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Himno del rock flamenco

Kiko Veneno sobre "Échate un cantecito"
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27 de julio de 2015 a las 05:00

Kiko Veneno es en España un prócer de la canción. Un poeta maldito que emergió de las sombras de la contracultura, influenciado por Bob Dylan y Frank Zappa. Un adelantado que rompió las fronteras de los géneros con ingenio, sensibilidad y sentido del humor. Su irresistible repertorio tiene temas extraordinarios. La edición española de la revista Rolling Stone, siempre tan amiga de los rankings, coloca cuatro canciones de Kiko Veneno extraídas de Échate un cantecito entre las 200 mejores del pop-rock español. Es el único disco que tiene cuatro títulos en esa lista. Echo de menos, en el puesto 34, es la mejor ubicada. Las otras son En un Mercedes blanco (58); Joselito (129) y Lobo López (145).

Por Javier Lyonnet

"En Échate un cantecito empecé a contar historias. Con historias, las canciones tienen mucho más alcance. Y sobre todo alegría, musicalidad, buena poesía, humor y muchas ganas". Una de esas historias es Echo de menos, escrita junto a Chico Ocaña y recuperada del repertorio de Martirio para ser grabada en el disco clave de Kiko Veneno. Aunque en ese entonces al cantautor no le conformaba el ritmo de rumba, terminó dándole la razón a su mánager y al productor inglés Jo Dworniak.

El argumento original pertenece a Chico Ocaña, cuando junto a Kiko Veneno trabajaban a cuatro manos en la composición de letras para el disco La bola de la vida del amor, de la cantante Martirio.

"La historia la planteó Chico, que acababa de romper con su novia y tenía algunos intentos de versos sobre el asunto, 'echo de menos la cama revuelta, ese zumo de naranja y las revistas abiertas'. Me gustó eso, y le dije 'sigamos por ahí'. Y empezamos a añadir versos, frases, ideas. Estuvimos trabajando varios días, no solo en esa canción, recuerdo que teníamos más proyectos sobre la mesa", relató Kiko a Seisgrados, en una pausa de su gira por México.

La parte de las estrofas "fue muy fácil", contó, porque "se trataba de añadir, prolongar el sentimiento de esos versos iniciales, y entre los dos lo completamos rápido".

"Después Chico tenía unas notas dispersas sobre 'si no te das cuenta...'; era como un intento de consideración moral, o una especie de resumen de la situación pero con otra métrica y otro lenguaje. Decidimos sacar de ahí un estribillo, y eso sí que nos costó mucho trabajo; tuvimos que darle vueltas y vueltas. Después de varios días alcanzamos la forma definitiva, y le dimos el título inequívoco de estribillo", rescató de su memoria, 25 años después de aquellos días.

Faltaba lo más difícil: ponerle la música. "Lo intenté por varios lados y por ninguno me salía. Entonces, para validar el trabajo que llevábamos hecho decidí ponerle una musiquita sencilla, tópica, sin dificultades, para por lo menos provisionalmente poder cantar la canción", contó.

Esa "musiquilla, la hice con un poco de vergüenza, porque es muy sencilla, con la escala con la que había triunfado Julio Iglesias. Pensé: 'Como no es para mí...". Pasaron los días y no aparecía ninguna melodía que les convenciera más, "así que ahí la dejamos y se la pasamos a la Martirio".

A la célebre y excéntrica cantante le gustó. "Claro que ella la grabó estilo cuplé lento y la canción pasó bastante desperdiciada", contó.

Revolución flamenca

En aquel momento, 1989, Kiko Veneno era un compositor e intérprete más experiente que exitoso. Tenía 37 años y formaba parte de la generación que –desde mediados de 1970– estaba revolucionando el flamenco, dándole estatus de culto entre los aficionados al rock, al pop más sofisticado y al jazz.

Nacido en Cataluña como José María López Sanfeliú, hijo de un militar, se crió en Ceuta, es sevillano por elección y adoptó el flamenco viviendo en Estados Unidos. En 1977, junto a los hermanos Raimundo y Rafael Amador, editó Veneno, un disco fundacional de un estilo de fusión tan innovador como incomprendido: flamenco con alma de blues, tempo funk, corazón rock y sabor rumbero. Los aportes del trío fueron fundamentales en otro álbum clave del flamenco rock, La leyenda del tiempo, de Camarón de la Isla, que venía de ser el acompañante de Paco de Lucía por casi 10 años.

A pesar de estos sólidos antecedentes, la carrera solista de Kiko Veneno no fue un camino de rosas. Escribía canciones –para Martirio, sobre todo–, sacó un par de discos y trabajaba como funcionario público en Sevilla. Estaba a punto de tirar la toalla como artista cuando Santiago Auserón, de Radio Futura, lo convenció de trabajar tranquilo en un puñado de canciones y le presentó al productor británico Jo Dworniak. Tenía 40 años. Era su última oportunidad.

"Preparando las canciones del Cantecito un día se me metió Echo de menos en la cabeza, sin saber por qué, a ritmo de rumba; la grabé como maqueta y al productor, Jo Dworniak, le pareció estupenda. Y quedó registrada en Londres en mayo de 1992. La canté de nuevo muy de últimas porque –contra el criterio de mánager y productor– no estaba conforme con lo que teníamos".

