Margaret Ann

El relato de la pasajera del Greg Mortimer que le escribió a Talvi y "sueña" con volver a Uruguay

"Lo que Uruguay nos ha enseñado, en términos de profesionalismo, compasión y humanidad, eso permanecerá conmigo para siempre", contó Margaret Ann a El Observador desde Melbourne

Tiempo de lectura: -'

18 de abril de 2020 a las 05:01

Estás por alcanzar el límite de notas.

Suscribite ahora a

Pasá de informarte a formar tu opinión.

Suscribite desde US$ 3 45 / mes

Esta es tu última nota gratuita.

Se parte de desde US$ 3 45 / mes

En la cuarentena de un hotel en Melbourne, aún lejos pero un poco más cerca de su hogar en Sidney, Margaret Ann no puede dejar de pensar en Uruguay. Esta mujer australiana de 67 años había planeado un largo viaje al sur de América del Sur, pero el estado tapón entre Argentina y Brasil no había entrado en el itinerario. Hasta que se cruzó el coronavirus covid-19 por el camino. 

Ann es una de los 112 pasajeros del Greg Mortimer, el crucero de la compañía Aurora que tenía previsto recorrer los glaciares pero acabó pasando sus días frente a la bahía montevideana con la pandemia a bordo. Los dos tests que le hicieron –uno en el barco y otro ahora en su regreso a Oceanía– dicen que no tuvo la enfermedad, pero los doctores le afirman que es prácticamente imposible que no se haya contagiado. Son buenas noticias, porque significa que sobrellevó el covid-19 sin sus síntomas. 

Su peripecia comenzó en los primeros días de marzo, cuando todavía no regía una advertencia para los vuelos hacia Sudamérica. Primero viajó a Brasil y unas semanas después se tomó un avión a Ushuaia (Argentina). "La fecha de salida era el 15 y se suponía que duraría 21 días", cuenta a El Observador. "Fue una decisión difícil en ese momento. Un día antes seguramente hubiésemos salido sin discusión. Un día más tarde no hubiésemos salido de ninguna forma", afirma Ann. 

El crucero finalmente zarpó y en los primeros días no había señales de lo que vendría después. "Todo iba bien. Desde el momento en que subimos nos tomaban la temperatura todos los días y eran muy estrictos en la higiene. Después a los dos días de partir, Argentina cerró sus fronteras. Ahí se cambió el rumbo hacia las Falklands pero ellos tampoco nos dejaron ir. Y fue entonces que el amoroso Uruguay nos aceptó", dice la mujer australiana.

PABLO PORCIUNCULA / AFP

El 21 de marzo, seis días después de haber zarpado de Ushuaia, el crucero fondeó frente a la costa uruguaya. Pero ya para entonces la vida arriba del barco había cambiado. Todos los pasajeros estaban aislados en sus cabinas. La comida les llegaba a la habitación y al terminar los platos debían dejarse afuera. "Recibíamos información por parte de los líderes de la expedición, y casi todos los días teníamos actualizaciones de la compañía. Cuando llegamos a Montevideo y se empezaron a hacer tests, las cosas empezaron a complicarse, con tantos resultados positivos. Pero de esos resultados, la mayoría no tenía ningún síntoma", cuenta Ann, a cuya compañera de cabina sí le dio positivo. "Por estar encerradas juntas, me dicen que no hay forma de no haber contraído el virus".

Lo único que sintió fue un mareo que en principio atribuyó al "embravecido Río de la Plata", pero que en "retrospectiva" supone que fue el covid-19.

De las más de 200 personas a bordo, hubo 128 que dieron positivo en pruebas de covid-19, según la naviera propietaria de la embarcación. Eso llevó a coordinar un operativo especial para que el barco fondeado en aguas uruguayas durante dos semanas arribara el viernes 11 por primera vez al puerto y 112 de sus pasajeros fueran trasladados a través de un cordón sanitario desde la zona de la Aduana al Aeropuerto de Carrasco, para partir hacia Australia.

Cancillería

"Yo asumí desde el principio que estábamos siendo cuidados y atendidos por la compañía, nuestro gobierno y el uruguayo, así que mi visión fue: solo te podés preocupar por las cosas que controlás, y eso se reducía a las cuatro paredes de la cabina", dice Ann. Las actividades del día consistían en levantarse y dormir, navegar por internet, comer y esperar las actualizaciones.

El médico del crucero que atendía a todos los pasajeros pronto se enfermó y tuvo que ser suplantado. Recién este miércoles fue dado de alta en el Casmu y retornó al barco aplaudido por la tripulación. 

En su lugar llegaron médicos uruguayos y los días siguieron hasta que se confirmó la operación de retorno.

Ann dio 40 pasos en tierra uruguaya. Veinte en el puerto, cuando caminó hasta el ómnibus, y otros veinte en el aeropuerto, del ómnibus al avión. Como dice que eso no le bastó, ahora promete volver cuando todo pase.

Al regresar a su país le mandó una carta al canciller Ernesto Talvi diciendo que tendrá "una deuda" con él y Uruguay "por el resto de la vida". Por teléfono, pide "por favor, por favor, por favor" que quede claro su "eterno agradecimiento". Que la "compasión y humanidad" de Uruguay "un ejemplo para el mundo". Que conoció un "país pequeño con un corazón gigante". "Lo que Uruguay nos ha enseñado, en términos de profesionalismo, compasión y humanidad, eso permanecerá conmigo para siempre", agrega desde Melbourne.

La empresa Aurora, que pagó los tickets de retorno, quedó en otorgarles un crédito para viajar de nuevo en el crucero. El "sueño" de Ann, según cuenta a El Observador, es que "el barco vuelva a Uruguay para poder agradecer a su gente, antes de continuar a las Falklands y Georgia del Sur, los destinos que quedaron truncados". "Pero si eso no sucede, voy a volver por mi cuenta algún día", remató.

CONTENIDO EXCLUSIVO Member

Esta nota es exclusiva para suscriptores.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

¿Ya sos suscriptor?
iniciá sesión aquí

Alcanzaste el límite de notas gratuitas.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

Registrate gratis y seguí navegando.