Martín Varini se encontraba en la casa de su novia cuando recibió el llamado de Juan Ahuntchain. Aunque era muy joven aún, ya había dejado de jugar al fútbol y estaba dedicado al trabajo en el área financiera. Primero lo hizo en un estudio de abogados y después en Trafilea, una empresa de marketing digital. Entonces pensó que Ahuntchain, a quien conocía de Defensor, lo quería como jugador. Pero no, su intención era que volviera al club como entrenador. Pero Varini ni siquiera tenía el curso hecho.
“Me dijo que estaba seguro que me iba a ir bien porque conocía mi perfil. Nunca le pregunté que me vio, pero supongo que habrá sido el liderazgo, la personalidad. Como jugador lo hacía, era capitán y me sentía cómodo en el manejo del vestuario. Y Juan me conocía de toda mi etapa de juvenil. Esa llamada fue el empujoncito que necesitaba y me puse a averiguar para hacer el curso y me anoté en la ACJ”, contó Varini a Referí, días después de haber debutado como entrenador de Primera división con 29 años, dirigiendo a Rentistas en la Copa Libertadores frente a Racing de Avellaneda.
A San Pablo
El plantel de Rentistas tuvo libre el viernes y desde este sábado empieza la semana pensando en San Pablo. Viajan el miércoles por la mañana y juegan el jueves a la hora 21 en el Morumbí.
Un partido que estuvo a minutos de ganar, pero finalmente fue 1-1 en el estadio Centenario. Un resultado histórico para Rentistas, pero a la vez con gusto a poco: “La noche del partido tenía mucha amargura y ayer (jueves) también. Por momentos con esa rabia común a toda la gente que vio el partido, ¡qué lástima!, ¡qué cerca que estuvimos! Pero pasan las horas y uno va poniendo en contexto y lo que obtuvimos ya fue hazañoso. Poder competirle, empatar y obtener el primer punto de Rentistas en la Copa Libertadores frente a un grande de América como lo es Racing ya es un resultado muy bueno. Lo que pasa que analizando el partido entendemos que merecimos más, que pudimos liquidarlo antes, entonces queda esa espinita. Pero también habla de la mentalidad del grupo, de la mentalidad nuestra de ser ultra competitivos y tampoco atemorizarnos por los rivales; respetarlos, trabajar mucho en función de ello, pero sabiendo que podemos hacerle daño a cualquiera”, expresó Varini.
Uno de los puntos que se destacó del funcionamiento de los rojos fue el equilibrio que mostró el equipo, defenderse sí, pero no olvidarse de ofender: “Fue nuestra intención. Van a pasar partidos que nos vamos a meter atrás y no es que nosotros planificamos meternos atrás, sino que el jugador empieza a verse superado por el rival y el instinto de supervivencia te indica que tenés que refugiarte porque en el arco te hacen los goles. Eso es muy natural y a veces desde afuera se piensa que el entrenador tira el equipo atrás, que puede pasar, pero muchas veces es del juego. Lo que sí intentamos hacer es darle herramientas a los jugadores para que puedan manejarse con las dos miras, cuidarnos, pero también lastimar al rival, no entrar a un partido simplemente a neutralizar al rival” señaló el joven DT.
"Yo intento liderar un grupo a partir del conocimiento, que el jugador me crea porque está convencido que lo estoy ayudando a mejorar ya resolver las situaciones que se dan en un partido y no tanto desde la autoridad y la imposición” (Martín Varini).
Desde el día del sorteo del grupo ya empezó a trabajar con el departamento de videoanálisis sobre las características de los rivales: Racing, San Pablo y Sporting Cristal: “Racing tuvo prioridad porque era el primero y cada entrenamiento que fuimos haciendo tenía como objetivo el partido contra Racing. Ellos manejaban algún patrón en sus movimientos que los repitieron el otro día, entonces los jugadores nuestros por lo menos no se vieron sorprendidos. Después, obviamente, por más trabajo que uno haga en el fútbol lo terminan definiendo los jugadores y las individualidades, y sabíamos que Racing nos podía lastimar porque tiene individualidades muy buenas, lo mismo que San Pablo. Pero por lo menos nuestro trabajo es que el jugador no entre a la cancha sin saber qué hacer”.
A Varini le gusta meter horas extras para estar bien preparado, pero al momento de hablar con el futbolista, trata de ser sencillo: “Los entrenadores tenemos un problema y es que el resultado, si bien podemos hacer muchas cosas para obtenerlo, nadie nos lo va asegurar. Entonces manejamos un nivel de incertidumbre a la hora del partido bastante grande, que yo intento reducirlo con el trabajo. Me gusta trabajar mucho, estar todo el día analizando situaciones, diseñando tareas, estar en los detalles que me hagan que ese margen que hay entre si la pelota entra o sale o pega en el palo, sea solamente eso y no sean cosas libradas al azar o dejadas al libre albedrío de los jugadores y la toma de decisiones de ellos. Confiamos mucho en la libertad de los jugadores para jugar, pero dentro de una estructura y un trabajo entrenado en la semana. A la hora de hablar me gusta ser sencillo, simple, sin misterio, cercano al jugador, abierto al diálogo pero sin misterio”.
Tanto le gusta dirigir que ni siquiera le importó en su momento dejar un buen trabajo, con un importante salario, para empezar en la Séptima de Defensor sin saber siquiera cuánto iba a ganar. “Yo tenía 24, 25 años, vivía todavía con mis padres y no tenía demasiadas urgencias. En ese momento lo podía hacer”, contó.
Un día tenía una duda y llamó a Fernando Curutchet. Se reunieron al mediodía y comieron una pizza mientras le sacaba jugo al conocimiento del entrenador. No le importó que fuera un 24 de diciembre. Así es Varini y así jugó Rentistas frente a Racing.
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