El apagón logístico

La rápida reacción de los consumidores de los países occidentales después de los avances sustantivos del proceso de vacunación generó un alza desmedida, entre otras, de las importaciones provenientes de China. Pero ante el rezago relativo de la industria de exportación de Occidente, decenas de miles de contenedores que llegaron para satisfacer esa demanda no pudieron ser completados para su reenvío a China u otros países del sudeste asiático. Ello impidió completar el circuito de transporte de contenedores en el mundo, interrumpiendo un flujo de ida y vuelta que antes de la pandemia había funcionado sin mayores inconvenientes. 

En adición, a principios del  año en curso varias cadenas de montaje de plantas automotrices se vieron obligadas a parar temporalmente por la falta de semi conductores, mayoritariamente fabricados en China. A la vez, la variante delta del covid obligó a cerrar numerosas fábricas en Vietnam e interrumpió con paros ocasionales la actividad de dos de los principales puertos chinos; en cadena, también hubo problemas en los puertos al sur de California. Desde entonces, estas trabas se fueron extendiendo a otros sectores, como textiles, juguetes y otros, sin garantías de reposición.

Estos problemas impactaron en especial sobre las grandes empresas navieras, que experimentaron una baja en la demanda de fletes de mercancías en contenedores. Por ello, a fin de reducir las pérdidas, ellas decidieron disminuir la oferta de buques portacontenedores, espaciando frecuencias y cancelando servicios. Inevitablemente esta situación derivó en un importante aumento del precio de los fletes marítimos, que según los casos, subieron entre tres y cinco veces desde que se levantó el confinamiento extremo provocado por la pandemia. 

Ahora, ya en la temporada comercial de fines de año, el estrangulamiento de la cadena de suministro acumula demoras y trabas, no sólo por efecto de la pandemia, sino también por hechos coyunturales posteriores, como la falta de mano de obra en la carga y transporte interno de mercaderías. Es que una vez desembarcadas en los puertos han faltado lugares de almacenaje y también camioneros para el transportarte por carretera, a lo que se agregó en algunos casos el mal estado de las vías férreas.  Estos cuellos de botella, unidos a la fuerte suba en los últimos meses de los precios en el mercado energético —sobre todo del gas, pero también del crudo—, están alterando las perspectivas de crecimiento de la economía mundial.

A vía de ejemplo, hace poco más de dos meses, había en Estados Unidos 73 barcos mercantes fondeados en el puerto de Los Ángeles-Long Beach a la espera de atracar; el atasco, aun a la baja, continúa. 

Por allí entra a EEUU el 40% de los bienes importados. De aquí que la Casa Blanca anunciara hace poco un acuerdo con los principales sindicatos de la estiba para mantener operativo el puerto las 24 horas del día los siete días de la semana, igual que los asiáticos. El acuerdo también incluye a varias empresas de logística y cadenas de supermercados, en una cooperación que no será sencilla.  

La Administración de Biden también anunció otras medidas en la misma dirección,  como una orden ejecutiva para delegar competencias al Departamento de Defensa con el fin de agilizar la utilización de materiales almacenados que puedan facilitar la manufactura en el sector.

Todos estos problemas han complicado la evolución de la economía americana. En el tercer trimestre del año, el PIB apenas creció un 2 %, dando cuenta de una notoria desaceleración en el proceso de recuperación, con un descenso bien importante con respecto al 6,7% del período de abril a junio.

Precisamente, esta debilidad se explica en buena parte por los cortes de los últimos meses en la cadena de suministros, que en algunos casos ha llevado a la escasez.  A su vez, el problema generado por el cortocircuito de las cadenas de suministros globales también irrumpió en la reciente reunión del G-20. El presidente Biden tomó la iniciativa para organizar, en paralelo a la cumbre, una reunión específica sobre esta cuestión con los más importantes países presentes en ella, pese a la ausencia de China y Rusia. 

Como tantas otras realidades que van apareciendo con posterioridad a lo peor de la  pandemia, el desarreglo logístico de estos meses está en vías de solución. De hecho, ya los fletes han comenzado a registrar un cierto descenso, aunque todo indica que no volverán a los niveles previos al año pasado. Y por cierto, los sectores más afectados han tomado debida nota de la necesidad de revisar tanto el sistema internacional de transporte marítimo como el exceso de dependencia que la industria de Occidente acaba de mostrar con respecto a ciertas fuentes de aprovisionamiento de materias primas y bienes semi terminados en el sudeste asiático.