Miguel Núñez, pequeño productor ganadero en campos de Cerro Largo.

Agro > JAURÍA EN MELO

En cañada Simanca hacen más daño los perros que los ladrones

El drama de Miguel y Esther: una jauría, en Melo, les mató casi 40 ovejas que iban a sumarle a la majada unos 30 corderos
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11 de julio de 2022 a las 05:00

Miguel Núñez y Esther Robles conforman un matrimonio que integra el conjunto de productores rurales que han experimentado el drama que implica que su majada haya sido atacada por perros.

Hace algunos días, tras un ataque inicial, una noche fueron a vigilar a las ovejas al campo en tres momentos en los que debían estar descansando tras una jornada más de trabajo: a la hora 22, a la medianoche y a las cinco de la mañana. Y cuando fueron por tercera vez se encontraron con lo peor, cerca de 40 ovejas atacadas.

Estiman que ese ataque fue generado por más de un perro. No lo pudieron comprobar, pero creen que son animales “vagabundos” que llegaron desde la ciudad de Melo, distante solo 4 km de ese campo.

El resultado fue “horrible”. Así lo definió Miguel cuando habló con El Observador. La gran mayoría de esas ovejas murieron y las pocas que quedaron muy lastimadas están siendo tratadas para ver si alguna se puede salvar.

“En ataques anteriores sí los encontramos, pero ahora no los vimos a los perros como para saber si son de alguien; ahora ya está, lo que queremos es salvar a las heridas y que ojalá los perros no vuelvan”, agregó.

Este matrimonio de productores perdió alrededor del 10% de su majada.

Cañada Simanca

Miguel y Esther viven el km 4 de la ruta 7, en Chacras de Melo, en las afueras de la capital de Cerro Largo. Son dueños de solo 7 hectáreas de campo y arriendan 200 más para sus labores productivas. Manejan un pequeño campo en cañada Simanca, cerca de donde viven, y otro en Isla Zapata, en ese caso cerca de Centurión, rumbo a la frontera con Brasil.

Tienen tres hijos. María, que vive en Melo y allí tiene un almacén de barrio, y otros dos que viven con ellos y dan una mano en las tareas de campo, Antonio y Fátima.

La majada tiene un poco más de 300 ejemplares, todos de la raza Corriedale.

La producción de lana se vende a una barraca y no es buen momento para comercializar, la demanda está floja y el precio deprimido. “Hoy la lana Corriedale no vale nada”, lamentó. El último negocio les permitió recibir apenas US$ 1,40 por kilo.

La producción de corderos la comercializan en ferias y la última vez lograron US$ 45 por corderos de 30 kilos. “Son  livianos, el campo está muy apretado”, contó.

Además de la majada, tienen vacunos para producir terneros que se venden y eso da para pagar la renta de los campos. Por lo tanto, el ingreso que da el rubro ovino es el que permite ingresos para los gastos que tiene la familia y el pago de los costos productivos para que todo siga adelante.

Miguel contó que en este caso, según estimó cuando la Policía fue a corroborar todo, perdió US$ 70 por oveja, pero como el ataque fue la majada de cría –con ovejas encarneradas– se perdieron además como 30 corderos que iban a parir.

“La Policía vino, todo muy bien, estuvo con nosotros, pero no pueden hacer nada, además no les supe decir si los perros eran de alguien”, indicó el productor.

Además de la Policía, también destacó que “los vecinos siempre ayudan, como uno los ayuda a los vecinos cuando les pasa algo”.

Volviendo al daño, hay una pérdida adicional, la producción de carne y de lana que no se logrará para comercializar.

Si bien eso es motivo más que suficiente para que el estado de ánimo haya quedado por el piso, Miguel admitió que cuando se dan estos ataques no solo hay una pérdida directa de dinero, hay una frustración que definió como “muy grande”.

“Cuando uno se encuentra con todos esos animales muertos y heridos la pasa muy mal, porque uno los quiere y no le gusta que los animales sufran, hay una tristeza muy grande”, reflexionó.

