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Hotel Ski Portillo: entre montañas

Escoltado por los Andes, aislado de poblados y erguido ante la laguna del Inca, se encuentra Portillo: el centro de ski más antiguo de América Latina. Un hotel donde esquiadores profesionales y amateurs se congregan para disfrutar de la nieve y las pistas más desafiantes, descansar en la naturaleza y deleitarse con una gastronomía única. Los invitamos a calzarse los esquíes y sumarse a esta aventura
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31 de agosto de 2019 a las 05:00

[Por Agustina Amorós]

Me desperté a mitad de camino y me esmeré para que no se me cerraran los ojos de nuevo. El trayecto desde el aeropuerto de Santiago de Chile hasta el Hotel Ski Portillo deja atrás las carreteras amplias para convertirse en una ruta estrecha que serpentea hasta trepar en la montaña. Los picos nevados se acercan, la nieve se va intensificando y en cada giro la perspectiva se torna cada vez más maravillosa. Pintado de un amarillo intenso, sobre la Ruta 60 –a 164 km de Santiago y a 2280 metros sobre el nivel del mar– se encuentra Ski Portillo. El histórico hotel, que este año celebra su 70º aniversario, acaba de comenzar una nueva temporada. Aunque los tiempos exactos los dicta la nieve, cada año entre finales de junio hasta principios de octubre, Portillo abre sus puertas para recibir a visitantes de todas partes del mundo. Junto conmigo veo llegar a familias completas, extranjeros que descargan sus esquíes con destreza, y niños que saltan del auto directo a tocar la nieve. Mientras espero para hacer el check in, me detengo en la estética rústica del lobby. Me arrimo al fondo, hacia el ventanal más cercano, y me despabilo con una vista increíble a las montañas. Es el comienzo de la travesía. Mi tarea implicaría vivir la experiencia para luego narrarla, pero en ningún momento sospeché que no encontraría palabras para describirla.

Aclimatarse

Ski Portillo está en plena cordillera, lejos de cualquier poblado, por lo que todo gira en torno a sus instalaciones. “Es un crucero en la montaña” me dijeron en un intento descriptivo, y resultó ser la explicación justa. Esta característica marca el perfil de los visitantes, que valoran su riqueza natural y la variedad de actividades que trae consigo la montaña.

Además del hotel, Portillo tiene otras alternativas de alojamiento como chalés privados –con confort para una familia numerosa– o propuestas más económicas pensadas para esquiadores, como el Octógono o el Inca Lodge. El hotel, de seis pisos y 135 habitaciones, se ubica frente a la laguna del Inca, que regala un paisaje increíble. Si el viento está ausente, la laguna se convierte en un espejo y las montañas se duplican en un reflejo perfecto; hay días en los que el sol tiñe todo de un rosa intenso; y otros en los que las nubes cargan el cielo de gris y el viento inquieta las aguas. No hay días iguales: la vista es espontánea y despampanante.

Camino a la habitación, me detengo a ver las fotografías que cuelgan por las paredes de los pasillos y narran parte de la historia del hotel. Las habitaciones, decoradas con un estilo moderno y acogedor, tienen vista a la laguna o al valle. Me alegro al descubrir que no hay televisión. La realidad es que no la necesita –la ventana oficia de espectáculo y sospecho que voy a estar poco tiempo adentro. Me cambio rápido para salir a la nieve: hay mucho por conocer y mi itinerario está repleto de actividades. Mañana tomaré las primeras clases de ski, por lo que aprovecho la tarde para recorrer las instalaciones. Salgo a caminar y observar pasar los esquiadores. A lo lejos se ven las pistas. El área esquiable de Portillo alcanza las 500 hectáreas, cuenta con 14 andariveles y 35 pistas, lo que lo convierte en un importante centro de ski preparado para recibir a desafiantes esquiadores. Además, como la capacidad de huéspedes y visitantes es limitada, no se generan esperas para subir a andariveles, ni se encuentran superpobladas las pistas. Esto, además de seguridad para los deportistas, garantiza que el tiempo en la nieve esté dedicado enteramente al disfrute. Me emociona saber que mañana estaré deslizándome por las pistas.

El atardecer me encuentra en la piscina climatizada, entre el vapor y los picos nevados. Me voy aclimatando a la altura y al ritmo del hotel. En Portillo se respira tranquilidad, placer por el disfrute y respeto a la montaña.

La aventura

El centro está pensado para que esquiadores de todos los niveles puedan disfrutar de sus instalaciones. La cantidad –y calidad– de terreno esquiable lo hace atractivo para esquiadores avanzados, que llegan motivados por la complejidad de sus pistas, entre las que se encuentra Cóndor (que aseguran que se trata de la pista más alta de Sudamérica). Para los amateurs, en cambio, la disponibilidad de pistas de menor dificultad y su propuesta ski in - ski out (que permite el acceso directo al terreno esquiable, sin traslados previos) es un gran aliado para transitar las primeras experiencias.

