ARIS MESSINIS / AFP

El error de Occidente

Básicamente Estados Unidos y Europa, más algunas naciones como Canadá, Australia y otros países, han fomentado la riesgosa invasión a la que se lanzó Putin contra Ucrania

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13 de marzo de 2022 a las 05:00

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Ante todo digámoslo con claridad: Rusia cometió una clara y flagrante violación de los más básicos principios del derecho internacional y de la justicia que los guía al invadir un país pacífico y al llevar las operaciones militares en Ucrania a una guerra en toda la regla y no meramente una “intervención militar específica” como ha tratado de “vender” su invasión al mundo y al pueblo ruso. Por eso prohíbe que los medios de comunicación rusos hablen de “guerra” y mandó aprobar una ley que castiga con hasta 15 años de prisión a quien difunda “noticias falsas”. Habría que preguntarle a Putin que entiende por noticias falsas pero claramente decir que hay una guerra en Ucrania o una invasión es, para el régimen ruso, una “noticia falsa”.

Así esta el mundo y por ello todos los medios de prensa occidentales se están yendo de Rusia o se llaman a silencio. Y los medios rusos independientes están siendo sofocados política y económicamente.

Dicho esto, y sin pretender justificar por un minuto una invasión repudiable que no se ha dado en Europa desde la segunda guerra mundial, hay que convenir que Occidente (básicamente Estados Unidos y Europa más algunas naciones como Canadá, Australia y otros países) han fomentado la riesgosa invasión a la que se lanzó Putin, pensando que no había realmente adversario con afán de defender lo suyo.

Primero, con las muestras de debilidad y desconcierto que fueron transmitiendo en los últimos años. Estados Unidos con su afán de retirarse de su papel de líder del mundo libre, algo que quedó claro cuando la anexión de Crimea en 2014. Europa con una falta de voluntad de aumento de su gasto en defensa, esperando que el Tío Sam siguiera siendo el soporte económico y militar de la Alianza Atlántica. Algo que Trump se los recordó varias veces a los países europeos sin que estos se preocuparan por hacerse cargo de la defensa de su territorio. En segundo lugar, el cambio en la política energética de Europa y sobre todo de Alemania para sustituir la energía nuclear por el gas ruso que llega por el gasoducto NordStream 1, al cual se iba a añadir un NordStream 2. Hoy por hoy Rusia provee el 40% de la energía que consume Europa. En varias oportunidades Trump advirtió a Europa y en especial a Alemania del peligro de depender excesivamente de una fuente de energía y de un solo país, dirigido además por un presidente que no tenía las habituales limitaciones de una República. Bien se sabe como juegan en Rusia los otros dos poderes. A los europeos y a los alemanes en particular no le gustaron las advertencias de Trump no solo porque no les gustaba la figura controvertida del presidente americano sino porque eran verdades del más completo sentido común. Hoy Europa se lamenta esa excesiva dependencia del gas ruso pero la marcha atrás llevará muchos años.

Y en tercer lugar, el otro error y quizá el más grave, fue el de expandir la esfera de influencia de OTAN, sumando a muchos países que eran neutrales o estaban dentro del viejo  Pacto de Varsovia. La NATO tenía su sentido cuando existía la URSS y cuando además estaban los países del Pacto de Varsovia pegados a las fronteras de Europa Occidental. Disueltas la URSS y el Pacto de Varsovia tras la caída del ominoso muro de Berlín, la OTAN perdió gran parte de su sentido. Pero en lugar de readecuarse a las nuevas realidades y necesidades de defensa de Europa Occidental, fue agregando nuevos países a su organización. Desde su formación en 1949 con doce miembros fundadores hoy tiene 30. La OTAN incluyó a Grecia y Turquía en 1952, Alemania Occidente en 1955, y España en 1982. En 1999 les tocó a Polonia, Hungría y República Checa. Y poco más tarde a Bulgaria, Estonia, Lituania, Letonia, Eslovaquia, Rumania y Eslovenia. Más recientemente se unieron Albania y Croacia. Y en 2017 se reconoció a Montenegro y Macedonia del Norte. 

Para Occidente resulta obvio que la OTAN es un organismo militar de carácter defensivo pero a los ojos rusos ello no es así y esta expansión constante lo confirma. Cualquier gobernante ruso, aunque no fuera un autócrata como Putin, no vería con buenos ojos esta expansión. Menos aun vería con agrado o sin preocupación la creciente occidentalización de Ucrania, país cuya historia está atada a la de Rusia por más de 300 años. 

Y en los últimos años, el gobierno ucraniano intensificó su acercamiento a Occidente. Algo lícito para un país independiente como Ucrania pero no tan normal para un país como Rusia que vio como se le esfumó la URSS, que trata de recuperar sus fueros perdidos y que suele ver con paranoia los movimientos de los países occidentales.

Hoy estamos en medio de esta guerra en Ucrania. Injusta y repudiable como pocas pero que complica mucho no solo a los combatientes (Rusia y Ucrania) sino a toda la economía mundial. Si algo sorprendió a propios y extraños fue la fuerte reacción de Occidente en defensa de la integridad de Ucrania. Eso habla bien de países que ayudan al agredido injustamente pero es una reacción tardía. La invasión de Ucrania pudo y debió evitarse. Occidente se durmió y ahora hay que pagar, a alto costo, los platos rotos.

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