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Europa le ha dado a China una victoria estratégica

Este es el momento equivocado para que la UE acuerde un tratado de inversión con Beijing

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07 de enero de 2021 a las 15:47

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Por Gideon Rachman

Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, dice que quiere encabezar una "comisión geopolítica". Pero von der Leyen concluyó 2020 enviando un mensaje geopolítico verdaderamente terrible, conforme su comisión firmó un tratado de inversión entre la Unión Europea (UE) y China.

Durante el año pasado, China aplastó la libertad de Hong Kong, intensificó la opresión en Xinjiang, mató tropas indias, amenazó a Taiwán y sancionó a Australia. Al firmar un acuerdo con China, a pesar de todo lo anterior, la UE ha señalado que no le importa nada de eso. Como dice Janka Oertel, directora del programa para Asia del grupo de expertos Consejo Europeo de Relaciones Exteriores: "Esta es una enorme victoria diplomática para China".

También es un insulto para Joe Biden. El presidente estadounidense electo ha enfatizado que, después de la presidencia de Donald Trump, quiere reconstruir las relaciones con Europa. En particular, la administración Biden quiere trabajar en temas relacionados con China en colaboración con otras democracias. Jake Sullivan, el asesor de seguridad nacional de Biden, les hizo un pedido a último hora a los europeos para que pospusieran la firma del acuerdo, al menos hasta que tuvieran la oportunidad de discutirlo con la nueva administración. Lo ignoraron.

Los funcionarios de la UE ofrecen varias justificaciones para su decisión. Dicen que muchas de las concesiones que la UE ha obtenido de China ya se les han otorgado a EEUU, como parte del propio acuerdo comercial de "fase uno" de EEUU. (Estas incluyen aperturas sectoriales en varias industrias, así como cambios en los requisitos de empresas conjuntas). Los funcionarios de Bruselas señalan que EEUU no le pidió permiso a Europa antes de concluir su propio acuerdo con China. Justifican la decisión de la UE como una demostración de "autonomía estratégica".

Estos argumentos de la UE parecen realistas y línea dura. Pero, de hecho, son ingenuos. Es ingenuo creer que China respetará el acuerdo que ha firmado. Es ingenuo ignorar las implicaciones geopolíticas de hacer un trato con China en este momento. Y es ingenuo pensar que el oscurecimiento del clima político en Beijing nunca afectará la vida en Bruselas o Berlín.

La UE dice que este acuerdo "disciplinará el comportamiento" de las empresas estatales de China, que ahora deberán "actuar de acuerdo con consideraciones comerciales". Pero China asumió compromisos muy similares cuando se unió a la Organización Mundial del Comercio en 2001. Las promesas de frenar los subsidios estatales hechas hace 20 años ahora se ofrecen nuevamente como nuevas concesiones. La promesa de Beijing de "trabajar para" aplicar los convenios internacionales sobre normas laborales también es ridículamente débil. Como señaló Shi Yinhong, un destacado académico chino: "En cuanto a la mano de obra, es imposible que China esté de acuerdo. ¿Puedes imaginar a China con sindicatos libres?".

Durante el año pasado, China ha demostrado en repetidas ocasiones su voluntad de ignorar los compromisos del tratado. Su nueva ley de seguridad nacional viola un acuerdo con Gran Bretaña que garantizaba la autonomía de Hong Kong. China también ha impuesto aranceles a los productos australianos en violación del acuerdo de libre comercio entre China y Australia.

El momento de este acuerdo es exquisito para Beijing, pues le presenta al equipo de Biden un hecho consumado. Reinhard Bütikofer, presidente de la delegación del parlamento europeo en China, dice: "Le hemos permitido a China abrir una brecha enorme entre EEUU y Europa".

El acuerdo UE-China fue promovido vigorosamente por Angela Merkel, la canciller de Alemania, y se concluyó justo al final del período de presidencia alemana de la UE. A Merkel se le considera una defensora de los valores liberales. Pero su acercamiento a China se debe en gran medida al comercio. Sabe que la industria automovilística alemana ha tenido unos años difíciles y que China es su mercado más grande.

La determinación de Merkel de seguir adelante también puede reflejar su propio escepticismo sobre el futuro de EEUU. En un discurso en 2017, dijo que Europa ya no podía confiar en EEUU. La elección de Biden probablemente no haya cambiado esa opinión. Muchos europeos también creen que EEUU está al borde de una nueva guerra fría con China y no quieren tener que ver con eso.

Algunos de estos argumentos son bastante razonables. Es difícil observar los eventos actuales en Washington y sentirse totalmente seguro de la estabilidad de EEUU o de la alianza atlántica. El deseo europeo de evitar una confrontación militar en el Pacífico también es racional.

Pero confiar en una garantía de seguridad estadounidense en Europa, mientras que al mismo tiempo socava la política de seguridad estadounidense en el Pacífico, no parece una política sensata o sostenible a largo plazo.

Los europeos también se están engañando si piensan que pueden ignorar la naturaleza cada vez más autoritaria y agresiva de la China de Xi Jinping. Durante los últimos 70 años, los europeos se han beneficiado del hecho de que la nación más poderosa del mundo es una democracia liberal. Si una nación autoritaria, como China, desplaza a EEUU como potencia global dominante, las democracias de todo el mundo sufrirán las consecuencias.

Incluso en el orden geopolítico actual, China ha demostrado en repetidas ocasiones su voluntad de utilizar su poder económico como arma estratégica. Al profundizar su dependencia económica de China — sin coordinar su política con otras democracias — las naciones europeas están aumentando su vulnerabilidad a las presiones de Beijing. Esa es una decisión considerablemente miope para una "comisión geopolítica".

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