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João Gilberto: un mundo disonante

El músico brasileño falleció el pasado 6 de julio a los 88 años. Su figura ya era legendaria desde hacía medio siglo. Y hay muchas razones para que esto fuera así
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14 de julio de 2019 a las 05:00

Con el pasar del tiempo, es difícil apreciar el impacto que produjeron fenómenos artísticos que resultaron rupturas radicales en su época y que hoy están totalmente asimiladas.

Hace ya unos cuantos años que la bossa nova se asocia con música de fondo, banda sonora de cafés y restaurantes; la música ideal para momentos de relax.

Sesenta y un años atrás, sin embargo, cuando la radio comenzó a difundir la primera versión de la canción Chega de Saudade, el sonido era tan raro, nuevo y distinto a todo lo conocido que mucha gente no lo entendía y se lo tomaba a chiste. Escuchaban a un músico que susurraba una melodía aparentemente sin inflexiones, que parecía cantar para un lado mientras la música iba por el otro, acompañándose por acordes disonantes en la guitarra mientras una orquesta lejana aparecía y desaparecía aleatoriamente.

Esa música que deslumbró y desconcertó por partes casi iguales se hizo moda y no tardó mucho en conquistar el mundo. Y João Gilberto fue el principal responsable de eso.

Aunque rastrear todos las circunstancias que se dan para que se genere un movimiento artístico es una tarea muy complicada la bossa nova tiene una fecha de origen concreta en esa canción compuesta por Tom Jobim y Vinicius de Moraes e interpretada por João Gilberto, lanzada en 1958 en un disco de 78 rpm. João Gilberto Pereira de Oliveira había nacido en 1931 en el pequeño pueblo de Juazeiro, en el estado de Bahía. En 1950 se mudó a Rio de Janeiro, donde comenzó su actividad profesional como músico. Guitarrista autodidacta, Gilberto lanzó un simple de 78 r.p.m. en 1952, que pasó inadvertido.

Al igual que el mito del blusero Robert Johnson del que se dice hizo un pacto con el diablo, tras desaparecer de los escenarios y volver al tiempo convertido en uno de los mejores guitarristas de todos los tiempos, Gilberto también desapareció de la escena por un par de años y volvió a Rio de janeiro convertido en un nuevo artista. En 1954 decidió autorecluirse en una especie de exilio interno en Rio Grande do Sul y Minas Gerais y estudiar obsesivamente, buscando una nueva manera de cantar y tocar la guitarra.

Cuando volvió al ambiente musical de Río deslumbró a sus colegas con su propuesta. Especialmente a uno: Antonio Carlos Jobim, compositor y arreglador quien también estaba en busca de un nuevo sonido. Como Gilberto, Jobim, quería modernizar el samba, influenciado por la novedad del bebop y el cool jazz estadounidense; pero también por la música impresionista, Chopin, el bolero y las canciones del francés Henri Salvador. Cuando escuchó lo que estaba haciendo João Gilberto se dio cuenta que era el socio perfecto.

Gilberto había incorporado la armonía del jazz al samba y creado una rítmica nueva en la guitarra basada en la percusión, pero aligerando y achicando la sonoridad del estilo. La percusión pesada del samba desaparecía, reemplazada por redoblante y hihat tocados con escobillas. Había encontrado además una manera de cantar con una emisión absolutamente cotidiana, sin el vibrato de los cantantes clásicos. João parecía estar hablando, más que cantando, pero lo que hacía era complicadísimo, manteniendo una afinación (y una dicción) perfecta con un caudal de voz mínimo, llevando su registro a la región más grave y jugando con el tiempo atrasando o adelantando la melodía sobre la base
firme de la guitarra. Unos años después Miles Davis dijo que João podía leer el diario y conmover igual con su voz. Su propuesta fue una revolución total, pero basada en las tradiciones de la música brasileña.