Aquellos que tengan su propio equipamiento para esquiar, ni bien se abren las pistas pueden salir a disfrutar de la montaña. Los que no cuentan con equipos, podrán arrendarlos en el taller del hotel. Al llegar, se rellena un formulario con los datos personales y, con el asesoramiento del staff, se seleccionan los insumos necesarios: botas, esquíes, bastones y cascos. Los equipos –de primera calidad– se guardan durante toda la estadía en el depósito del taller, donde aseguran el acceso rápido a los insumos y su correcta colocación (clave para conseguir un buen desempeño). La política safety first del hotel se hace visible en todas las etapas y augura una experiencia infalible en las pistas.

Las opciones son muchas: caminata con raquetas (un calzado especial que se acopla a la bota para hacer senderismo en la nieve), tomar clases de esquí grupales o individuales, esquí libre, disfrutar en familia o apuntar a los niños en el Kid’s Camp, para que aprendan a esquiar o a hacer snowboard. El itinerario lo arma el huésped a su gusto.

Elijo sumarme a una clase colectiva. Enseguida nos agrupan según el nivel y nos asignan un instructor, que tuvo la paciencia necesaria para acompañar a los más inexpertos, el temple divertido para alentarnos a disfrutar y la pedagogía necesaria para que logremos grandes avances en pocas horas de clase. Los grupos son pequeños –para brindar un tratamiento verdaderamente personalizado– y, aunque cada uno tiene su profesor, hay varios instructores monitoreando las pistas. Vestidos de color azul intenso, se deslizan veloces por las instalaciones: algunos dictando clases personalizadas, otros instruyendo con artimañas lúdicas a los niños, patrullando la zona o contestando dudas. Me sentí todo el tiempo segura. Al primer indicio de necesitar ayuda, alguien del equipo se aparecía como por arte de magia. Detrás de sus antiparras, siempre encontré una sonrisa o un comentario alentador. El ambiente es distendido, la experiencia es mágica.

Condiciones aseguradas

Aunque en Portillo cae bastante nieve –el promedio anual es de alrededor de 6 metros–, el hotel cuenta con tecnología italiana de fabricación de nieve artificial, para asegurar buenas condiciones en las pistas aun en temporadas con déficit de nieve.

Arte al plato

La gastronomía tiene un rol fundamental en Portillo. En el comedor principal se sirve desayuno, almuerzo, merienda y cena. Se trata de un lugar espacioso, con mesas amplias y decoración en cuero (varias de las piezas son originales de 1949). Es allí donde el chef chileno Rafael Figueroa se luce con su propuesta. Desde comida típica chilena hasta la mejor carne argentina. Me sorprendo con cada presentación: los platos parecen verdaderas obras de arte. Degusté mariscos, carnes y verduras de la mejor calidad. El menú propone alrededor de cuatro opciones para cada instancia (entrada, plato principal y postre). Les aseguro que anhelarán más días para deleitarse con su gastronomía y desearán volver para repetir sus platos favoritos.

Además del comedor principal, se encuentra el autoservicio. Allí los esquiadores que vienen por el día se sirven sus comidas. En caso de que un huésped prefiera el autoservicio porque es más rápido, tiene acceso sin ningún costo. Tanto el autoservicio como el comedor principal, cuentan con las vistas más privilegiadas del lugar.

El secreto mejor guardado de Portillo se esconde en la cordillera. El restaurante Tío Bob`s se ubica en la cima de la montaña. La propuesta está pensada para esquiadores audaces, que tras almorzar –con una vista descomunal– descienden esquiando hasta el hotel.

Post ski

La propuesta fuera de las pistas es variada. Desde clases de yoga con Heidi –una eminencia del hotel que trabaja allí hace más de 50 años– hasta sauna, gimnasio, cine, guardería y piscina.
Cada semana se llevan a cabo actividades especiales, como la carrera Sol de Portillo y la Bajada de antorchas, un eslalon nocturno que se convierte en un verdadero espectáculo.

El formato de estadía es semanal (de sábado a sábado) o mini week (4 o 3 noches) y, según el momento del año, se generan actividades especiales para amigos, familia o deportistas. Se organizan incluso las denominadas wine week, con eventos especiales para los amantes del buen vino. Mi recomendación: marcar la fecha, armar la valija y entregarse a la propuesta. Ski Portillo es un secreto escondido en la cordillera que –créanme– vale la pena experimentar. Disponibilidad, precios y más información en www.skiportillo.com

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