Los asesinos seriales son fuente de obsesiones hace tiempo
Nicolás Tabárez

Nicolás Tabárez

Periodista de cultura y espectáculos

Espectáculos y Cultura > OBSESIÓN CRIMINAL

¿Qué hay atrás del morbo y la obsesión por los asesinos seriales?

La nueva película del argentino Damián Szifrón, Misántropo, revive una fascinación por los asesinos seriales y el morbo que generan
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20 de mayo de 2023 a las 05:01

El argentino Damián Szifrón, creador de Los Simuladores y de Relatos Salvajes, volvió a las salas de cine con su nueva película, Misántropo, que marca su debut en Hollywood y que según contó en la ronda de prensa generada por el estreno, intentó traer de nuevo a los cines el subgénero policial de cacería del asesino serial, un registro que ha dejado clásicos como El silencio de los inocentes, pero que en los últimos tiempos no ha sido excesivamente prolífico.

En parte es porque se ha producido un corrimiento hacia el documental: hoy por hoy se levanta una piedra (o mejor dicho, se abre una plataforma de streaming) y aparecen diez series nuevas sobre algún asesino. Misántropo intentar revertir esa tendencia, aunque lo cierto es que sea en ficción o documental, la fascinación que ejercen estos oscuros personajes no ha flaqueado en ningún momento.

Porque los asesinos generan una obsesión que confronta a los espectadores con sus versiones más sombrías, con sus instintos más bajos. Son los que cumplen las fantasías que alguna vez, aunque no se lo quiera decir en voz alta y aunque se reprima, se tuvieron. Son el espejo oscuro de la sociedad.

Charles Manson, el Joker de la película de 2018, Jeffrey Dahmer, Buffalo Bill, John Doe: ejemplos hay a ambos lados de la barrera ficción/documental. El fenómeno, incluso, se extiende a Uruguay: en los últimos meses se han generado dos productos culturales sobre los crímenes de Pablo Goncálvez, un podcast (Frente al asesino) y una obra de teatro actualmente en cartel (El asesino de Carrasco).

El psicólogo forense Gustavo Álvarez explica a El Observador que estos personajes, sean reales o ficticios, generan su atracción por tres caminos.

Por un lado, hay una cuestión biológica. Nos fascinan por naturaleza porque estamos atraídos por el sexo y la violencia, dos centros del cerebro que no solo son cercanos, sino que en ocasiones están fusionados.

Esa cuestión natural se refleja en la atracción casi instintiva que genera la violencia. Es el gesto de bajar la velocidad y mirar el accidente de tránsito al pasar. Y si hay sangre, más miramos.

Después hay una cuestión psicológica: si el otro es el muerto, la víctima, yo sigo vivo. La cercanía de la muerte tiene un impacto directo. Valoramos la vida, recalibramos las prioridades, relativizamos los problemas.

El tercer punto es histórico. Los grandes villanos existieron desde siempre, porque son necesarios los personajes que encarnen lo negativo que tenemos dentro.

El espejo oscuro

Más allá de los factores mencionados, para la escritora Mercedes Rosende, otro elemento de esta fascinación es el bombardeo de oferta existente.

Rosende, autora de novelas policiales como El miserere de los cocodrilos y Mujer equivocada, cree que “nos hemos netflixado”.

Las plataformas generan una influencia en esta fascinación. Pero después nos quedamos porque queremos conocer el propósito de esa violencia, cómo funcionan esas mentes y cómo alguien comete la aberración de quitar una vida. Mientras el periodismo cuenta los hechos de una forma más aséptica, la ficción o los documentales buscan contar esas razones”, explicó la escritora.

Cierta intención de humanizar a estas figuras ha aparecido en algunas de las obras cumbre del género, desde la excelente serie Mindhunter hasta Misántropo. Esa humanización se cruza con la fascinación que general el mal por si mismo, pero también se apoya en la sorpresa y la cercanía.

“Es algo que pasa delante de tus ojos y no lo pudiste ver”, apunta el escritor y guionista Rodolfo Santullo, otro cultor habitual del género negro. “Es esa idea de ‘no puede ser, el muchacho de la esquina mató a alguien, pero era tan bueno’”, agrega.

Rosende señala que esa idea del miedo escondido en nuestra propia cuadra es otro elemento clave de esta obsesión. “Tenemos miedo a ir presos, a las represalias de ejercer la violencia. Además está el pacto social, que es que el monopolio de la violencia lo tiene el estado. Entonces el asesino que puede ser un vecino, es el que cruzó esa raya, el que sobrepasó el miedo a las consecuencias”.

Su colega Santullo agrega que hay también un elemento de “menos mal que no me pasó a mí”, y que la pantalla o la página ejercen como mediador y salvavidas entre ese horror y el consumidor.

Misántropo

Desde el costado académico, Álvarez explica que el delincuente, y sobre todo el asesino psicópata, es el que cumple las fantasías que no nos animamos a cumplir. “De adolescentes pudimos llegar a sentir un odio extremo por un profesor, por ejemplo, y nos imaginamos matándolo. Pero estas figuras son las que ponen esas ideas en actos”.

Y plantea una comparación tan peculiar como certera: “es como ver a Maradona jugando al fútbol. Es el que hace lo que yo siempre quise hacer y nunca pude”.

El rol de la sociedad

A lo largo de su historia policial, Misántropo se desvía para hacer un pase de factura a la sociedad estadounidense, y criticar aspectos como el fácil acceso a las armas de alto calibre, el consumismo exacerbado y el rol de los medios de comunicación, algo que también han hecho otras historias de este tipo, desde la clásica M de Fritz Lang, que ya en 1931 criticaba la burocracia policial, la injerencia de los políticos en las investigaciones, y el tema de la justicia por mano propia, hasta Seven, de David Fincher, que comenta aspectos de la sociedad como la alienación y el papel de la religión.

Álvarez explica que si bien las sociedades pueden exacerbar algunos factores de riesgo que faciliten la aparición de asesinos seriales, las razones de fondo son biológicas.

Y a nivel narrativo, Santullo plantea que si bien los mensajes pueden estar en este tipo de historias, tienen que estar equilibrados con la trama. “La historia tiene que tener valor y funcionar en sí misma”, explica.

Saturados de crimen

La industria del entretenimiento, como tantas otras, funciona con una lógica de oferta y demanda, y también hay cuestiones de modas. Oleadas que vienen y van, una trayectoria a las que no son ajenas las historias sobre asesinos. Así como El silencio de los inocentes y Seven generaron una seguidilla de relatos similares, ahora domina el true crime, las historias basadas en, o que cuentan, casos reales.

Un formato todavía más morboso, porque todo lo que se narra allí sucedió, y que además, está más limitado en cuanto a la variedad narrativa, lo que puede generar más rápido una saturación de parte del público.

Algo que, sin embargo, hasta ahora no ha sucedido y no tiene miras de suceder en el corto plazo. Para Álvarez hay todavía una demanda, que puede llevar a tener un impacto en algunas personas. “Esto desensibiliza sobre la violencia extrema. No es que pueda provocar que alguien salga a imitarlos, pero que alguien que está predispuesto a la violencia se vea expuesto de esta forma, puede generar algo “preocupante”.

Rosende, por su parte, señala que la conexión de estas sagas criminales con el morbo inherente a la vida humana no tiene nada de malo. “Hay que desacralizarlo. No sé por qué está mal visto, es parte de la naturaleza humana. Es una manifestación de nuestra curiosidad”.

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