Con más de 30 años de oficio, Alfonso Pintos recuerda cuando de chico un 6 de enero le regalaron una valija con herramientas, que contenía serrucho, martillo, una caja con clavos, escuadra, entre otras.
Después de ese día, una manualidad innata lo llevó a encontrar el entusiasmo por la carpintería y la madera, estableciendo ese vínculo íntimo con un insumo esencial en la vida cotidiana de cualquier uruguayo, que a veces pasa desapercibido. Pintos cerró su círculo con la formación en la Universidad del Trabajo del Uruguay (UTU) y después de ahí no paró de trabajar como carpintero.
La llegada de hace alrededor 20 años de muebles importados desde Brasil y después desde China, hizo que a pesar de tratarse de productos en general de peor calidad que los de producción nacional, el trabajo para la carpintería bajara mucho.
Fueron muchos los carpinteros que desaparecieron en estos años, relata José Luis Sánchez, que se dedica a vender muebles desde hace más de 30 años. Para el comerciante, aunque se sigue entendiendo que la mueblería de origen uruguayo es la de mejor calidad, “si una persona ve un mueble de $ 2.000 y otro de $ 5.000, va a optar seguramente por el primero”.
“Hace 30 años había tres importadores, hoy hay decenas”, ejemplificó. Sin embargo, Sánchez relató a El Observador que ante esta realidad que tiene lugar ya hace más de una década en Uruguay, el secreto comercial de la venta de madera en la actualidad está en poder combinar lo nacional con lo importado, ya que “con carpintería y muebles solo de origen local te vas a estancar, por lo que tenés que jugar a dos puntas”.
En tanto, Yolanda Cabral, propietaria de Mueblería Yola y esposa de Pintos, cuenta que “la carpintería en sí es noble, porque la madera te da mucho”.
Según la empresaria, los muchos rubros que hay en la madera permiten que si bien hay productos caros, “tenés todos los días cosas pequeñas o de menores costos que mueven caja, como materas, tablas o bancos, que son productos que se venden cotidianamente, a lo que se suman trabajos a medida”. Aunque estos últimos han bajado mucho, son los que permiten a los carpinteros sobrevivir gracias a su mayor utilidad.
“La carpintería en sí es noble, porque la madera te da mucho”.
Yolanda Cabral
Propietaria de Mueblería Yola
Para Pintos, si bien es cierto que a partir de la época en que empezaron a llegar desde Brasil placares de cocina, de dormitorios y camas implicó una merma en el trabajo, a la larga la gente descubrió al final del día que esos muebles de “baratos terminan saliendo caros” y finalmente “se termina por pedir un trabajo a medida que es lo que ha permitido que el oficio permanezca”.
"Uno camina por Montevideo y ve los placares preciosos tirados al costado. El secreto de eso lo sabemos nosotros los carpinteros”, comentó Pintos. El trabajador explicó a El Observador que lo que ocurre con los muebles importados en general es que “están rellenos con cáscaras de arroz” y esa es la gran diferencia con un “ropero enchapado nacional, que dura más años”.
“El aserrín molido que tienen esas chapas hacen que quede prendido y es difícil que se aflojen en las bisagras. En los otros casos, al tiempo de uso se te empiezan a trancar o caer las puertas y aflojar el fondo. Ningún carpintero quiere después saber nada con arreglar esos placares porque al poco tiempo te reclaman a vos. Lo importante de los muebles es que aguanten los tornillos y los clavos, que es lo que aguanta el mueble”, argumentó el carpintero.
A pesar de que muchos carpinteros han dejado el oficio en los últimos años, dado en parte al aumento de la importación, pero también, a una formalización del sector que llevó a que sobretodo para los pequeños emprendimientos los márgenes se achicaran, hubo a su vez una importante modernización en la forma de trabajo en la carpintería.
Según Roberto Ibarra, que con 50 años lleva más de 40 vínculado a la profesión, “la carpintería en Uruguay siempre fue a través de la madera y todo el mundo pensaba que iba a seguir siendo así, pero hoy en día ya no vale la pena trabajar con madera”.
“Lamentablemente los muebles brasileños que llegan a Uruguay son de última calidad y la gente empezó a comparar a esos muebles con el melamínico que se trabaja acá, y no es lo mismo. Hoy por hoy resulta díficil meterle en la cabeza a la gente que el melamínico es la evolución de la madera porque está instalada la imagen de los muebles brasileños que empezaron a llegar masivamente hace 15 años atrás”, comentó.
Ibarra, en línea con otros colegas consultados, dijo que con lo que más se trabaja en la actualidad en el rubro de la carpintería es con el melamínico, quedando bastante de lado la madera maciza como el cedro o el pino.
Aunque para Carlos Rey, de tradición familiar carpintero, el mercado se ha achicado efectivamente durante los últimos años, se pueden mantener ingresos estables gracias a “arreglos chicos y trabajos nuevos que surgen como pueden ser una cocina o un dormitorio”. Rey coincidió en que en el caso de los muebles importados “en algunos casos son medios desechables, pero a veces la gente también vuelve a comprar otros”.
Por su parte, Ibarra insistió que trabajar en el presente con madera maciza “no vale la pena porque no rinden los tiempos y la mano de obra en Uruguay es muy cara, por lo que no se puede estar dos semanas con un trabajo”.
Para hacer grandes cantidades como 200 sillas, explicó, se necesita de maquinaria y tecnología para que sea rentable y competitivo. “Hay una gran gama de muebles que hoy por hoy comparado en calidad y precio con un importado y un no importado, es muy grande la diferencia y vale la pena comprar un importado. Sillas, sofás o una cunita que te tiene que durar unos pocos meses son algunos ejemplos. Hay muchos muebles que no sirve comprar lo nacional hecho a medida. Sería un lujo porque te sale tres veces más y no vale la pena”, apuntó el carpintero.
A su vez, Ibarra que después de un viaje a Europa cambió toda su carpintería realizando una “reestructura total” para trabajar con melamínico, fue también crítico con los centros de educación en el país. El carpintero entiende que tanto UTU como los Talleres Don Bosco, “que eran las referencias en formación por excelencia, están desactualizados”.
“Le están enseñando a los chiquilines a armar una silla cuando ya nunca en la vida van a trabajar con madera. Se acabó. Hay que enseñarles a diseñar, a programar máquinas y a calcular. Se necesita mucho cálculo en la carpintería del presente. Hay que aprender a colocar sistemas de ensambles, no a hacer una caja y espiga como enseñan en la UTU, que ya es ridículo”, comentó el carpintero.
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