“Los perros no están ganado”, lamentó un productor rural de Colonia, Douglas Cortela, quien hace dos semanas es asediado por continuos ataques a su majada y ya va perdiendo más de 40 lanares de elevado valor genética. La última embestida fue en la madrugada de este domingo y una de las víctimas fue un ejemplar Merino Australiano, el Gran Campeón de la Expo Prado 2019.
“Agarraron al campeón del Prado del año pasado, no le hicieron mucho. Esperemos que mejore. No está desecho, pero tiene heridas. Me tiene mal el tema”, contó con profunda tristeza.
La majada Merino del establecimiento, ubicado en Colonia (en el kilómetro 25 de la ruta 12), es fruto de una selección que se ha venido realizando durante décadas, tanto que todo comenzó en 1953.
En total, según estima, ya son siete los ataques de los perros a su majada. El 13 de julio El Observador se comunicó con Cortela quien narró lo sucedido en ese momento, pero, lamentablemente el productor volvió a ser víctima de este flagelo que tiene en jaque al sector.
“Hemos sentido a los perros, salimos en vehículos, llamó a los vecinos y a la Policía. Rodeamos el campo, que son unas 20 hectáreas, y esperamos unos 20 minutos. Los perros no estaban más y habían 11 ovejas tiradas”, narró.
Ante la desesperación el productor rural se comunicó directamente con el ministro de Ganadería Agricultura y Pesca, Carlos María Uriarte; y con el ministro de Interior, Jorge Larrañaga: “Hay voluntad para hacer las cosas, pero están los tiempos políticos. Lo malo es que a este ritmo me quedan ovejas para siete u ocho meses porque no creo que salga algo antes de un año”, señaló.
Es difícil calcular las pérdidas económicas, dado que se trata de animales de alta carga genética y cuya lana se paga muy bien en el mercado. Además, todos los ejemplares estaban preñados por inseminación.
“Una oveja Merino general no baja de US$ 150. Estos ejemplares, entre la lana, la oveja, el cordero y la genética, cuestan entre US$ 300 y US$ 400. No las mire mucho para no calentarme, pero habían al menos tres ovejas que eran buenas buenas, y valen unos US$ 1.000. Es difícil ponerle precio”, expresó.
De todas formas, el productor lamenta más la pérdida genética y las horas de dedicación y trabajo
Por los constantes perjuicios el Cortela –quien trabaja junto a su hijo Nicolás- comenzó a encerrar a las ovejas y anoche tuvo casi 500 ovejas en los galpones, pero ya no tiene más espacio físico para poder seguir resguardando animales.
“De alguna manera lo vamos a agarrar. Algún día van a caer. Son perros que tiran o se vienen del pueblo. Ese es el problema, pero pasan los días y no pasa nada, es más delicado que lo que gente piensa y, por ahora, nos están ganando”, concluyó.
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