L. Carreño

Gracias a la vida

Ante la jubilación, un amigo regala su biblioteca

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11 de junio de 2018 a las 04:45

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Un amigo me escribe para informarme que se jubila en cuestión de semanas. Debido a eso está regalando su biblioteca. Son más de mil libros. Busca interesados en quedarse con los volúmenes; interesados que quieran tenerlos para leerlos, no como mera decoración del living o la sala de estar.
La noticia de su jubilación no me sorprendió tanto como el hecho de que el tiempo se haya ido a tan disparada velocidad –en eso no hay novedad alguna– y que aquel muchacho que un día decidió ser traductor profesional, hoy está vaciando la oficina que lo vio llegar cada mañana temprano, para pasar ahí gran parte de su tiempo en este mundo, rodeado de libros y diccionarios.

El paso del tiempo, pese a la obviedad de los comentarios que siempre genera, no deja de ser un hecho sorprendente, sobre todo cuando deja al descubierto la brevedad de la vida humana, la obscena brevedad de esta. ¿Por qué regala los libros y no los pone a la venta, o los envía a una subasta pública?

Considerando la cantidad de tomos y el hecho de que no son páginas que auspician el desecho, como las de los libros best seller que la gente lee hoy en día, una subasta generaría mucho interés. Pero no, su propósito firme es regalarlos a quienes les interesen, es decir, a lectores exigentes, de los que aman los libros por todo lo que representan para el pensamiento y para la imaginación, y no por ser intermediarios de fugaz entretenimiento, o bien mitigadores de curiosidad periodística, no literaria, como los tantos libros sobre políticos y temas relacionados a ellos que se publican hoy en día y que a las pocas semanas de publicados pierden vigencia.

En su colección hay libros buenísimos, y la lógica de quien los quiere obsequiar es clara: puesto que no tendrá tiempo en esta vida para releerlos, quiere que sean de otros. Y como no necesita el dinero (los ahorros que tiene son suficientes para los años que le quedan, eso ha calculado), prefiere que los tengan lectores que puedan apreciar el valor de cada ejemplar. Se trata –de esa forma lo veo– de una transfusión de vida a quienes quieren tener más vida, todas las vidas extra que de manera desinteresada ofrece la buena literatura, tan filantrópica en sus motivos como mi amigo.
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