Luego del éxito de la canción Chega de Saudade, Gilberto editó en 1959 un LP con el mismo nombre, también con arreglos de Jobim, cantando varias composiciones de este. En el disco de 12 canciones y apenas 23 minutos de duración (las canciones casi nunca sobrepasan los 2 minutos) está la famosa “batida” guitarrística de Gilberto, sostén de todas las canciones, su voz chiquita pero de afinación y técnica perfecta, la percusión livianísima y las increíbles y en ese entonces insólitas orquestaciones minimalistas de Jobim, que pintaban de forma impresionista las canciones con mismas intervenciones de cuerdas, vientos y unas pocas notas de piano. También están las letras leves y discretamente melancólicas, que a su vez valoran el ocio y el amor sin dramas. El álbum tiene seis canciones de autores “nuevos” y seis versiones de temas derivados del samba.

Jobim fue el compositor de la bossa nova; todos los temas clásicos del género le pertenecen (algunos con letras de otros artistas como Vinicius de Moraes o Newton Mendonça). Pero las versiones más conocidas de esos temas son las de Gilberto. João no compuso más de una decena de temas en su larguísima carrera, sin embargo cada canción que interpretó la hizo suya, cambiando armonías, fraseos y a veces hasta fragmentos de las letras. Usando el mismo concepto del bebop de reinventar composiciones ajenas, el músico creó un mundo propio a partir de canciones ya existentes. Un periodista brasileño lo llamó “recompositor”.

Otra de las cosas fundamentales de este disco y de la bossa nova en general es el uso de la tecnología para crear algo nuevo. Sin el uso del micrófono que permitía poner a la guitarra de cuerdas de nylon y a la voz de Gilberto en un primerísimo plano y a la orquesta en un lejanos segundo plano, la estética principal del género no hubiera existido. Y Gilberto fue un estudioso obsesivo de esa tecnología, buscando la forma bperfecta de combinar las dinámicas de voz y guitarra usando ele estudio e grabación como un instrumento más. Fue idea suya grabar con dos micrófonos (uno para su voz y otro para la guitarra) algo que hasta ese momento nadie había hecho. Gilberto y Jobim siguieron su asociación en los álbumes O amor O sorriso e a flor (1960) y João Gilberto (1961) que terminaron de definir a la bossa nova.

Tuvieron la fortuna de lanzar su revolución en el momento y el lugar justos. Brasil vivía un tiempo de bonanza y esplendor a fines de los años 50 y la gente estaba muy receptiva a todo lo que fuera nuevo, pero a la vez propio. Esos fueron también los años de la construcción de Brasilia, bajo la égida del arquitecto Oscar Niemeyer, del Cinema Novo y de la poesía concreta.

Se dice de mí
Las leyendas sobre el comportamiento de João Gilberto son tantas que se han escrito libros sobre ellas. Algunas se pueden confirmar, pero la mayoría, como suele suceder, son imposibles de corroborar.
  • Se dice que casi no tocó en el histórico recital del Carnegie Hall de 1962, porque su pantalón no tenía la raya perfecta. Según parece la cónsul de Brasil le planchó los pantalones en el camerino, mientras él esperaba en calzoncillos.
  • Es cierto que abandonó varios conciertos porque el sonido no le complacía o porque el público no estaba en total silencio. Cuenta la leyenda que por ese mismo motivo desmayó de un guitarrazo a un colega.
  • Se dice también que las únicas salidas del músico de su apartamento de Leblon eran para salir a manejar de madrugada sin rumbo fijo. El compositor y productor Nelson Motta cuenta en el libro Noites Tropicais que una vez recibió el llamado de João en el medio de la noche para que fuera a su casa. Este lo esperaba guitarra en mano en su auto y recorrieron la ciudad a toda velocidad pasando semáforos en rojo. En un momento detuvo el auto, tomó su guitarra y le dio un concierto privado a Motta. Una anécdota similar es relatada también por Luiz Galvao de Novos Baianos.
  • Gilberto siempre hacía pedidos extraños a los organizadores de sus conciertos. En 1998 exigió un auto de lujo para llegar a su concierto en el Teatro Gran Rex en Buenos Aires. Pero se negó a subirse a un Rolls Royce que le habían alquilado especialmente porque le parecía demasiado lujoso.
  • Aunque sus amigos sabían que vivía solo y su voz era inconfundible, se acostumbraron a escucharlo decir a través del teléfono que “João no estaba disponible en ese momento”, cuando lo llamaban a su casa.
  • La cantante Elba Ramalho que vivió en el mismo edificio que el músico cuenta que un día recibió la llamada de João pidiéndole un mazo de cartas. Lo consiguió ilusionada de poder interactuar con él, pero este le pidió que pasara las cartas de a una por debajo de la puerta.
La conquista del mundo

