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El catálogo de asesinos seriales se expande en la perturbadora segunda parte de Mindhunter

La serie volvió a Netflix con Charles Manson, El hijo de Sam, historias más oscuras y un David Fincher dispuesto a elevar el nivel de perversidad
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03 de septiembre de 2019 a las 05:10

David Fincher nunca tuvo que esforzarse mucho para crisparnos los nervios. Desde el principio demostró que le salía de taquito, con una facilidad innata. Nos puso la piel de gallina con extraterrestres, habitaciones blindadas y hasta con la historia de una pareja, pero sobre todos con los asesinos. Los seriales, los que salen a cazar. Los que producen pesadillas y alimentan los mitos urbanos. Los de Zodíaco y Pecados capitales. Quiso el destino o la industria que después de varios años alejado de la pantalla grande y de estas figuras oscuras y complejas,  el director de El club de la pelea se reencontrara con ellos. Pero esta vez no en una redacción o en las calles oscuras y lluviosas que ya había transitado, sino de frente, en una mesa, ante un grabador y en medio de una habitación que se hace cada vez más pequeña a medida que el relato avanza. Los créditos dicen que se llamó Mindhunter

La serie, que Netflix estrenó en 2017, estuvo casi diez años en un cajón. La idea la tuvo la actriz Charlize Theron en 2009, que se topó con el libro de no ficción Mindhunter: Inside the FBI’s Elite Serial Crime Unit y se lo alcanzó a Fincher entusiasmada por adaptarlo. Pero en el medio aparecieron otros proyectos grandes que hicieron que ambos se ocuparan de otras cosas. Fincher, por ejemplo, fue atrás de Perdida y House of Cards, su gran éxito en televisión. Y quizás fue por ese mismo éxito en Netflix que el antiguo proyecto se destrabó y ambos volvieron. Cuatro años después de que Frank Underwood se presentara en sociedad, los agentes Holden Ford y Bill Tench comenzaron con sus entrevistas e investigaciones en la pantalla de la plataforma bajo el título de Mindhunter.

Fue un éxito inesperado. La crítica se entusiasmó, la catalogó como una de las mejores ficciones del 2017 y todos sus seguidores quedaron a la espera de más. La serie logró un combo extraño y adictivo de personajes rotos y oscuros, una ambientación fascinante y detallista, información académica y un desfile de asesinos perturbados que, en cada entrevista, se volvían magnéticos. Claro, el gran secreto del éxito estaba en que esos asesinos que volcaban sus cruentos testimonios en el grabador del FBI eran reales, monstruos nacidos de las entrañas mismas de la rutina. Nombres y muertos históricos. Y todos lo saben: nada resulta tan adictivo como la oscuridad cercana, esa que casi podemos tocar y que sabemos que está a la vuelta de la esquina. 

El regreso

Dos años después, la segunda temporada llega con Ford (Jonathan Groff) internado por una crisis nerviosa y a Tench (Holt McCallany) al borde de una debacle familiar que tiene puntos de contacto con sus casos de estudio. Sin embargo, al departamento de Ciencias de la Conducta que llevan adelante con la doctora Wendy Carr (Ana Torv) en Quantico, Virginia, llega un nuevo jefe que los legitimiza frente al resto del FBI. Eso significa que ya no hay trabas para investigar y llegar al objetivo que se habían propuesto en los primeros capítulos de la serie: entrevistar a los asesinos múltiples convictos para elaborar un patrón que permita evitar crímenes similares. Eso y dejar patentado un término que los describa de ahí en más: el de asesinos seriales. Estamos en la década de 1970 y esta tipificación aún es reciente y poco conocida. 

Ed Kemper

Desde el principio, el gran atractivo de Mindhunter fueron los poderosos intercambios que los protagonistas tienen con estos seres capaces de decapitar, violar, torturar y descuartizar a decenas de personas. Son pequeños vistazos a los pozos negros de la sociedad, un cruce de miradas con el mal que pone los pelos de punta y del que no podemos escapar. Cuando Mindhunter nos atrapa en sus redes, lo hace en buena medida por esos diálogos densos y espectaculares. 

Entre todos los rostros, hay algunos asesinos que salen ganando. El enorme Ed Kemper, que tiene un historial espeluznante y un intelecto superdesarrollado, fue la estrella de la primera entrega. Aunque su breve aparición en esta continuación también se destaca, Mindhunter 2 redobla la apuesta con personalidades más célebres y, quizás, conocidas por fuera de Estados Unidos. Las mentiras y los engaños de El hijo de Sam, que cambia su declaración oficial –en su juicio declaró que a la hora de matar siguió los mandatos de un demonio metido en el perro de su vecino– es un momento de tensión increíble, pero nada se compara con la escena en la que un desquiciado Charles Manson trata de quitarse la culpa de los asesinatos de la Familia de encima.

Charles Manson

Aunque Ford, Tench y Carr están basados ligeramente en agentes reales que se entrevistaron con los criminales, son producto de la ficción y el guion de Joe Penhall. Por eso, el gran desafío de la serie siempre fue lograr que sus historias estuvieran al nivel de los criminales reales. En la primera temporada eso se desarrolló de manera correcta, pero es en este regreso donde más se exploran los efectos que la exposición a las tinieblas tienen sobre ellos. Todos, de una u otra manera, terminan afectados y son incapaces de manejar las circunstancias que los envuelven. Ford busca escapar de sus ataques de pánico buscando propósitos para una vida vacía, Tench se asoma a los abismos de su propia naturaleza cuando un episodio familiar lo pone en jaque y Wendy trata de mantener una relación de pareja que se hace insostenible. En el medio, un caso en Atlanta los pone a trabajar con más presión, al tiempo que las paredes de la locura parecen apretarlos cada vez más. 

Mindhunter es densa y perversa. Sobresale entre todas las producciones de asesinos y es siniestramente adictiva. Despierta el morbo y lo pone a prueba. Está filmada de manera impecable y tiene momentos álgidos en los que no vuela una mosca. Nos hace bajar a nuestras propias profundidades y no permite que apartemos la mirada. Y tiene, también, una pequeña nota al pie: nos dice que esas tinieblas no se pueden controlar aunque las encerremos en una celda. Los prólogos con el asesino BTK –que estuvo más de treinta años cazando hasta que lo agarraron en 2005–, son el recordatorio de Fincher de que la oscuridad es, también, una parte intrínseca de la naturaleza humana. Y de vez en cuando esa parte gana. 

Los asesinos
Ed Kemper
Aparece dos minutos, pero sigue siendo uno de los personajes más atractivos. Es enorme, perverso y manipulador. 
El hijo de Sam
David Berkowitz aparece fugazmente en un episodio, pero deja huella en la temporada.
David Berkowitz, el hijo de Sam
Charles Manson
Un payaso mentiroso. Esa es la pintura que la serie hace de Manson, que está interpetado por el mismo actor que en Había una vez en...Hollywood, de Quentin Tarantino. 
BTK
En breves escenas, su historia ha atravesado las dos temporadas. Son pequeños adelantos que muestran su auge como depredador. 

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