El Banco Mundial y la información internacional

Pero hasta ahora, nunca estuvo en discusión la manipulación de su información estadística con el fin de forzar determinadas decisiones políticas o la comparación entre países. Por el contrario, sus datos de base han sido una referencia invalorable para los estudiosos. En todo caso, era sobre la interpretación y más aún, sobre las decisiones de política que afloraban las diferencias de opinión. 

Pues bien, al menos una parte de esta realidad parece que en adelante ya no será igual. 

Doing Business era una publicación anual del Banco Mundial, que evaluaba las regulaciones de 190 países en doce sectores de actividad relacionados con los negocios. Entre ellas estaban la facilidad para iniciar una empresa, los permisos para construir inmuebles, el trámite para acceder al uso de electricidad, el registro de la propiedad, la obtención de crédito, la protección de los inversionistas minoritarios, el pago de impuestos, los pasos relacionados con el comercio exterior, el cumplimiento de los contratos, la resolución de una quiebra, el funcionamiento del mercado laboral, los contratos con el gobierno y varios otros. 

A partir de esta información, la publicación ordenaba a los países de acuerdo a la incidencia de esas regulaciones sobre la actividad empresarial. Los países que ocupaban los primeros lugares eran los que ofrecían un mejor ambiente de negocios y lo contrarios ocurría en los países peor ubicados. Era, en consecuencia, una referencia que orientaba a muchos gobiernos sobre la calidad de sus regulaciones y eventualmente, sobre la orientación de las reformas necesarias. 

A principios del 2018, el entonces economista jefe Paul Romer, que terminó dejando a la institución, expresó públicamente su falta de “confianza en la integridad” de los datos del DB, sugiriendo que ellos podrían haber sido sesgados para favorecer a determinados países por razones de orden político. Desde entonces, distintas movidas internas indujeron finalmente a las autoridades del BM a pedir un informe independiente al estudio de abogados WilmerHale, que acaba de concluir en una denuncia más contundente. 

El informe afirma que cuando Kristalina Georgieva, la actual Directora Gerente del FMI, era Directora Ejecutiva del BM, fue una de las jerarcas que presionaron al personal que trabajaba en la preparación del informe del 2017 para que modificara algunos datos con el fin de favorecer a China y elevar su posición del lugar 78 al 85. Para ello modificaron tres indicadores de negocios, como el inicio de una empresa, la concesión de créditos y el pago de impuestos. Ello ocurrió en un tiempo muy especial, cuando el BM estaba negociando con Pekín un aporte para el aumento de capital. 

El informe también marcó irregularidades en la preparación de la edición del 2020, en el que los datos de Arabia Saudita fueron manipulados para ubicarlo como el primero en la lista de los países que más habían progresado de un año para otro.

Georgieva replicó de inmediato que las acusaciones del informe “no son ciertas” y que no había presionado a nadie para alterar ningún informe. La auditoría está ahora a estudio del Directorio y el Comité de Ética del FMI y también del Tesoro de Estados Unidos. Entretanto, el BM decidió dejar de publicar el informe en razón de las “irregularidades” encontradas en las publicaciones de años anteriores.

Toda esta situación es de sumo interés para el presidente Biden, puesto que aumenta la reticencia de la oposición republicana hacia las instituciones multilaterales de crédito, especialmente en sus relaciones con China. En este marco, los días de Georgieva al frente del FMI parecen contados. 

Las conclusiones del informe son pueden leerse como una muestra más de la pugna que desde hace algunos años mantienen Estados Unidos y China por el control del FMI y del BM, el primero para conservar su supremacía de siempre y el segundo para seguir conquistando espacios de poder. A la vez, y con una visión más amplia, también muestra la vulnerabilidad de sus jerarquías ante la aspiración de los países con mayor ponderación en el capital a ser presentados con la mejor imagen posible en toda forma de comparación internacional. 

El daño en la reputación técnica del BM, cualquiera sea el desenlace del proceso que está en marcha, es aún mayor, porque inevitablemente habrá de proyectarse sobre la credibilidad de otras formas de comparación internacional, como la calidad de las democracias, el respeto a los derechos humanos, la libertad de prensa, la corrupción, las pruebas PISA y tantos otros. La base de este traspié fue el poderío económico de los involucrados, pero en adelante sea por dinero o por otros motivos, ya hay un antecedente al que habrán de invocar todos quienes deseen poner en duda las conclusiones de este tipo de informes. 

En el mundo globalizado de hoy ya no hay marcha atrás: es cada vez más necesario que la situación de un país se evalúe, entre otros factores, en base a la comparación internacional. Por ello la conclusión más importante que puede extraerse de este episodio es la necesidad de conocer los controles a los que ellos deberían estar sometidos por parte de auditorías especializadas e independientes, que además expongan su respaldo profesional en forma pública.