La revolución de la bossa no tardó en traspasar fronteras. En Estados Unidos, músicos y seguidores del jazz, que estaba perdiendo terreno ante el surgimiento del rock se enamoraron del género y comenzaron a intentar reproducirlo.

En 1962, João Gilberto, Tom Jobim y otros músicos brasileños dieron un concierto en el Carnegie Hall de New York, que terminó de cimentar el prestigio de la bossa nova en el ambiente intelectual estadounidense. Comenzó a darse un fenómeno muy particular, la bossa que había sido una creación muy influenciada por el jazz estadounidense comenzó a influenciar la música norteamericana.

La popularidad mundial del género se disparó en 1964, con la edición del álbum Getz/Gilberto. El saxofonista Stan Getz había sido uno e los grandes difusores de la bossa nova en Estados Unidos, editando los discos Jazz Samba y Big Band Bossa Nova en 1962. En 1963 grabó este álbum con João Gilberto, con arreglos y composiciones (y el piano) de Tom Jobim, que se editaría un año más tarde.

El trabajo se convertiría en uno de los discos más exitosos de todos los tiempos. Vendió más de dos millones de ejemplares solo en el año de su lanzamiento, ganó varios premios Grammy entre ellos el de álbum del año (primera vez que un disco de jazz lograba ese galardón y primera vez que un artista no estadounidense se llevaba ese premio) y convirtió a la canción “Garota de Ipanema” en uno de los temas más populares de todos los tiempos. Significó también el lanzamiento como cantante de Astrud Gilberto, en ese entonces esposa de João , quien nunca había cantado profesionalmente. Su interpretación de Garota de Ipanema y Corcovado creó un nuevo estándar de voz femenina, que trascendió el jazz y la bossa.

Getz/Gilberto fue el cénit de popularidad del genero y también, en parte el inicio de su decadencia. Fue a partir de ese disco y de todas las imitaciones que vinieron después que la bossa nova se fue convirtiendo en música sofisticada de velada nocturna.

Pero Gilberto siguió manteniendo su aura vanguardista. Cuando a fines de los años 60, un grupo de jóvenes artistas brasileños, con Caetano Veloso y Gilberto Gil a la cabeza crearon el movimiento tropicalista, que mezclaba el rock, la sicodelia y la contracultura con la música de Brasil, tomaron a João Gilberto como uno de sus modelos.

Pese a su bien ganada fama de huraño, el músico no fue indiferente a esos jóvenes. Tocó con ellos, hizo versiones de temas de Caetano y Gil y hasta llegó a colaborar con Os Novos Baianos, una de las bandas mas hippies y contraculturales del período. Tal vez influenciado por esos nuevos artistas, pero manteniendo su personalidad única fue que en 1973 editó un álbum que volvió a ponerlo en un lugar de vanguardia artística. El llamado “álbum blanco” de João Gilberto (por la similitud de la estética de su tapa con la del disco de The Beatles) radicaliza la opción minimalista de la bossa nova que él y Jobim habían desarrollado una década antes. No hay más elementos que
la guitarra y la voz de João y una mínima percusión tocada por el desconocido músico estadounidense Sonny Carr. A diferencia de aquellos primeros discos donde los temas eran apenas desarrollados en su estructura casi nunca superando los dos minutos, aquí, cada canción se extiende generalmente por más de cinco generando un efecto hipnótico que ha llevado a varios a definir este álbum como psicodélico.

