wikimedia commons

Dignificar la política

Tiempo de lectura: -'

16 de octubre de 2022 a las 05:00

Estás por alcanzar el límite de notas.

Suscribite ahora a

Pasá de informarte a formar tu opinión.

Suscribite desde US$ 3 45 / mes

Esta es tu última nota gratuita.

Se parte de desde US$ 3 45 / mes

Un amigo chileno me envió por Whatsapp un video y me dijo: “No podés dejar de verlo”. Cuando vi que duraba una hora me desanimé un poco. Pero mi amigo insistió: “Vale la pena. Es la presentación de la diputada española Cayetana Alvarez de Toledo en un seminario organizado por el Grupo Security en Santiago el día 3 de octubre en el que también habló el prestigioso economista chileno  Ricardo Caballero”. Con ese estímulo me adentré en el video y confieso que me impactó muy positivamente. El video está disponible en YouTube. Y si no tiene una hora disponible con media le basta, porque es lo que dura la exposición de la parlamentaria española. La otra media hora son preguntas a ambos expositores. Muy interesantes, pero no tanto como la presentación inicial.

Cayetana Alvarez de Toledo, escritora, periodista y luego política, no es una persona desconocida. Más bien no suele pasar inadvertida por la franqueza con la que habla de los problemas de su país, de la interna del Partido Popular en el que milita (aunque no se sabe hasta cuándo), y de la batalla cultural que enfrenta la civilización occidental ante el ataque de sus valores y raíces y ante la desvalorización de la vida y la actividad política. Si ella es “políticamente incorrecta” frente a los temas de actualidad y no tiene pelos en la lengua  para expresar su opinión, su último libro, una suerte de recorrido autobiográfico de su tránsito por la política española, titulado Políticamente indeseable es algo que merece leerse.

Confieso que me intrigaba mucho por qué era para mi amigo tan interesante su presentación ante el público chileno, a casi un mes del triunfo del rechazo a la nefasta constitución elaborada con espíritu sectario por la Convención Constituyente. La convención pretendía meter en la Constitución un programa de gobierno y no principios que durasen años.

Y debo agradecer a mi amigo su recomendación. Cayetana, a quien ya conocía de otras intervenciones, no decepcionó. Habiendo estado en Chile hace meses meses para la presentación de su libro Políticamente indeseable, cuando había un mar de dudas sobre el destino del proyecto constitucional, Cayetana ahora sí pudo felicitar al pueblo chileno por el claro rechazo de ese proyecto que era sectario y negador de derechos. Entre ellos, el derecho de igualdad ante la ley por la imposición de diversos sistemas judiciales para atender la insólita plurinacionalidad que hasta fue votada en contra en las zonas de predominancia mapuche. Luego, la parlamentaria española hizo una cerrada defensa de lo que debe ser un proceso constitucional. Señaló: “Una constitución es lo más importante que tiene una comunidad política. Son las reglas del juego del país que deben servir para todos y por mucho tiempo. Una constitución, por lo tanto, nunca puede ser de parte ni mucho menos de un sinfín de partes contra el todo. Las constituciones de parte nacen muertas, condenadas. Tarde o temprano acaban surgiendo otras mayorías nuevas que las tiran por la borda o las reforman a su imagen y semejanza. Bien lo sabemos los españoles, que nos pasamos el siglo xix haciendo y deshaciendo constituciones hasta la guerra civil”. 

Seguidamente hizo otra defensa clara, contundente y políticamente incorrecta de los derechos que deben defenderse en una constitución. “Los seres humanos venimos del fondo oscuro de la tribu. En nuestro cableado genético ancestral anidan el miedo al diferente y la búsqueda de protección y refugio en los que son idénticos a nosotros. Pero la civilización fue precisamente un sometimiento de esos instintos identitarios, primarios. Un viaje al encuentro de otras tribus y otros hombres. Un viaje movido por la necesidad, por supuesto, pero también por la curiosidad y el ansia de conocimiento. Ese viaje alumbró una idea llena de fuerza y de decencia. La idea de que el valor de un ser humano y sus derechos no dependen de ninguna circunstancia identitaria, como el sexo, la raza, la lengua, el acento o el lugar de procedencia,sino que son suyos e inalienables en nacimiento y depende de su conducta, de sus hechos. Esa idea enterró al Antiguo Régimen y dio luz a la nación moderna. La nación no étnica ni cultural ni lingüística. La nación cívica, la nación de ciudadanos que invoca la revolución francesa cuando dice ‘libres, iguales y fraternos’”.

Y luego, una reivindicación de la política como profesión. Como profesión noble y profesional, no como algo detestable. No algo para dejar en manos de ineptos o mediocres. Por eso, Cayetana se atrevió sugerir a los chilenos algo que puede sonar a herejía: ¿por qué no dejar que sea el Parlamento quien apruebe la nueva constitución en vez de elegir una constituyente extravagante?

Defensa de la Constitución como ley madre. Defensa de los derechos como inalienables. Defensa de la política como una noble profesión. Y dejo para otra ocasión (o para que el lector lo mire en You Tube) su explicación de cómo luego de la caída del muro de Berlín, la izquierda se reinventó cambiando igualdad por identidad y abrazando “una nueva modalidad de colectivismo, en lugar de universalista tribalista”.

CONTENIDO EXCLUSIVO Member

Esta nota es exclusiva para suscriptores.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

¿Ya sos suscriptor?
iniciá sesión aquí

Alcanzaste el límite de notas gratuitas.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

Registrate gratis y seguí navegando.