Finalizaba el invierno y un grupo numeroso nos despedíamos de la Universidad de Oviedo, ufanos con nuestras titulaciones y con el bagaje recibido. Varios de mis compañeros al marcharnos coincidimos en el vuelo de Oviedo a Madrid. Cuando todos habíamos descendido en el aeropuerto de Barajas, una de nuestras colegas, con emoción y firmeza nos dijo: “Escuchadme todos. ¿Os dais cuenta que nos despedimos para siempre después de estos años de estudios?” Nos emocionamos mucho porque no nos veríamos más. Algunos regresaban a ciudades europeas otros se quedarían en España. Algunos estábamos a punto de abordar los vuelos para América. Nos abrazamos. Habíamos pasado juntos varios cursos y algunos podían ya enjoyarse con el título de Especialista en Protocolo y Ceremonial por la Escuela Diplomática de Madrid y la Universidad de Oviedo.
Fueron años de cursos y clases con muchas emociones y exigencias. No olvido mi examen final. El titular de mesa me preguntó si iba a hablar de pie o sentado. Todo tiene su explicación porque la cátedra estaba ubicada sobre una tarima. Miré a mi alrededor y no había ninguna silla para mí. Con la mejor de mis sonrisas y para tranquilizarme respondí: “Voy hablar de pie”.
Pero el tiempo -los años- han pasado y con inmensa gratitud recuerdo a cada uno de nuestros profesores. Es de justicia que inicie la lista el Doctor Felio A. Vilarrubias. El nos trasmitió su saber con una sonrisa. El fue, de lejos, el profesor que supo arroparnos e indicarnos el camino.
En estos días -no sé por qué- he escuchado y leído en los medios de información, la palabra “protocolo”. Después de haber estudiado a conciencia la diferencia que existe entre “ceremonial” y “protocolo”, me sorprendo al comprobar la actualidad del protocolo. Se utiliza el término muchas veces y hasta un profesor expresó en un programa televisivo que había que aguardar una decisión del protocolo.
¿Cuál es el protocolo a seguir? ¿Son muchas las personas que asistirán al funeral por protocolo? “El protocolo no permite un ingreso masivo de personas a la capilla” o “por protocolo pueden acompañar al ataúd cuatro personas y un clérigo”. En fin, han convertido al protocolo en una mera disposición de las personas. Fue para mí muy conmovedora la escena de la presencia de un notario de 101 años que despedía a su hijo acompañado solamente por tres familiares más y un sacerdote.
No sé si por bien o por mal, muchas personas acatan las indicaciones dadas por los miembros de una empresa funeraria. Pero el protocolo está, en boca de todos: “por protocolo, pueden ocupar los asientos de la derecha” o “por protocolo pueden ascender cinco personas en el ascensor”.
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