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Hay una nueva generación de desigualdades vinculada al desarrollo tecnológico

En los países con desarrollo humano muy alto, más de la mitad de los jóvenes de 20 años cursan estudios superiores. En los países con desarrollo humano bajo, la probabilidad de cursar estudios superiores es de 3%.
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05 de enero de 2020 a las 05:00

"La oleada de manifestaciones que se han producido en numerosos países es un claro signo de que, para el progreso de la humanidad, hay un aspecto de nuestra sociedad que no funciona. La ciudadanía está tomando las calles por diferentes motivos: el coste de un billete de tren, el precio del combustible, reclamaciones políticas de independencia. Existe, sin embargo, un hilo conductor: la profunda y creciente frustración que generan las desigualdades. Pese a que la población puede protestar por sus dificultades económicas, el verdadero protagonista de esta historia es el poder. El poder de unos pocos, la falta de poder de muchos y el poder colectivo de una ciudadanía para exigir un cambio”. 

Así comienza el prólogo del Informe sobre Desarrollo Humano sobre Desigualdades en el siglo XXI, del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), publicado en diciembre pasado.

El estudio da cuenta de una reducción de la brecha en las capacidades básicas de la vida (con un número sin precedentes de personas que consiguieron huir de la pobreza, el hambre y las enfermedades), aunque igual se mantienen altos esos indicadores de desigualdad. 

También se observa –quizás esto sea lo más interesante– que cada vez son más los jóvenes con estudios, conectados y sin opciones para ascender en la escala social. Esto ha dado lugar a una nueva generación de desigualdades vinculada al desarrollo tecnológico. Al mismo tiempo, el cambio climático, la desigualdad de género y los conflictos violentos han consolidado las desigualdades. 

El PNUD advierte que existe desigualdad económica, pero también en áreas como la salud, la educación y en derechos humanos como, por ejemplo, la falta de respecto a la dignidad de las personas.

Esas nuevas desigualdades no se manifiestan al considerar únicamente las variables de ingreso y riqueza; también hay que sopesar la capacidad de la gente para ejercer su libertad para ser y hacer aquello a lo que aspiran en la vida, explica el informe. 

El conjunto de inequidades debilitan la cohesión social y la confianza de la población en los gobiernos y las instituciones democráticas, todo lo cual termina afectando la marcha de la economía.

Hoy en día, las decisiones políticas están en manos de escasos grupos que utilizan el poder para beneficiar fundamentalmente a sus intereses. El PNUD analiza cómo las élites privilegiadas suelen hacerse del control del sistema y lo moldean a la medida de sus preferencias.

Esto aumenta las asimetrías y provoca fracturas en las funciones institucionales, debilitando la eficacia de las políticas sociales.
“Cuando las instituciones quedan bajo el control de las personas ricas, los ciudadanos se muestran menos dispuestos a participar en los contratos sociales (normas). Eso se traduce en un menor cumplimento de las obligaciones tributarias, la capacidad del Estado para prestar servicios públicos de calidad se ve mermada y se dan mayores desigualdades en las esferas de la salud y la educación”, afirma el informe. 

Se trata de un círculo vicioso porque cuando el sistema se percibe como injusto, por exclusiones sistemáticas o clientelismo, la población tiende a desvincularse de los procesos políticos, amplificando así la influencia de las élites. En otros casos y llevados a un extremo, los ciudadanos toman las calles con sus protestas.  (Ver  entrevista de las páginas 4-5)

Los unos y los otros

Muchas personas han escapado de la pobreza extrema en todo el mundo en los últimos años, pero aún son más los que no tienen oportunidades ni recursos para tomar las riendas de sus vidas, ya que el lugar que ocupan en la sociedad sigue estando determinado por su género, su etnia o la riqueza de sus progenitores. 

De acuerdo al estudio del PNUD, en los países con desarrollo humano muy alto, más de la mitad de los jóvenes de 20 años se encuentran cursando estudios superiores, mientras que en los países con desarrollo humano bajo, la probabilidad de cursar estudios superiores es de solo 3%. 

