Misántropo se estrena este jueves en cines
Nicolás Tabárez

Nicolás Tabárez

Periodista de cultura y espectáculos

Espectáculos y Cultura > ESTRENO DE CINE

Misántropo: el director de Relatos Salvajes y Los Simuladores le pega a Estados Unidos desde adentro

El cineasta argentino Damián Szifrón debuta en Hollywood con un policial que critica a la sociedad estadounidense y revierte algunos clichés
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10 de mayo de 2023 a las 05:02

La carrera del cineasta argentino Damián Szifrón es bastante particular. A lo largo de las dos últimas décadas su nombre estuvo asociado a contados proyectos, tanto en cine como en televisión, pero los títulos están entre lo más aplaudido, exitoso y memorable de la producción audiovisual argentina reciente.

Una trayectoria ascendente que va desde el boom de Los Simuladores (con proyección internacional, celebrada por propios y extraños, y hasta con remakes extranjeros), hasta películas como la excelente Tiempo de valientes –donde unos cuantos aprendimos gracias a Diego Peretti que El payaso plim plim tiene la misma melodía que el Feliz cumpleaños– y luego ese fenómeno que fue Relatos Salvajes, nominada al Oscar, ganadora del Goya, y responsable del ingreso de frases como “fílmame esto, Néstor” o del personaje de Ricardo Darín, “Bombita”, al imaginario colectivo rioplatense.

El hitazo que fue esa película (apenas la tercera de la carrera de Szifrón), le abrió al director porteño las puertas de Hollywood. Pero en la tierra de las estrellas, terminó quemado.

Durante tres años estuvo atado como guionista y director a una adaptación de la serie El hombre nuclear al cine con Mark Wahlberg como protagonista, que en las últimas semanas ha descrito como una experiencia frustrante, un choque frontal con la lógica industrial de Hollywood: las intervenciones de los ejecutivos y la perversión de sus ideas originales para hacer algo masivo y llano, apto para todo público.

Pero Szifrón no volvió del norte con las manos vacías. Porque este jueves se estrena en cines la película que realizó en Hollywood, Misántropo, un thriller cargado de ideas interesantes (y bastante subversivas, teniendo en cuenta dónde hizo el filme), y que rompe algunos esquemas de un género y una trama que se ha visto varias veces.

En una magnífica secuencia inicial, la película plantea un conflicto tan sencillo como escalofriante. Durante los festejos de Año Nuevo en la ciudad de Baltimore, un francotirador empieza a disparar indiscriminadamente contra los que celebran en las terrazas, azoteas, balcones y apartamentos del centro de la ciudad, con sus tiros camuflados con la explosión de fuegos artificiales.

Hombres, mujeres, niños y ancianos empiezan a caer repentinamente, desatando el caos y generando altos niveles de tensión mientras música electrónica machaca por los parlantes, las multitudes vocean una cuenta regresiva y cada llamarada pirotécnica enmascara una muerte.

El catastrófico ataque deja a su autor en la cima de la lista de más buscados y como objetivo de una cacería que tendrá al frente a la típica dupla: una mujer inexperta pero con talento y la capacidad de meterse en la mente del criminal (Shailene Woodley, también productora de la película), y un veterano de mil batallas que la toma como protegida mientras lidia con la burocracia y la competencia interna de los agentes del FBI, y la mano de los políticos locales, más interesados en resolver rápido el asunto para no asustar ni a los votantes ni al gobierno nacional, que evalúa donde establecer un proyecto que traerá millones de dólares (Ben Mendelsohn).

Son inevitables los paralelismos con películas como El silencio de los inocentes o El coleccionista de huesos, pero también se pueden trazar otras líneas cinéfilas hacia las demás influencias notorias que Szifrón trajo a colación en este proyecto: está, obviamente, la herencia de Alfred Hitchcock –el título en inglés de la película, de hecho, es el flojo To catch a killer, clara referencia al To catch a thief del inglés—, y hay mucha marca del thriller estadounidense de los 70, de aquellas obras de Francis Ford Coppola como La conversación o los thrillers de William Friedkin, con aquella intención crítica y “antisistema” que permeaba en el movimiento que después se llamó Nuevo Hollywood, que también está presente en Misántropo.

Con esa herencia bien clara y patente, Szifrón entrega un thriller magnético e implacable, bastante oscuro en sus postulados (esta no es una película amable) pero una notable adición a un género que ya no tiene la presencia cinematográfica de antes, pero que cuando se hace bien es capaz de impresionar en distintos niveles.

A lo largo de su carrera, el director y sus colaboradores han creado imágenes memorables en sus distintas películas, jugando con las cámaras, la iluminación y los demás recursos visuales. Aquí se plantean algunos planos fascinantes, como el que abre la película, y se componen algunas estampas impactantes a lo largo de todo el metraje.

Las luchas de poder y burocráticas en las fuerzas del orden juegan un rol clave en la trama de la película

Pero tan llamativo como eso, y quizás el aspecto más revulsivo de la película, es tomar esta trama de persecución policial a un asesino en masa para analizar, subrayar y pegarle a Estados Unidos en algunos de sus defectos sociales más notorios. Algo que permite la distancia de ver al país de afuera, como es el caso del director argentino, pero que muestra valor en que le hayan permitido hacerlo desde adentro del propio sistema al que critica.

Misántropo carga sus tintas contra el acceso fácil y la proliferación de armas, el consumismo exacerbado y la “carrera de ratas capitalista” que castiga al que se queda afuera del juego, contra el militarismo americano, el rol de los medios de comunicación, a las periódicas matanzas en lugares públicos que se dan en Estados Unidos y las razones detrás de esos crímenes, y la búsqueda de culpables fáciles que preferentemente pertenezcan a minorías étnicas y religiosas.

Una puesta del país ante su espejo oscuro que puede ser uno de los argumentos por los que la película fue muy mal recibida por la crítica de ese país, pero aplaudida a cuatro manos por los europeos –en particular los franceses, siempre bien dispuestos a tirarles un palito a los yanquis– y por los argentinos, aunque ahí seguro también tiró la camiseta albiceleste.

Más allá de divisiones geográficas, la película peca en ocasiones de caer en facilismos y obviedades para dar esos mensajes. En un determinado pasaje, por ejemplo, los investigadores trepan una montaña de basura donde son claramente identificables los empaques de algunas cadenas de comida rápida, cafeterías, marcas de cerveza y demás productos de origen estadounidense y que se han convertido en sinónimos de la cultura y el imperialismo, en busca de una pista del asesino.

Fuera de esos tropiezos, y de algunos segmentos donde el guion se hace un poco más flojo y burdo, sobre todo hacia el final, hay una larga lista de planteos interesantes, entre ellos el intento de no plasmar al asesino como un criminal desalmado ni como un monstruo anómalo, sino como un fruto de una sociedad rota y poco empática. A fin de cuentas, como un ser humano para el que en algún momento todo salió mal y la única opción que le dieron era la de empuñar un rifle y salir a descargarse contra los anónimos pobladores del capitalismo tardío.

Con sus imperfecciones, que son a su vez producto de sus rasgos más atrevidos y diferentes, Damián Szifrón entrega una película que probablemente será una rareza en su carrera, pero que no deja de ser un muy buen ejercicio de cine de género, con el que el director trata de romper convenciones, revertir estereotipos y dejar algo más que un policial bien edificado y eficaz: salir de la sala con algunas reflexiones dando vueltas en la cabeza.

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