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Por hasta US$ 200.000: inversores ángeles que apuestan en emprendimientos crecen con fuerza en Uruguay

El ecosistema emprendedor local cada vez recibe a más agentes que se animan al riesgo y cuyo objetivo esencial es apalancar ideas de negocios

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07 de noviembre de 2022 a las 05:00

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En los últimos cinco años ha “crecido enormemente” la figura del inversor ángel en el entramado emprendedor uruguayo, aseguró Sara Goldberg, la directora de Urucap—la primera asociación uruguaya de capital privado—. El leitmotiv de estos agentes es, sobre todo, apalancar emprendimientos que se encuentran en una etapa inicial de su desarrollo.

El inversor ángel es una persona que, más allá del dinero que pueda invertir en un determinado proyecto, brinda conocimiento, redes de contacto e, incluso, mentoreo al emprendedor que lleva adelante su modelo de negocios.

“Los inversores ángeles se comprometen con el emprendimiento” en todas esas dimensiones, explicó Goldberg. “Por supuesto que ese interés radica en lo financiero, pero también, al elegir en qué proyectos desean invertir, se involucran con la idea y con los emprendedores”, añadió la ejecutiva.

Los inversores ángeles son personas que conocen del sector emprendedor. Pueden ser empresarios exitosos —que ya transitaron el camino del emprendedurismo y conocen los pormenores de este mundo— o ejecutivos con una vasta experiencia en gestión, que adquirieron después de ocupar cargos gerenciales, por ejemplo, en empresas multinacionales. Este último punto es más frecuente en el ecosistema local, según los agentes con los que conversó Café & Negocios.

Los inversores ángeles “no tienen problema con el riesgo, más bien todo lo contrario; es parte de su esencia”, apuntó Goldberg. Estas figuras están dispuestas a invertir en emprendimientos que “recién se estén validando”, añadió la ejecutiva. Eso significa que los emprendimientos ya cuentan “con un producto mínimo viable y con un cliente o un potencial cliente ya cerrados, aunque todavía no estén facturando”, profundizó Goldberg.

Si bien dependerá de la idea de negocio, del rubro al que pertenezca y del perfil del emprendedor, la participación del inversor ángel en Uruguay puede ir desde los US$ 5.000 hasta los US$ 250 mil, especificó la ejecutiva. Inicialmente, el tique no suele ser demasiado alto, pero a lo que debe apuntar el inversor ángel es a la escalabilidad del emprendimiento.

Un primer camino para el inversor es vender su participación (con las ganancias correspondientes al crecimiento del negocio). Otro camino es esperar a que el negocio cuente con cierta madurez o robustez para empezar a recibir su rentabilidad por el aporte del capital que financió el proyecto originariamente.

En el primer caso, la rentabilidad suele ser menor a la de la segunda, y se llega a ella luego de un período que puede llevar de dos a tres años aproximadamente. En el segundo caso, el beneficio puede llegar a ser mayor y lo conseguirá unos 10 años después del desembolso del capital inicial.

Emprendedor e inversor ángel, alianza poderosa

Martín Larre

Martin Larre comenzó a desempeñarse como inversor ángel hace cinco años. “Conocí una startup, me encantó el equipo y, si bien en ese momento no era un inversor, me animé”, narró a Café & Negocios. El éxito en esa inversión lo motivó a continuar por ese camino.

“En aquel momento los inversores ángeles se contaban con las manos”, añadió el emprendedor, quien venía de crear empresas del rubro tecnológico en Uruguay. De hecho, Larre integró el equipo que inició la plataforma Woow y también otras startups que contaron con el apoyo de inversores ángeles. Fue así como el contacto con esta figura marcó el destino de Larre, y lo llevó por la misma senda.

“Me interesa este camino porque, en definitiva, el concepto que está atrás de él es el de smart money (o dinero inteligente)”, que es lo que provoca el intercambio entre el emprendedor y el inversor ángel, que generan proyectos de “alto impacto”, explicó.

Larre invierte en grupo. Esto significa que en determinadas ocasiones suman un capital importante para verter en el proyecto que les haya interesado acompañar o, muchas veces, se derivan los proyectos entre ellos, según los intereses de los inversores de ese grupo. Esta red potencia el entramado emprendedor local y genera un mayor alcance.

