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Impulsos o shocks

El optimismo empresarial es clave para el progreso de la economía uruguaya
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06 de junio de 2019 a las 05:02

Alfonso Ma. Ramos Inthamoussu

Ante el deterioro económico del país, precandidatos oficialistas han propuesto políticas de impulsos productivos, mayor presupuesto para ciencia y tecnología y shocks de oportunidades. Algunos opositores, ante el despilfarro asociado al déficit fiscal actual y al endeudamiento sugieren políticas de shock.

En un corto y mediano plazo un impulso productivo puede provenir de algunas plantas tipo UPM –muy grandes y con beneficios especiales-,  o de varias empresas como ALUR o de que muchos miles de empresarios –pequeños, muy pequeños, medianos o grandes-, decidan invertir.

Con la segunda planta de UPM, el primer modelo se estaría agotando. Continuar creando empresas colaterales de Ancap es un camino que no despierta ya entusiasmos. La tercera vía, -cuando vemos que cierran empresas agroindustriales y cierran almacenes, que hay muchos locales vacíos esperando una oferta de alquiler  de un grupo político y que tienen problemas las empresas que exportan a los países vecinos-, es una vía que exige sin duda aclarar muy bien cómo se crearán las condiciones para que tantas empresas y personas tomen esas decisiones optimistas.

Algo anda mal en lo que se llama negocios, las cuentas no cierran, los precios no superan los costos o sólo da para empatar.

Precios relativos

Se necesita una nueva ecuación de precios y costos. El dólar respecto a los salarios y a las tarifas públicas ha de estar más alto. Quizá el precio de los combustibles sea el  inconveniente más visible para que los emprendimientos productivos lleguen a cuajar.

Tenemos que volver al lenguaje de la  microeconomía, hablar de precios relativos, de competencia, de monopolios, de regulaciones paralizantes, de los efectos de esta carrera de mayores impuestos a los salarios, a los alquileres, a la riqueza, a todo tipo de transacciones. ¿Acaso el empresario no innova por lerdo?

Durante demasiados años solo se ha hablado de los equilibrios macroeconómicos como bases del progreso. Nos hemos olvidado que si no hay ganancias  no hay inversión, no hay trabajo, tampoco innovación tecnológica. Sólo empleos públicos.

Demasiada atención a la macroeconomía

Tiene también un matiz ideológico ese interés obsesivo por la macroeconomía. No solo los grandes ciclos económicos del siglo XIX llevaron a prestar más atención a  los  equilibrios macro, sino que la Gran Depresión de los años 30 del siglo XX tuvo un impacto intelectual importante. Fue entonces cuando un sector significativo de la intelligentsia del Partido Demócrata norteamericano comenzó a envidiar la supuesta eficacia de los planes quinquenales de Stalin.
Similar sesgo ideológico se advierte en los gobiernos de nuestro país en los últimos 15 años. No se habla de ganancias pero se insiste en los equilibrios macroeconómicos logrados o pretendidos.

Tenemos antecedentes claros de esas políticas en la primera mitad del siglo XX en nuestro país. Creció la presencia estatal con regulaciones y empresas en ámbitos desmedidos: Ancap y colaterales, SOYP, AFE, UTE, Banco de Seguros y un largo etcétera que se inicia  con don José Batlle y Ordóñez. Fue también el comienzo del estancamiento de la ganadería, luego de 70 años en que el campo hizo nacer el Uruguay económico. Contra viento y marea la carne sigue dando que hablar.

Shocks

El acento puesto en los shocks fiscales  obedece, más que a la magnitud de los macro desequilibrios, al hastío por los despilfarros y los amiguismos asociados al déficit fiscal, sin que mejore ni la educación ni la seguridad ni la marginalidad.

Así como no puede haber impulsos productivos sin negocios, no está claro que un shock fiscal por sí mismo produzca un impulso productivo. Una disminución de gastos públicos  no mejora inmediatamente las expectativas de emprendedores.

Se argumenta actualmente para defender un shock fiscal las dificultades de un proceso gradual como en Argentina. Es un tema de debate siempre abierto en la Academia. Quizá más importante para el ánimo de los inversores en Argentina hayan sido los 200 años de incumplimiento de reglas, de violación de compromisos y las mismas dudas sobre la idiosincrasia ciudadana cuando tan bien se ubica en las encuestas la ex presidente,  pese a estar en el banco de acusados por desfalcos.

¿Impulsos o shocks? Sin duda son necesarias señales de seriedad y racionalidad en el gasto público, pero más importante es el clima de optimismo empresarial que puede provenir de mayores libertades, de menores agobios fiscales y tarifarios, y del paulatino aumento del precio del dólar que deriva de la creciente desconfianza en el porvenir de la economía uruguaya con el actual modelo. 

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