AFP

¿Elecciones en Nicaragua?

No habrá elecciones libres y democráticas toda vez que siete aspirantes presidenciales fueron detenidos, tres partidos opositores anulados, y 39 políticos, empresarios y periodistas fueron encarcelados

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07 de noviembre de 2021 a las 05:00

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Dicen que mañana hay elecciones en Nicaragua para elegir presidente. Puede ser que haya urnas de votación y que algunos ciudadanos concurran a depositar su sufragio por Daniel Ortega, que busca su cuarto mandato consecutivo (casi nada tras 14 años en el poder) o cinco señores desconocidos y colaboradores del régimen dictatorial que han impuesto a sangre y fuego Ortega y su señora Rosario Murillo, a quien se llama “copresidenta”, en un caso más curioso que el del la vicepresidenta Cristina Fernández eligiendo al presidente Alberto Fernández. Pero elecciones libres y democráticas no habrá toda vez que siete aspirantes presidenciales han sido detenidos, tres partidos opositores anulados y 39 políticos, empresarios, estudiantes y periodistas fueron encarcelados.

Lo más curioso es que entre los candidatos detenidos figura Cristiana Chamorro, hija de Violeta Barrios de Chamorro, cuyo marido Pedro Chamorro fue asesinado en 1978 por los esbirros del dictador Somoza contra quien se levantó el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) que integraba entonces Daniel Ortega. Mucha agua corrió bajo los puentes y de aquella revolución para sacar a un tirano terminó saliendo otro tirano con ropajes democráticos pero con gobierno tiránico que ha generado el exilio de 100.000 nicaragüenses. Es bueno recordar también que entre ellos está el periodista y gran escritor Sergio Ramírez, que fue uno de los cinco integrantes de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional,  y hoy tiene que vivir en España. Caso similar, aunque no está detenido, al de Cristiana Chamorro. Demasiada coincidencia. Por lo demás, los detenidos están acusados de delitos tan  vagos como “traición a la patria” y tan fáciles de fraguar como “lavado de dinero”. Los típicos delitos para perseguir disidentes u opositores ya que no hacen falta muchas pruebas para enviarlos a prisión y sacarlos de la carrera electoral. La situación de Chamorro y otras 14 personas es de riesgo extremo y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos pidió a la Corte Interamericana que interceda para que reciban protección el día de las elecciones y posteriores. Se ha pedido al gobierno de Nicaragua y no ha habido respuesta. 

Ortega y su “copresidenta” han venido perdiendo apoyo internacional aunque aún retienen el de Cuba, Venezuela y Rusia. Y, créase o no, la ambivalencia del gobierno de Alberto Fernández, que no termina de censurar claramente a Daniel Ortega vaya a saber por qué razones.

Lo cierto es que la situación en Nicaragua en cuanto a violación de derechos humanos es peor que la de Venezuela, lo cual ya es mucho decir. Lo que no se logra entender es cómo ambos dictadores logran asistir como impecables demócratas a ciertas cumbres como la de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). Afortunadamente allí el presidente Lacalle Pou puso los puntos sobre las íes diciendo “cuando uno ve que en países no hay una democracia plena, no se respeta la separación de poderes, cuando desde el poder se usa el aparato represor para acallar las propuestas, cuando se encarcela a opositores, cuando no se respetan los derechos humanos, debemos decir con preocupación lo que ocurre en Cuba, Nicaragua y Venezuela”.

Y esas palabras molestan y mucho a los dictadores. Nicolás Maduro se enojó y desafió a nuestro presidente a debatir y Díaz Canel señaló que en Uruguay se juntan firmas contra la LUC, cuando sabe muy bien que en Cuba no se puede juntar ni una firma contra una resolución del gobierno sin acabar en la cárcel.

La presión internacional no surtirá efecto inmediato y Daniel Ortega será electo mañana presidente por cuarta vez para completar un cuarto mandato de cinco años. Pero la presión internacional, que no es injerencia sino mandato de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU de 1948, debe mantenerse hasta que algún día dé resultado. Es lo que en Uruguay esperábamos en los años oscuros de la dictadura. 

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