A Larre le gusta estar involucrado en más de un emprendimiento a la vez, aseguró, y reivindicó el rol de la experiencia que puede brindar el inversor ángel, más allá del capital financiero en sí, en la etapa de los emprendimientos que intentan despegar. “Un inversor ángel pasó por muchas experiencias, algunas exitosas y otras no tanto”, explicó Larre. “De las segundas es de las que más se aprende, y gracias a eso está capacitado para colaborar con los nuevos emprendimientos”, agregó.

“El inversor ángel ayuda a pensar a los recientes emprendedores en aspectos claves, como cuál es el mejor momento y lugar para constituir la empresa, o tener en cuenta los problemas que pueden llegar a limitarla una vez que haya sido iniciada”, argumentó.

Para el empresario, en el último quinquenio el rol del inversor ángel se ha acelerado notablemente.

El riesgo como vocación

Fernando Johann

Fernando Johann tiene 42 años y es argentino, aunque hace dos años que vive en Uruguay. Es ingeniero en materiales y está ligado al mundo de los negocios desde hace años: trabajó en una oenegé de emprendedurismo, inició un club de jóvenes emprendedores, fundó su empresa e invirtió en proyectos de diversos rubros, como en la industria aserradera, inteligencia artificial y en residuos de madera. “No a todos le fue bien”, reconoció.

El inversor ángel cree que en Latinoamérica, en general, esta figura aún “está en pañales” y que, si bien se han mostrado señales de desarrollo, aún es un fenómeno incipiente. Y reconoció además que es muy importante para los sistemas emprendedores de los países que empresarios con negocios exitosos —lo que no quita que haya tenido fracasos en su carrera, aclaró— salgan a la cancha a impulsar proyectos nuevos que requieran, además de su capital, su experiencia.

“He invertido por cuestiones muy disímiles”, señaló Johann, quien inició su carrera como inversor ángel en 2015. Desde entonces, apoyó a emprendimientos tanto por el impacto que tendrían en su área (como, por ejemplo, las energías renovables) como por la afinidad que tenía con los emprendedores.

Johann aclaró que ser inversor ángel no es “darle dinero al emprendedor, sino confiar en una idea y adquirir una participación para que esta se multiplique”, por eso es importante que esta figura “se involucre en el emprendimiento lo más temprano posible”.

Hoy por hoy, el rol de inversor ángel que ha ido asumiendo Johann es complementario al de su vida profesional. El inversor señaló que apoya emprendimientos, sobre todo, de ciberseguridad, inteligencia artificial y blockchain, y que suele apoyarlos con un capital que va desde los US$ 5.000 a los US$ 10.000.

Impulsar una nueva cultura de hacer negocios

Virginia Suárez

Virginia Suárez comenzó a “redefinir los criterios de inversión” hace cinco años. Se convirtió en inversora ángel después de haber pasado por una gran cantidad de cargos ejecutivos de relevancia durante 30 años, entre los que se encuentra el de CEO del banco HSBC Uruguay, puesto que ocupó por casi 12 años.

Suárez se interesó por acompañar, con su capital y expertise, emprendimientos uruguayos de triple impacto. Es decir, aquellos negocios que traccionan en tres dimensiones: generan riqueza, poseen una mirada social y su funcionamiento implica un impacto ambiental positivo.

“No se trata de poner dinero, sino también de acompañar a terminar de armar los modelos de negocios, a participar de los directorios y de hacer escalar la empresa”, una de las cosas que más la apasiona, explicó.

Su lema es “si movilizo dinero de otros, movilizo el mío también”, y los emprendimientos que más le interesan se encuentran en los rubros de educación y género. Según dijo la empresaria a Café & Negocios, aún se encuentra explorando el mundo del emprendedurismo después de pasar años en la banca tradicional. Explicó que, en Uruguay, hacen falta plataformas de encuentro que unan a los inversores con emprendedores para, así, desarrollar más ideas de negocio.

Para que Suárez se involucre en un negocio es fundamental que los emprendedores tengan la intención de resolver desafíos al mismo tiempo que le aportan al mercado; además, agregó que “conectar con el emprendedor” es imprescindible, y explicó que la dimensión financiera del proyecto “es muy importante” porque es lo que determinará cuán escalable podrá ser la empresa.

Contó que suele invertir en private equity (instituciones que apuestan a otras empresas privadas), un estilo de financiamiento para empresas que necesitan capital inmediato.