Otro gasto en el que hay que incurrir es en antibióticos y otros productos que se utilizan para tratar de salvar lo más que se pueda entre las ovejas heridas: “Les ponemos curabichera... lo único bueno es que estos fríos ayudan en el tema de las heridas”.

En algo que se suma, hay que considerar todo el tiempo que se debería dedicar a actividades normales en el campo y que se destina a atender los daños por el ataque.

No todos los animales lastimados logran recuperarse.

“Nunca tiré un tiro”

Sobre soluciones, matar perros no está entre las opciones de estos productores. Miguel sabe que el Código Rural lo ampara y que puede matar los si los encuentra atacando a sus animales dentro de su predio de producción, pero eso en su caso es inviable.

“No tengo arma, nunca tiré un tiro, a veces alguno se ríe y me dicen que es lo que debería hacer, tener y tirarles; los entiendo porque esto es un grave problema, pero a mi mujer no le gusta eso de andar matando perros”, explicó.

Que alguien se ocupe de agarrarlos, de tenerlos encerrados y que no estén sueltos atacando a otros animales e incluso a personas es lo que habría que hacer, aceptó, “pero si la gente que sabe de todo esto no ha podido hacer nada menos vamos a hacer los que somos de la campaña”, añadió.

Miguel recuerda que tras el ataque la primera sensación que tuvieron fue la de “abandonar todo, dejar todo, no seguir”, pero dijo que enseguida se dieron cuenta que es lo que siempre hicieron, lo que aprendieron de padres y abuelos y lo que saben y les gusta hacer, “entonces no te queda otra que aguantar el dolor y seguir adelante, uno vive de esto y no queda otra que darle igual”.

Luego de precisar que esto del ataque de perros no es nuevo, porque le ha pasado en otras oportunidades, comentó que “sí está pasando más, uno se entera seguido de que le pasa a alguien acá o más allá, a algún vecino, como que esto de los ataques de los perros es un problema más grande ahora”.

“Hay muchos perros sueltos, eso uno sale y se ve enseguida, pasa mucho que hay una perra en celo y atrás se juntan los perros sueltos, arman jauría y atacan”, complementó.

Volviendo al tema de alguna solución, comentó que “capaz hay que ver eso de que vuelva la perrera, alguien que salga a agarrarlos y los tenga encerrados a los perros”.

La perdida inicial, porque hay otras derivadas, es de US$ 70 por oveja.

Peor los perros que los ladrones

Sobre si en su caso además está el problema del hurto de animales, dijo que sí. “Te pasa cada tanto, pero es menor el problema, de vez en cuanto te comen un animal, te roban un cordero o una oveja, son capaz tres o cuatro en el año, pero cuando te entran los perros y te atacan terminas perdiendo 40 en un rato, como nos pasó esta vez, no se puede ni comparar”.

Las ovejas muertas las llevó a una zanja en el campo. Y ahí quedaron. Ni tiempo ha tenido para enterrarlas porque ahora la prioridad además de seguir trabajando es recuperar lo más que se pueda a las que quedaron heridas.

El ataque fue en el potrero de las ovejas de cría.

Libertad para elegir 

Pedro Scremini, veterinario y productor rural, sin quererlo se ha convertido en receptor y difusor de denuncias de ataques de perros.

“Son de todo tipo de productores, más chicos o más grandes. Algunos son como Miguel, que va a seguir adelante, pero otros se han cansado y abandonado”, comentó.

“Estamos mirando mal el problema, hablamos de perros y ovejas olvidándonos de la gente, cuando en una sociedad lo más importante son las personas, que se ven perjudicadas en su economía y en su salud”, dijo.

Agregó que “en un gobierno en el que se habla tanto de la importancia de la libertad de los individuos, habría que ponerle más atención a que muchos uruguayos están perdiendo la libertad de elegir poder criar ovejas, pero también de poder caminar por la calle sin temor a ser mordidos o de andar en moto sin que un perro los peche”.

Sobre la frecuencia de los ataques, puntualizó que “algunos se me escapan, otros que ni se denuncian... a veces hay rachas de ocho o nueve en 20 días y otras rachas de 10 días con uno o dos casos”.

 

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