Presidencia

Dos reformas posibles y urgentes

Así como Uruguay destaca por su solidez institucional también destaca por la dificultad para implementar reformas de fondo

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29 de mayo de 2022 a las 05:00

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La institucionalidad uruguaya recibe plácemes y elogios en todas partes del mundo. Los últimos fueron del ex presidente de gobierno español Felipe González con ocasión de la presentación organizada por CERES en Madrid sobre los 37 años de democracia uruguaya. Fueron muy elogiosas las palabras de Felipe González, destacando a Uruguay por encima de todos los países de América Latina en cuanto a la calidad de las instituciones uruguayas, y de su democracia, no solo en cuanto a su origen sino también en cuanto a su ejercicio.

El manejo del gobierno durante la pandemia acrecentó ese prestigio y por estos momentos Uruguay tiene muy buena imagen en el concierto internacional. Es cierto que a ello le facilita la tarea el estado en que se encuentran los demás países de la región. Empezando por los vecinos Argentina y Brasil que no dan pie con bola en su manejo institucional y económico. Y luego por otros como Chile, Perú, Colombia, México que están sufriendo enormes transformaciones y no para bien. Y ello sin decir nada de Venezuela y Nicaragua, gobernados por reconocidas dictaduras aunque tengan un origen surgido de la urnas, lo que les otorga un barniz democrático.

Pero así como Uruguay destaca por su solidez institucional también destaca por la dificultad para implementar reformas de fondo que son absolutamente necesarias para impulsar la economía, la cohesión social y el futuro de las actuales generaciones. La reforma educativa, la de la seguridad social, la de las empresas públicas, la de las relaciones laborales, y la apertura al mundo son temas recurrentes que pasan de un gobierno a otro sin mayores avances aunque existen bastantes coincidencias. Es que existen resistencias fuertes del lado sindical que defienden un modelo perimido y se niegan a aceptar los cambios que resultan de las transformaciones sociales, demográficas y tecnológicas del último cuarto de siglo.  

En ese contexto, Uruguay, y en especial su presidente, tiene a su alcance dos reformas que cuentan posibilidades de llevarse a la práctica. Una es la de la seguridad social, que cuenta con respaldo parlamentario y con la exigencia de los cambios demográficos. Es algo que el propio presidente ha dicho enfáticamente que es una promesa de campaña electoral, de la cual se hace cargo. Y este presidente se ha caracterizado por no estar ausente de los problemas y hacerse cargo de los mismos.

La otra reforma, que goza de mayor consenso y menor oposición, es la que refiere a la inserción internacional. El Mercosur nos encorseta con sus altos aranceles y con su continua declinación. Nunca fue el mercado común que se soñó, ni siquiera una zona de libre comercio. Y reglas que se impusieron como como la decisión 32/00, que obliga a negociar en conjunto al exterior, limitan enormemente la capacidad de los miembros de seguir sus caminos y sus intereses. El Mercosur está condenado porque de ser una unión económica pasó a ser un “club político” en épocas de Lula y Cristina. Y además por arrastra el ADN proteccionista de Argentina y Brasil. Ni siquiera sirvió para evitar que Argentina cortara los puentes con Uruguay durante el conflicto por las plantas de celulosa.  

Con ese marco, el presidente Lacalle Pou se esfuerza denodadamente por abrir nuevos mercados para nuestras exportaciones de bienes y servicios y de atraer inversiones a nuestro país. No es tarea sencilla aunque las propuestas uruguayas sean bien recibidas por China, Turquía y hasta el Reino Unido esta última semana. Es que cada vez que Uruguay quiere “jugar en cancha grande” surgen las trabas políticas de Brasil, Argentina y hasta Paraguay que no tiene industria propia para defender. Hasta ahora las únicas palabras de aliento son las que han provenido del Ministro de Economía de Brasil Pablo Guedes, que ha defendido la posibilidad de que Uruguay firme TLC por fuera del MERCOSUR. Del resto solo ha habido silencio o crítica, como hizo recientemente el embajador argentino en Uruguay.

Por eso el camino de la inserción internacional no es sencillo y va a exigir, más pronto que tarde, tomar decisiones difíciles. No va a ser viable permanecer en el Mercosur y negociar acuerdos con terceros países. Y Uruguay deberá decidir si se queda enzarzado en un acuerdo comercial y político que no tiene ningún futuro o si se abre al mundo. 

No es una decisión fácil. Pero es una decisión que hay que tomar. Porque tampoco podemos seguir recorriendo el mundo diciendo que queremos hacer acuerdos si luego las restricciones, reales o supuestas, del MERCOSUR nos impiden llevarlos a cabo. En lo que queda de esta administración es el momento de la verdad: saber si tenemos o no la oportunidad de abrirnos al mundo o seguir atados a la caja del MEFCOSUR. El gobierno tiene la palabra y la posibilidad de hacerse cargo.

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