“Esto es una nueva manera de hacer negocios y lo que buscamos es generar una nueva cultura en la manera de hacer negocios en Uruguay”, concluyó Suárez.

Uruguay, en un momento ideal para inversiones de riesgo

Alejandro Laborde

“Uruguay está en un momento ideal en lo que respecta a proyectos de alto riesgo”, aseveró el inversor Alejandro Laborde en diálogo con Café & Negocios.

Laborde empezó como emprendedor, y luego trabajó como facilitador en redes de inversores ángeles. Hace dos años, decidió empezar a invertir, por lo que creó estructuras de índole colaborativa con el objetivo de colaborar con emprendimientos en etapas tempranas y medio-tempranas. Aunque esto lo hace en su tiempo libre, Laborde desarrolla tres actividades: es dueño de una consultora enfocada en la ayuda a emprendedores, es director de una empresa que se dedica a armar grupos de dueños y gerentes generales de empresas, es docente de la Escuela de Negocios de la Universidad Católica de Uruguay (UCU) e integra el Comité de Emprendedores de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII).

Para el empresario, en los últimos 10 años se desarrolló mucho el ecosistema emprendedor, sobre todo, gracias al trabajo de la ANII y la ANDE, que fueron dos buques insignia que ayudaron a muchos emprendedores a conseguir capital semilla. Hoy, “el país está en el momento ideal para fomentar el apoyo de los inversores privados en el ecosistema emprendedor; ahí hay una oportunidad de hacer crecer la economía”, añadió, y explicó además que los casos de éxito, como d-Local, PedidosYa y Genexus, apalancaron el entramado emprendedor local.

Consideró: “Hay capacidad para seguir haciendo cosas en el ecosistema emprendedor. Está en manos de los inversores seguir impulsando este camino de tracción que hace un tiempo inició el Estado con organismos de gobierno”.

Tecnología, educación y el mercado del ecommerce son los rubros que suele mirar Laborde a la hora de apoyar emprendimientos como inversor ángel.

Asimismo, explicó que están “empezando a estructurar algunos vehículos” que permitan entrar al inversor individual con tiques menores —entre el 5% y el 10% de lo que el emprendedor busca—, y reunir varios inversores interesados en el emprendimiento para inyectarle un importante capital, con el fin de potenciarlo.

Laborde explicó que el mercado local tiene buena espalda para desarrollar los negocios de riesgo y que conforme este tipo de inversiones crezca lo hará también el ecosistema empresarial uruguayo.

Un hub de emprendimientos

Stephen Jakter

Hace siete años que Stephen Jakter empezó a invertir como inversor ángel en algunas compañías pertenecientes, sobre todo, a industrias que lo atraían por “su visión de largo plazo” y a las que sabía que no iba a poder acceder emprendiendo él mismo, expresó en intercambio con Café & Negocios.

“Hace cuatro años empecé a involucrarme fuertemente en el ecosistema de impacto, en modelos de negocio lideradas por el propósito de generar cambios sociales o ambientalmente positivos en nuestro mundo”, añadió. En ese camino conoció a David Alvo Verdugo y Alan Farcas y juntos lanzaron hace un año Impacta VC, un fondo de inversión con base tecnológica que invierte en compañías que buscan “impactar positivamente” en el mundo.

 Jakter es arquitecto, diseñador, emprendedor e “inversor de nuevas economías y modelos de negocio sostenibles y de impacto positivo, circular y regenerativo”, puntualizó.

La organización invierte en proyectos de negocio que se encuentran en etapa temprana o, como se le llama en el mundo del emprendedurismo, etapa pre seed-seed (pre-semilla o semilla). El apoyo de capital se le otorga a través de tiques de entre US$ 100 mil y US$ 500 mil a compañías que tengan operaciones en Latinoamérica, que cuenten con base tecnológica y están generando impacto positivo social o ambientalmente.

Además, el fondo que comanda Jakter junto con sus socios cuenta con una opción para las compañías que ya son del porfolio de la empresa y están listas para dar el próximo paso. Se trata de acompañarlas en el proceso de escalabilidad y, una vez que pasan al próximo nivel, están dispuestos a invertir con tickets que van desde los US$ 500 mil hasta US$ 1 millón.

 “Creo que Latinoamérica y sobre todo Uruguay se están convirtiendo en un hub de emprendimientos y emprendedores de altísima calidad”, concluyó el inversor.

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