Vidrieras destrozadas de una tienda judía en Berlín, que da nombre al pogromo del 9 y 10 noviembre de 1938.

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Hace 85 años en Alemania y Austria los nazis linchaban judíos y destruían sus locales

En la Noche de los Cristales Rotos, entre 90 y 200 personas de origen judío murieron en manos de las tropas hitlerianas
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10 de noviembre de 2023 a las 05:01

La Noche de los Cristales Rotos fue una serie de linchamientos y ataques combinados ocurridos en la Alemania nazi y en Austria durante la noche del 9 al 10 de noviembre de 1938, llevados a cabo contra ciudadanos judíos por las tropas de asalto de las SA junto con la población civil, mientras las autoridades alemanas observaban sin intervenir.

Fue el mayor pogromo registrado hasta ese momento. Los nazis lo plantearon como una reacción espontánea de la población tras el asesinato, el 7 de noviembre de 1938, de Ernst vom Rath, secretario de la embajada alemana en París por un ciudadano polaco de origen judío alemán llamado Herschel Grynszpan.

Los pogromos fueron cometidos por miembros de la Sturmabteilung (SA), la Schutzstaffel (SS) y las Juventudes Hitlerianas, apoyadas por el Sicherheitsdienst (SD), la Gestapo y otras fuerzas de la Policía.

Los ataques fueron contra los ciudadanos judíos y sus comercios o viviendas, así como contra las sinagogas. Más de 1.000 templos fueron quemados y más de 7.000 tiendas fueron destruidas o seriamente dañadas.

Entre 90 y 200 ciudadanos judíos fueron asesinados durante los ataques y otros 30.000 fueron detenidos y posteriormente deportados a los campos de concentración de Sachsenhausen, Buchenwald y Dachau.

La Kristallnacht –como es su nombre en alemán– fue seguida por la persecución política y económica a la comunidad judía. Fue un punto de inflexión de la política racial en la Alemania nazi y un paso previo del inicio de la Solución Final y del Holocausto.

Aunque en la década de 1920 los judíos estaban integrados en la sociedad alemana, sirvieron en las fuerzas militares y contribuyeron en los campos de la ciencia, cultura e industria alemana, los casos de violencia en su contra existían incluso antes de la toma del poder de los nazis.

En Alemania había unos 600.000 ciudadanos judíos, que representaban algo menos del 1% de la población. El auge de Adolf Hitler y el nacionalsocialismo hizo que la maquinaria de propaganda, manejada por Joseph Goebbels, empezara a bombardear a la población con que “los judíos tenían responsabilidad” en la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial y en la hiperinflación de la República de Weimar.

Precisamente en esos años de crisis, en 1922, se produjo el pogromo de Scheunenviertel, en Berlín. En 1931 fueron organizados los pogromos de Kurfürstendamm, en Berlín, por Wolf-Heinrich von Helldorff, el líder de las SA y más tarde jefe de la Policía.

El programa del partido nazi, ya en 1920, establecía que los ciudadanos sólo podían ser hermanos de sangre (Volksgenosse): “No puede ser un judío hermano de sangre”, decía. En el libro Mein Kampf, Adolf Hitler escribió en repetidas oportunidades que Alemania debía quedar libre de judíos (judenfrei).

Esto empeoró después del nombramiento de Hitler como Canciller de Alemania por el presidente Paul von Hindenburg, el 30 de enero de 1933, y sobre todo después del incendio del Reichstag, un mes después. Un hecho cuya autoría quedó en cuestión, aunque muchos historiadores lo atribuyen a una maniobra de los mismos nazis.

A partir de eso, el gobierno de Hitler proclamó leyes para restringir los derechos de los judíos alemanes para trabajar, incluyendo la Ley para la Restauración de la Función Pública, que prohibía a los judíos trabajar en la administración pública.

El 15 de septiembre de 1935 se dictaron las Leyes de Núremberg, como la de Protección de la Sangre y el Honor Alemán (Blutschutsgesetz) y la de Ciudadanía del Reich (Reichsbürgergesetz).

Estas normas establecían incluso la pureza o no –de acuerdo a esa visión racista– de una persona de etnia judía, de acuerdo con la ascendencia paternal y maternal. Se prohibieron las relaciones sexuales y el matrimonio entre los ciudadanos de sangre aria con quienes eran judíos. Se privó a los judíos de la ciudadanía alemana, así como la mayor parte de sus derechos políticos, incluido el derecho de voto, y la exclusión de ciertas profesiones y la educación. La campaña antijudía se endureció en 1938 cuando los pasaportes de los judíos alemanes fueron confiscados.

En abril de 1938 los judíos fueron obligados a registrar todos sus bienes y en agosto los nombres usados por los judíos fueron regulados y tres órdenes adicionales a las Leyes de Núremberg definieron el concepto de “negocio judío” y prohibieron a los judíos el ejercicio de la práctica de la medicina.

En paralelo, Hitler canceló los permisos de residencia para los extranjeros. Eso incluía a los judíos nacidos en Alemania de origen extranjero. Polonia declaró que no aceptaría a judíos de origen polaco después de octubre de 1938.

En la llamada Polenaktion, más de 17.000 judíos nacidos en Polonia fueron expulsados de Alemania. Debieron abandonar sus hogares en una sola noche, y solo se les permitió llevar consigo una maleta por persona para empacar sus pertenencias. El resto de sus posesiones fueron confiscadas como botín.

Los deportados fueron arrancados de sus casas en horas de la noche a las estaciones de ferrocarril y fueron puestos en trenes rumbo a la frontera con Polonia. Los guardias fronterizos polacos negaron el ingreso de sus ciudadanos a través de sus ciudades fronterizas. Como resultado, miles de judíos quedaron atrapados en la frontera, en instalaciones provisionales durante varios días o semanas marchando sin comida ni refugio entre las fronteras.

Tras negociaciones con Alemania, a unos 4.000 se les concedió la entrada a Polonia, pero los restantes 13.000 se vieron obligados a permanecer en la frontera en duras condiciones esperando ser autorizados para ingresar. Tras las negociaciones entre ambos gobiernos, los deportados que no consiguieron entrar a Polonia fueron enviados a los campos de concentración nazis.

Esos antecedentes de la Noche de los Cristales Rotos tornaban cada vez más imposible la vida para la comunidad judía. El nazismo tomó un pretexto para la barbarie de esa noche del 9 al 10 de noviembre de 1938.

La persecución y los daños económicos provocados a los judíos alemanes no cesaron con el altercado, aunque sus negocios hubieran sido ya saqueados. También los forzaron a pagar una multa colectiva de 1.000 millones de marcos al gobierno nazi invirtiendo las cargas de la prueba pese a las numerosas fotografías que publicaron diarios europeos y de Estados Unidos.

Las consecuencias de la barbarie de aquella noche llevaron a una nueva fase de las actividades antisemitas del partido nazi y los aparatos estatales, conduciendo a la deportación y, finalmente, al exterminio de la mayor parte de los judíos que vivían en Alemania.

Aunque pocas personas lo supieran entonces, la Noche de los Cristales Rotos era el primer paso en la persecución sistemática y el asesinato masivo de judíos en todas partes de Europa, en lo que fue conocido posteriormente como el Holocausto.

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