El gobierno a los 12 meses: qué es, qué no es y qué dudas quedan

Una evaluación del primer año de gestión tomando como medida las críticas previas que recibía la coalición multicolor y los objetivos fijados en la campaña electoral

Tiempo de lectura: -'

26 de febrero de 2021 a las 15:34

Estás por alcanzar el límite de notas.

Suscribite ahora a

Pasá de informarte a formar tu opinión.

Suscribite desde US$ 3 45 / mes

Esta es tu última nota gratuita.

Se parte de desde US$ 3 45 / mes

A pocas horas de que la administración multicolor encabezada por Luis Lacalle Pou cumpla un año, la newsletter EnClave de esta semana tiene el siguiente objetivo: describir lo que sabemos del actual gobierno por sus primeros 12 meses en función de lo que se podía esperar, las críticas previas que se le hacían y los objetivos que se había fijado en la campaña.

¿Qué es, qué no es y qué aspectos están en duda?

No es herrerista, versión años 90. Sobre Luis Lacalle Pou pesaron no solo muchos prejuicios, sino también una constante subestimación por buena parte de sus adversarios. La izquierda pensó -y muchos aún siguen ese camino- de que podrían encasillarlo como un cuco neoliberal, algo que en su momento le salió bien con el gobierno de su padre, Luis Alberto Lacalle Herrera (1990-1995).

Pero si bien es obvio que hasta por tradición familiar Lacalle Pou tiene una composición herrerista en muchísimos aspectos, no lo es estrictamente en términos económicos. O al menos no en la versión de los 90 que a muchos en el Frente Amplio le encantaría que fuese para poder confrontarlo más fácilmente.

Su gobierno no apareció en este primer año de gestión ni volcado a la derecha en cuestiones económicas pero tampoco como conservador en cuestiones sociales. Por el contrario, ha mostrado que su composición ideológica es mucho más compleja que como sus adversarios la quieren pintar. Defiende y mantiene muchas de las políticas sociales y fue inteligente al asignar a Pablo Bartol allí porque es un escudo que lo protege en un área muy sensible.

En materia económica no se plantean cambios drásticos a lo que fueron las políticas de los últimos 20 años. Tampoco hay transformaciones privatizadoras ni ningún elemento de reforma estatal que implique un retorno de esa visión de que el Estado debe ser sí o sí más chico. Ha habido recortes, pero ninguno drástico. Más con el concepto de mejorar los servicios y en un futuro bajar los costos a la ciudadanía, pero por ahora nada radical.

En lo laboral también ha sido inteligente al elegir a Pablo Mieres como escudo político. No solo por su pasado de izquierda sino por su perfil más de centro.

El expresidente Luis Lacalle Herrera y su hijo Luis Lacalle Pou, visitando la tumba de Herrera

Es de ADN liberal acérrimo. En aspectos de la libertades individuales y personales sí es un liberal total (un matiz es el aborto, asunto que de todas formas este gobierno no se plantea modificar).

Ese ADN se ve en las pequeñas decisiones, pero también en las enormes, como su postura contraria a la llevada adelante por el resto de los líderes mundiales sobre el confinamiento en la pandemia. Allí primó ese ADN liberal. Cuando tuvo que tomar decisiones en el sentido contrario a eso, se notó que al gobierno le dolió muchísimo.
 

No es mega transformador. Tiene objetivos que pueden resultar ambiciosos en seguridad, por ejemplo, o incluso en educación, aunque en este último punto más tímidos de lo que se podía esperar. Pero al menos en este año no es un gobierno que se plante como mega transformador. Salvo una reforma inevitable en la seguridad social -que la debía asumir el gobierno que fuese- no hay una actitud como por ejemplo la que tuvo el Frente Amplio en su primera administración (2005-2010) de presentar varias reformas estructurales (impositiva, sanitaria, educativa, estatal aunque frustrada). Es verdad que en la Ley de Urgente Consideración (LUC) hay muchísimas reformas. Pero todas ellas de una dimensión muy acotada.
 

Es rápido de reflejos. Si hay algo que demostró la pandemia y la reacción del Poder Ejecutivo es que otra de las subestimaciones de la izquierda sobre el líder blanco era incorrecta. El Frente Amplio hizo del concepto de que Lacalle no estaba preparado para gobernar el foco principal. Sin embargo, en estos meses el gobierno demostró que sí podía asumir la gestión de manera segura e incluso afrontar una crisis global inesperada durante la campaña electoral. Se mostró rápido de reflejos, gestionó problemas difíciles con serenidad y ganó muchísimo tiempo. Pero esa rapidez de reflejo no solo se ve en la pandemia. También fue hábil políticamente para que esa crisis sanitaria no bloqueara el resto de la gestión y pudiese aprobar la LUC, por más que hubo intentos de freno internos y externos al bloque de gobierno.
 

