Fin de año: más cansancio, más estrés y menos sexo

La sexóloga Magdalena Joubanoba cuenta cuáles son las principales consecuencias del estrés sobre la vida sexual y cómo manejarlas

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23 de noviembre de 2019 a las 05:01

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Lo adelantan las decoraciones navideñas en los centros comerciales, la seguidilla de cierres de proyectos laborales o académicos, las primeras temperaturas por encima de los 30 grados y, por supuesto, el calendario. El fin de este año está cerca y de aquellas energías de principios de 2019 solo queda el recuerdo. Porque sí, la gente está cansada. Y muchos, estresados.

El estrés –según el médico austrohúngaro Hans Selye, que lo definió en 1935– supone la respuesta adaptativa del organismo ante situaciones que se perciben como amenazantes o con una excesiva demanda. Cuando las exigencias superan las demandas, muchas veces el cuerpo puede responder con enfermedades. Pero más allá de las definiciones de manual, cuando las personas están estresadas, pueden sentirse agotadas y dejar a un lado algunas facetas de su vida. “Estoy agotado y no quiero tener sexo”, es una de las frases que más escucha en su consultorio desde hace unos cinco años la médica y sexóloga Magdalena Joubanoba.

“Cuando se responde ante el estrés, el organismo se dispone a la lucha o huida y se reserva para lo más importante, que es la subsistencia. Por lo tanto, la sexualidad queda relegada, porque no es un sistema defensivo”, explica la sexóloga, que considera a este estado como uno de los males del siglo XXI. Puntualmente, lo que más ataca el estrés en materia de sexualidad es el deseo. Algo que a esta altura del año, cuando las preocupaciones se acumulan, se acentúa.

Joubanoba sostiene que la humanidad nunca antes se había visto sometida a tan diversos elementos estresores. Aunque no reniega de que el ser humano se vio sometido a epidemias y guerras mundiales, entiende que el estrés actual se da de forma silente y persistente y puede llegar a ser sumamente peligroso.

“Vivimos en tiempos donde la sexualidad está en todos lados, en las redes sociales, en los medios de comunicación, hablamos de sexo todo el tiempo. Está en todos lados, menos en la alcoba”, afirma la sexóloga y le adjudica al estrés gran parte de la responsabilidad por la falta de deseo sexual.

¿A qué se debe tanto estrés?
Más allá de la época del año, Joubanoba se aopya en la teoría del filósofo surcoreano Byung-Chul Han, que considera que las personas son sus propios esclavos en esta era, como consecuencia de los fenómenos de hiperproducción e hipercomunicación.  “Él habla de la fatiga neuronal de este siglo. Ya no se trata solo de enfermedades bacterianas ni virales”, añade.
Y la hipercomunicación –a través de pantallas constantemente– es una de las causas de estrés que luego llevan a la pérdida de deseo sexual que advierte la sexóloga.
¿Cómo afecta el estrés a la sexualidad?

El quinto manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales DSM diferenció los diagnósticos relacionados con la sexualidad y el estrés según el sexo. En el caso de las mujeres, los problemas se dan principalmente en el deseo y la excitación, que son las dos primeras etapas de la respuesta sexual. Según detalló Joubanoba, el trastorno de disminución del deseo sexual en las mujeres se trata de la reducción o ausencia de pensamientos sexuales y excitación ante estímulos eróticos o durante la actividad sexual.

En tanto, la falta de interés en la actividad sexual del hombre –definido como deseo sexual hipoactivo– se da de manera constante o recurrente. En ambos casos, amplió la especialista, los síntomas pueden persistir por más de seis meses.

Pero, además de la disminución en el deseo, Joubanoba resaltó que otras consecuencias del estrés sobre la sexualidad pueden ser la eyaculación precoz, la disfunción eréctil, la dispareunia (coito doloroso) en mujeres por falta de lubricación y la disfunción orgásmica.

Estas dificultades en la sexualidad y la falta de deseo se dan principalmente en personas mayores de 40 años, inmersos en compromisos laborales y familiares que los predisponen a enfrentar más situaciones problemáticas. “La gente más joven la tiene más clara o el estrés todavía no le ha hecho tanto efecto”, consideró la profesional.