Más grave aún, alrededor de 17% de los niños nacidos en los países en desarrollo en el año 2000 habrán muerto antes de cumplir los 20 años, frente al 1% de los nacidos en países con desarrollo humano muy alto.

En cuanto a las disparidades de género, estas figuran entre las formas de desigualdad más arraigadas en el mundo, según el estudio del PNUD. “El nivel de conciencia ha aumentado gracias a los movimientos #MeToo o #NiUnaMenos, sin embargo la desigualdad continúa siendo muy alta. La disparidad se eleva al 90% en el caso de las jefaturas de Estado y de Gobierno”, señala el texto.

Nuevos desequilibrios

Bajo la sombra de la crisis climática y del profundo cambio tecnológico, las desigualdades están adoptando formas nuevas en el siglo XXI, dice el PNUD.

Las mayores divergencias aparecen en las llamadas “capacidades aumentadas”; esto es, la educación de calidad en todos los niveles, el acceso al internet de alta velocidad, el manejo de tecnologías de vanguardia y el uso de los servicios de salud más avanzados. Esas son las capacidades que están adquiriendo cada vez más importancia de cara al futuro, y las que más empoderan.  

Se proyecta que las personas que hoy en día se encuentran adecuadamente empoderadas, lo estarán todavía más en el futuro, y viceversa. Esto último se debe a que las desigualdades que se acumulan a lo largo de la vida con frecuencia se agravan debido a profundos desequilibrios en las sociedades.

El documento del PNUD muestra que los trabajos innovadores (como ser, expertos en ciberseguridad, especialistas en trasformación digital, científicos de datos), se están acumulando en el extremo superior de la distribución de los países con mayores ingresos, así como la riqueza. Además, dicha acumulación se está produciendo a un ritmo superior.

En otras palabras, mientras se da una lenta convergencia en las capacidades básicas (como la superación del hambre, etc.), hay una rápida divergencia en las aumentadas (es decir, las más avanzadas o tecnológicas). Por ejemplo, la proporción de la población adulta con estudios superiores está creciendo a un ritmo más de seis veces superior en los países de mayor poder adquisitivo en relación a los de desarrollo humano bajo; y en el caso de las suscripciones a la banda ancha fija, el ritmo de crecimiento es 15 veces mayor. 

El PNUD alerta que los avances tecnológicos, como el aprendizaje automático y la inteligencia artificial, pueden dejar atrás a grupos enteros de personas, e incluso países, creando un futuro incierto, si no se adoptan las medidas adecuadas.

Asimismo, explica que la crisis climática está afectando de manera más acusada a los pobres, quienes tienen menos capacidad para adaptarse a los cambios, por lo que todo hace pensar que se ahondarán las brechas socioeconómicas existentes. 

Se calcula que entre los años 2030 y 2050 el cambio climático provocará grandes pérdidas de cosechas y desastres naturales que sumarán 250.000 muertes adicionales por año debido a la malnutrición, malaria, diarrea y estrés térmico.

Proyecciones

Según el PNUD, corregir las desigualdades del desarrollo humano es posible, pero para ello se debe actuar ahora, antes de que los desequilibrios del poder económico se traduzcan en un profundo dominio político.

Para ello, Naciones Unidas recomienda combatir la nueva generación de desigualdades que afectan a las capacidades aumentadas, muchas de las cuales apenas están comenzando a emerger. Esto tiene que ver con promover políticas más amplias y sistémicas, redistribución de los ingresos, impuestos sobre la renta más elevados y progresivos con los que financiar la salud y la educación, rebajas impositivas para las personas con ingresos laborales modestos, deducción por cada hijo e ingreso mínimo para todas las personas. Pero esto ya no alcanza, advierte el informe. 

“También hay que mejorar la equidad y la eficiencia en los mercados, destinar más recursos a financiar la educación pública y la salud, mejorar el uso de los impuestos, potenciar las políticas antimonopolio, ayudar más a las personas a acceder al mercado laboral con mejor preparación”, entre otras medidas.

Finalmente, el PNUD advierte también que en los países en desarrollo hay un desafío adicional: consolidar políticas sociales específicamente para una clase media que aún es vulnerable.  

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