No es el más dialoguista. Es un gobierno receptivo y de oídos abiertos. Tanto el presidente como los ministros reciben a todos los que les piden una reunión. Los escuchan. Allí hay un contraste claro con la actitud al menos del último gobierno de izquierda, que ignoró todos los pedidos de reunión o planteos opositores.

Pero esa no es la única condición para considerarse dialoguista. Al menos en estos primeros 12 meses la actitud que ha tenido la coalición para gobernar es muy similar a la que le criticaba al Frente Amplio: resuelven los temas en la interna y si después hay acuerdo, genial. Pero son muy pocas las ideas presentadas por la oposición tomadas realmente en cuenta por el gobierno.

Es muy bueno comunicando. De los puntos más altos de la gestión es haber sabido comunicar los logros y minimizar las debilidades. El presidente es el mejor en ese terreno. La pandemia le dio una oportunidad que a la vez era un desafío: llenar el horario central de la TV a diario durante varias semanas con un mensaje claro para momentos delicados. Pero lo hicieron bien. Tanto él, como el secretario de la Presidencia Álvaro Delgado y algunos de los ministros. Pero la actitud siempre abierta a explicar trasciende a la pandemia y es un terreno donde las principales autoridades se mueven bien por ahora.
 

Leonardo Carreño
La mítica conferencia del 13 de marzo con los primeros caso

Es de un personalismo presidencial. Lacalle ha concentrado mucho poder. Primero porque nunca aceptó una mesa de diálogo permanente con los otros líderes de la coalición. En segundo lugar porque el consejo de ministros ocupa un rol muy secundario. A todos los actores políticos los hace jugar con él mano a mano.  Eso no sólo licúa el poder de todos, sino que lleva a que todos los asuntos tengan que pasar por Lacalle o su equipo.

 

No es bueno coordinando. Por el mismo motivo de la concentración presidencial, es un gobierno que ha tenido muchos problemas de coordinación. Le falta mucho aceite al diálogo político entre los ministerios y debería ser un asunto a corregir para evitar que sigan ocurriendo decenas de marchas y contramarchas como las que sucedieron en el año.

 

Es amarrete. Con el objetivo de cuidar los números de las cuentas públicas, ha sido un gobierno con el “no” muy fácil. Eso, en un contexto de crisis económica derivada por la pandemia, empieza a ponerle mucha presión al equipo económico por parte de los socios de la coalición.  Es clave observar si en los anuncios previstos para el próximo martes 2 hay algún cambio en ese rumbo.

Camilo dos Santos
La ministra de Economía Azucena Arbeleche

No es pro empresario, pero… Luego de 15 años de gobiernos de izquierda en el que el péndulo de la balanza entre empresarios y trabajadores estuvo muy corrido hacia el movimiento sindical, podía esperarse que ahora sucediese lo contrario.  En líneas generales no sucedió. El gobierno ha sido cuidadoso de no aparecer como pro-patronal, pero hay algunos rubros o temas en donde sí se ve una cierta preferencia para los empresarios (etiquetado de alimentos, ley de medios, por ejemplo).

 

Es masculino. La presencia femenina en el gobierno es muy minoritaria y está absolutamente desequilibrada con la población.

Diego Battiste
El gabinete de Lacalle Pou es predominantemente masculino

Es riguroso ante el error propio y tiene marcha atrás. Ha demostrado que cuando hay errores o se advierte que una decisión estuvo mal, no ha tenido problema en pegar un volantazo. Durante los primeros meses también fue un gobierno que se mostró riguroso y cesó a muchos jerarcas por errores o declaraciones desafortunadas. Con el correr del tiempo ese listón pareció correrse más abajo.

 

¿El gobierno tiene unidad? Hasta ahora la coalición ha trabajado de forma muy unitaria. No tuvo grandes divergencias, logró aprobar la mayoría de los asuntos que se propuso y sigue unida. Es difícil asegurar hoy que eso se mantendrá en el tiempo, pero por ahora es algo que funcionó.

 

¿Es revisionista? El tono en la campaña, los anuncios de auditorías y algunas señales de cambio hacían creer que este sería un gobierno revisionista.  Sin embargo, no ha sido así hasta ahora. Tal vez porque las cosas que encontraron las auditorías no fueron lo suficientemente escandalosas y graves o porque se han encontrado con una oposición tan débil que no ha sido necesario golpearla por su pasado. En cualquier caso, no está claro que sea un asunto cerrado.

 

Soy Gonzalo Ferreira, editor jefe de El Observador. Podés escribirme a este mail por sugerencias y comentarios.
CONTENIDO EXCLUSIVO Member

Esta nota es exclusiva para suscriptores.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

¿Ya sos suscriptor?
iniciá sesión aquí

Alcanzaste el límite de notas gratuitas.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

Registrate gratis y seguí navegando.