Entre "rinocerontes" e "iluminados": el debate que marcó el plebiscito del 80

El colorado Enrique Tarigo y el blanco Eduardo Pons Etcheverry fueron protagonistas de un recordado intercambio con representantes de la dictadura

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21 de noviembre de 2020 a las 05:04

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De todos los eventos que tuvieron lugar en la corta y peculiar campaña del plebiscito de 1980, ninguno es tan célebre y recordado como el debate que tuvo lugar el 14 de noviembre entre el colorado Enrique Tarigo y el blanco Eduardo Pons Etcheverry –por el No– contra el coronel Néstor Bolentini y el abogado Enrique Viana Reyes –por el Sí–. 

El estudio de Canal 4, cubierto de una nube de humo, fue el ambiente propicio para que esos dos políticos y polemistas desbarataran los argumentos del régimen y argumentaran por qué la nueva Constitución que se proponía era un peligro para la institucionalidad. 

Tarigo y Pons Etcheverry fueron los encargados de soltarle a los rostros de dos figuras del gobierno dictatorial frases que estuvieron atragantadas por años. 

La estrategia cerró por todos lados. Mientras que Pons Etcheverry, un herrerista anticomunista insospechable del más mínimo guiño a la izquierda, probablemente haya captado algunos de los votos más conservadores, el abogado Tarigo se dedicó a desarticular jurídicamente el texto ante la mirada atónita de sus adversarios.

En un momento del debate, y tras las continuas referencias de los partidarios del Sí al peligro de un retorno a la violencia marxista y la amenaza del comunismo, Tarigo sorprendió al afirmar que de ser comunista estaría a favor de la nueva Constitución. 

“Yo diría que esta Constitución que se proyecta no se parece ni a la de Francia, ni a la de Italia, ni a la de Estados Unidos. Esta Constitución a la que más se parece es a las de los países comunistas, porque establece lo que ellos llaman ‘centralización de poder’ o ‘centralismo democrático’ (...) Y tiene ese concepto de seguridad que tiene también la Constitución de la Unión Soviética. Yo diría más. Si yo fuera comunista, votaría por esta Constitución, que establece ese poder totalitario, concentrado en el Ejecutivo y el Ejército. Y después, como soy comunista, trato de infiltrar el Ejército. Con esta Constitución y con un Ejército infiltrado por el comunismo, tenemos en este país el régimen más comunista y más perfecto, sin subversión ni nada. Esta es una Constitución totalitaria, apta o para un partido fascista o para un partido comunista. No me sirve a mí, que soy colorado, demócrata y liberal. Por eso voy a votar por No”, expresó Tarigo. 

No faltaron otras ironías y las chicanas –como cuando el colorado dijo “eso parece claro” luego de que Bolentini dijera que el texto no había sido redactado por “ningún iluminado”–, pero el pasaje seguramente más recordado del debate fue el momento en que Pons Etcheverry calificó de “rinocerontes” a algunos civiles pro régimen.

En esos tiempos se había presentado recientemente la obra teatral Rinocerontes, de Eugene Ionesco, que hacía una alegoría del nazismo en la que los personajes se iban transformando de hombres a rinocerontes a medida que aceptaban el sistema totalitario. 

Luego de que Bolentini asegurara que no iba a haber nunca divorcio entre las Fuerzas Armadas y los civiles, Pons Etcheverry –de gran bagaje cultural– utilizó la referencia de Ionesco para dinamitar uno de los aforismos más repetidos por los militares. 

“No va a haber nunca un divorcio entre las FFAA y los civiles porque siempre hay civiles que aceptan la supremacía. Habrá civiles que no la acepten, pero hay civiles que la aceptan. O sea, recordando la pieza de teatro de Ionesco, siempre hay rinocerontes”, planteó el nacionalista.

Bolentini retrucó que se resistía a “admitir el calificativo de rinoceronte para todos los civiles que han entendido que su función patriótica era colaborar con las Fuerzas Armadas”. Tarigo intercedió entonces diciendo que “si los políticos son corruptos, los colaboradores pueden ser rinocerontes” y que no había por qué “enojarse por eso”. 

El coronel respondió que se revelaba contra el calificativo de “rinoceronte” para “todos los civiles” que habían colaborado con el gobierno cívico militar, y allí Pons Etcheverry lanzó el golpe de nocaut.

–Mire que no he dicho todos los civiles; yo digo que siempre hay rinocerontes –expresó.

–Bueno, pero ¿dónde están, los que colaboran? –preguntó Bolentini.

–Pero pueden colaborar por convicción, sin ser rinocerontes. 

–Usted quiere decir que no todos son rinocerontes.

–No todos eran corruptos.

–Yo interpreté mal. Ahora sí –concluyó el coronel.

En ocasión del décimo aniversario del plebiscito, Hugo Alfaro resumió en Brecha la importancia circunstancial e histórica de aquel debate. “Los televidentes no cabíamos en nuestro asombro. Y Bolentini tampoco. Porque los opositores sumaban gol tras gol, sin que nadie pudiera parar aquello. Tarigo se centró en los aspectos jurídicos del tema, consiguiendo del coronel ni del abogado más respuesta que conceptuosos resoplidos. Pero lo de Pons fue de antología. Era, de hecho, el vocero de la clase política y de la oligarquía inteligente y mundana diciéndole de una a un ciento a aquellos a quienes consideraba sus sirvientes. Fumaba con displicencia, le sonreía al televidente, era paternal con Bolentini y, a renglón seguido, le fajaba flor de invectiva. Hasta Tarigo lo miraba perplejo. 

Cuando terminó la transmisión, Tarigo fue abordado por un escolta de Bolentini, que lo agarró fuertemente del brazo. El colorado pensó que lo iban a arrestar, pero en cambio se llevó un significativo elogio. “No se preocupe doctor que le dieron el pesto”, dijo el seguridad. “Si el tira de Bolentini era partidario nuestro, habíamos ganado”, confesó Tarigo años después a La República. Así fue.

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