La experiencia oriental

Veinte años después, un Kiko Veneno ya establecido como leyenda del under español, aunque poco conocido fuera de su país, viaja a Uruguay para componer un disco junto a Martín Buscaglia. Se iba a llamar Martín Veneno pero terminó siendo El pimiento indomable. El español pasó un mes en Montevideo, conoció Cabo Polonio, se rodeó de músicos –Rada, Urbano, Mandrake Wolf, los Ibarburu, Martina Gadea–, comió asados, tomó vinos y se llevó las canciones para un disco que posteriormente fue registrado en Los Ángeles y editado en Uruguay y Argentina primero, y luego en España.

Según Buscaglia, Echo de menos "debe ser la pionera de un género/estilo que a partir de ella fue muy imitado por otros, pocas veces llegando a acercarse al poderío de esta; Kiko aggiorna la rumba y la toca desde su tiempo, atravesándola por su toque africano y soneos salseros, sumado a su maestría en renovar la tradición antiquísima de la sabiduría y hondura de la poesía flamenca".

El hijo del Corto Buscaglia y Nancy Guguich afirma que "pasa algo curioso con la letra de la canción", porque "es de añoranza, pero la música genera alegría, lo que hace que sea muy común que la gente cuando la canta, se empodere de la letra y la cante como una cosa liberadora y esperanzadora, cuando sospecho que en realidad tiene matices más melancólicos". La comparó con Help! de Los Beatles, porque "la letra es dramática pero la música te lleva en andas".

Dentro de Échate un cantecito, Buscaglia opina que "es uno de los temas más directos y festivos", y afirma que "cuando más revela su don es cantándolo en un bar, en la playa o lavando los platos".

El disco "tiene otras canciones muy hermosas, más meditativas o filosóficas, pero este es de esos temas que le gustan a todo el mundo".

Es que Kiko Veneno tiene muy claro "el código pop". Debe ser "fácil, bonito y elegante". La canción "te tiene que gustar como si fuera de otro. Otra cosa", sostiene. "Es la premeditación que suena alevosa, que se te vea demasiado las ganas de gustar, eso no es elegante ni pop".

El más respetado de los críticos españoles, Diego Manrique, escribió en las notas de la reedición especial de Échate un cantecito (2012) que fue Santiago Auserón quien "le hizo entender la importancia del trabajo artesanal, el valor de la métrica y la sonoridad, la necesidad de pulir las genialidades, el compromiso de desechar letras o músicas hasta llegar al diamante de muchos quilates; Kiko ya lo intuía; ahora sabía cómo llegar".

Manrique señala que "Kiko retrató la ignorada España real y consiguió compartir sus visiones íntimas", deslumbrando como "un filósofo callejero que se expresaba con puntería verbal, con genuino humanismo, con resonancia emocional; el arte sevillano de facturar canciones desde el underground alcanzaba madurez y universalidad".

Para Veneno, el ejemplo más claro de eso es cómo el público se ha apoderado de su canción. "La gente se empeña en llamarla 'Te echo de menos', o sea, la gente ha personalizado la historia y la ha hecho suya de tal manera que ha tenido hasta que cambiarle el título. Y a mí, claro, eso nunca puede parecerme mal".

Un disco perfecto

El disco Échate un cantecito suena muy español pero está hecho con casi 80% de músicos extranjeros y se grabó en Londres con la producción de un inglés de 31 años que no conocía casi nada de flamenco ni de la música de Kiko Veneno. Pero Jo Dworniak, que había trabajado con Radio Futura, "con su inteligencia consiguió ser el primero en coger mis canciones, ponerles orden y sentido, y plasmarlas para el público de la radio", contó el músico a TVE. El español reconoce que es su álbum más logrado. Según Martín Buscaglia, un disco perfecto: "Una obra contundente y que cierra por todos lados". A su entender, la cantidad de temas –10– debe aportar para eso. "No sé cuándo se instaló la idea de que los discos tenían que tener 12 temas, lo que se convirtió en un estándar, y luego se fue un paso más y ahora lo más común es que los discos tengan muchísimos temas, lo cual probablemente atente contra la posibilidad de generar una obra que se acerque a la perfección". Discos eternos que tienen pocas canciones según Buscaglia: Blue, Joni Mitchel, 10 temas; Piano Bar, Charly García (10); What's going on, Marvin Gaye (9); Magic Time, Opa (¡5!).

Echo de menos

Echo de menos / La cama revuelta / Ese zumo de naranja /

Y las revistas abiertas.

Y en el espejo / Ya no encuentro tu mirada / No hay besos en la ducha / Ni pelos, ni nada.

Y entre nosotros / Un muro de metacrilato / No nos deja olernos /

Ni manosearnos.

Y por las noches / Todo es cambio de postura / Encuentro telarañas / Por las costuras.

Lo mismo te echo de menos, lo mismo / Que antes te echaba de más...

Si tú no te das cuenta de lo que vale / El mundo es una tontería, /

Si vas dejando que se escape / Lo que más querías.

(bis)

Echo de menos / El crujir de tus tostadas / Sentir por el pasillo /

Tu gato que araña.

Y en mi camisa / Llevo tu aroma preso / Y el rojo de tus labios /

Por el cuello.

Y entre nosotros / Un muro de metacrilato / No nos deja olernos /

Ni manosearnos.

Y por las noches / Todo es cambio de postura / Y encuentro telarañas / Por las costuras.

Lo mismo te echo de menos, lo mismo / Que antes te echaba de más...

(estribillo)

Llora que tú tienes que llorar... / Y hasta llenar la cantimplora, /

Dona aquella lagrimita, / Por lo que más querías.

Si tú no te das cuenta de lo que vale / El mundo es una tontería, /

Si vas dejando que se escape / Lo que más querías.

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