyección de crecimiento para este año de un escaso 1.2 %.

No obstante, tres meses después, a fines del año pasado y principios del corriente, la política del BCE recibió nuevas formas de cuestionamiento desde diversas fuentes de opinión.

Varios miembros de su Consejo de Gobierno “destacaron la necesidad de estar atentos a los posibles efectos secundarios de las tasas de interés negativas” sobre la intermediación bancaria, los precios de las acciones y los inmuebles y la salida de capitales fuera de la zona euro, en busca de mayores rendimientos.

Además de esta señal de alerta, también se tuvo en cuenta que la inyección monetaria decidida tres meses atrás aún no había tenido ningún efecto positivo visible sobre la expectativa de inflación de más largo plazo, que se mantiene por debajo del objetivo del BCE.

Asimismo, en el reciente Foro Económico Mundial de Davos, los representantes de los bancos europeos volvieron a pronunciarse en contra de las tasas de interés negativas. Ello porque han disminuido las ganancias del sistema bancario, en tanto no pueden trasladar por entero el costo a sus clientes, a la vez que deben mantener un cierto nivel de reservas en el BCE para cumplir con las regulaciones posteriores a la última crisis financiera.

Así, en Alemania, la principal economía de la zona euro, casi 60% de los bancos están cobrando intereses negativos sobre los depósitos de sus clientes corporativos y más del 20% están haciendo lo mismo con los de sus clientes personales más importantes, con depósitos de más de €1 millón aunque ya con una tendencia a gravar también a los de montos inferiores.

Además, otras fuentes de opinión, no sólo de la banca, también han cuestionado a las tasas de interés negativas debido a que ellas castigan a los ahorristas y por extensión a las clases pasivas de la sociedad.

Un dato de interés en esta línea revisionista fue agregado por el Banco Central de Suecia, que fue uno de los primeros en incursionar en esta política de tasas negativas de interés. Hace pocas semanas, y pese a que la economía no pasa por su mejor momento, el BC decidió una suba de la tasa de interés hasta el nivel de cero.

Por tanto, la nueva presidenta del BCE, la señora Christine Lagarde, tendrá que dar respuesta a este debate. Todo indica que por ahora no habrá un cambio de importancia en la política en aplicación, pero que de a poco, las tasas negativas de interés habrán de ser revisadas.

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