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Revertir la situación

Antes de cualquier cambio en pos de una mejor sexualidad, el primer paso es reconocer si uno está estresado. Y este es, según la médica, el escalón más complejo de subir. “No nos damos cuenta porque vivimos en modo estrés”, afirma.

Una vez que una persona reconoce que el estrés está afectando su vida sexual o su pareja, Joubanoba recomienda realizar los siguientes cambios de hábitos.

  • Intentar alejarse de las situaciones que crean estrés, por más complejo que resulte.
  • Lo más importante es priorizar el descanso y no descuidar el sueño. Para eso, deben alejarse los elementos electrónicos –celulares, computadoras, televisores– y los libros de la cama, que “se hizo para dormir y tener sexo”. La idea de este punto es que ningún elemento externo limite la comunicación de la pareja.
  • Es necesario llevar adelante una buena alimentación y practicar ejercicio físico para reducir el estrés y la ansiedad y aumentar el deseo sexual.
  • Practicar ejercicios de meditación o relajación, como pilates, yoga, mindfullness.

Pero si un paciente lleva adelante ese cambio de hábitos durante un tiempo y no obtiene resultados, Joubanoba puede llegar a indicarle fármacos que actúen sobre el estrés y sobre la disfunción sexual. Estos pueden ser tanto antidepresivos (que no afecten la sexualidad) como suplementos vitamínicos, por ejemplo.

El cuánto

¿Se puede establecer una frecuencia “normal” en la cantidad de veces que una pareja mantiene relaciones sexuales? La respuesta de Joubanoba es tajante: "No". Pero lo que sí estima es cuántas veces por semana podrían tener sexo las personas según su situación.

En parejas que ya llevan varios años de relación, la sexóloga consideró que lo frecuente es que tengan sexo dos veces por semana, que en muchos casos suelen ser los fines de semana. Pero en vínculos que recién comienzan o llevan poco tiempo –sin importar la edad de las personas–, las relaciones sexuales suelen ser algo de todos los días. “El amor es química pura y es el único afrodisíaco natural. Te enamorás y la adrenalina y dopamina hacen que quieras tener sexo constantemente con esa persona”, subrayó la sexóloga.

Y cuando pasan varios meses sin que una pareja mantenga relaciones sexuales, en general, hay algún problema.

Una de las consultas constantes que recibe Joubanoba es la de quien llega porque siente que no cumple con las expectativas de su pareja. Se da principalmente en las mujeres.

Y, ¿qué pasa con los millennials? Según la profesional, ciertos estudios indican que esta generación tiene menos sexo que generaciones anteriores en el mismo rango etario. Pero aclaró que suele obedecer a un factor de aislamiento de los jóvenes y no tanto a factores de estrés. Tiene que ver con que no cumplen con un patrón cultural que antes era casi obligatorio y buscan otro tipo de vínculos.

De todas formas, Joubanoba destacó que los millennialls viven su sexualidad más libremente y, en una sociedad uruguaya “que avanzó en leyes pero sigue siendo muy hipócrita”, ellos vienen a romper con los viejos mandatos.

Las vacaciones, el sexo y el calor
Hay quienes sostienen que en verano, las personas mantienen más relaciones sexuales. Joubanoba dice que sucede todo lo contrario. “Cuando me vienen a decir que ahora en vacaciones sí van a tener más sexo, bajo las expectativas”, contó.
La sexóloga dijo que desde hace años ve como se repite la misma situación: personas que se van de vacaciones a la casa en la playa –con la suegra, los hijos y amigos– y casi ni pueden mantener relaciones sexuales. Así como también quienes viajan al exterior, que se la pasan de recorridos y paseos y llegan agotados al hotel. “A no ser que se vayan solos a un lugar tranquilo, es difícil que eso cambie”, opina.
De todas formas, sí es cierto que el calor afecta la sexualidad. Según un estudio que citó Joubanoba –donde se constató que las mujeres cubanas tenían su primera menstruación antes que las suecas–, la luz solar y el calor afectan la glándula pineal (una de las encargadas de controlar el deseo sexual), y eso explicaría que las mujeres latinas tengan otro carácter y vivan de otra forma su sexualidad.
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