João en cinco canciones
  • Chega de Saudade (1958)
    La canción que comenzó todo. João Gilberto y Tom Jobim resumen en apenas dos minutos, todas las novedades del nuevo género que estaban creando.

  • Desafinado (1959)

    La manera de cantar de João Gilberto era tan rara, que mucha gente decía que desafinaba (siendo que su afinación era obsesivamente perfecta). Jobim y Newton Mendonça compusieran esta canción que João estrenó en su primer LP. Una declaración de principios de la bossa nova.
  • Garota de Ipanema (1964)
    La versión del disco Getz /Gilberto con el canto compartido de João (en portugués) y Astrud (en inglés), fue la que convirtió a Garota de Ipanema en una de las canciones más populares de la humanidad. Es junto con Yesterday la canción más versionada de la historia.
  • Aguas de Março (1973)
    De su disco João Gilberto de 1973, también llamado el álbum blanco. Cinco minutos hipnóticos donde João parece cantar y tocar siempre lo mismo, pero cada estrofa es sutilmente distinta a la anterior, en fraseo, armonía y tiempo.
  • Undiú (1973)
    Otra del “álbum blanco” y una de sus escasas composiciones. João solo usa la palabra del título para ir metiéndonos en un mantra de siete minutos; un mundo único que parece no tener principio ni final.
Vuelta y legado

Gilberto pasó toda la década del 60 y gran parte de la del 70, viviendo en Estados Unidos. Volvió definitivamente a Brasil en 1979. Su comportamiento excéntrico siempre fue motivo de leyendas, desde los años 50. Desde su retorno, Gilberto vivió recluido en su apartamento de Rio de Janeiro, según se dice, durmiendo durante el día y despertándose a las 10 de la noche, solo para tocar obsesivamente durante 12 horas. Se comunicaba con amigos en largas conversaciones telefónicas y por cartas que pasaba a través de la puerta a sus visitantes.

Solo dejaba su reclusión cuando se iba de gira o cuando grababa. Grabó poco luego de su vuelta. Un disco con Caetano Veloso, Gilberto Gil y María Bethânia (Brasil, 1981), el álbum João de 1991 y João Voz e Violão (2000), todos trabajos muy recomendables.

En 1999 se presentó en el cine Plaza de Montevideo en un recital inolvidable, donde pese a todas las leyendas se mostró receptivo con el público. Tocó a un volumen mínimo, logrando un silencio absoluto y una concentración total de la audiencia.

En esos últimos discos y especialmente en sus presentaciones en vivo, (que continuó realizando hasta 2008) pareció dedicarse a una búsqueda imposible de la perfección total. Aunque su repertorio no cambiaba, cada interpretación era diferente, con cambios casi imperceptibles de dinámicas, sutiles cambios armónicos y melódicos de sus interpretaciones. La leyenda de las doce horas diarias con su guitarra parecía ser cierta.

Sus últimos años fueron difícil en materia de salud física y mental y por las disputas entre sus hijos y una jovencísima pareja con la que tuvo una hija en 2004 (a los 73 años).

João Gilberto falleció la semana pasada. Su muerte no agiganta el mito, porque el músico ya era una leyenda desde hacía casi cincuenta años. Su influencia es tan enorme que cuesta pensar en otro artista sudamericano que haya sido tan importante en el desarrollo de la música popular mundial. Y su égida no se dio solo en la música derivada del género que creó. Es posible escuchar sus aportes en el rock, el hip hop, la música electrónica o la canción de autor de este último medio siglo.

En Uruguay la influencia de su obra fue fundamental, por ejemplo en Eduardo Mateo, quien no solo fue pionero en utilizar los recursos guitarrísticos y vocales del maestro, sino que usó el mismo concepto de combinar tradición y modernidad cosmopolita cuando mezcló rock y psicodelia con candombe. Pero también fue crucial para gente como Fernando Cabrera, Jaime Roos o Jorge Drexler.

Caetano Veloso habló muchas veces de Gilberto en las letras de sus canciones. Tal vez la definición más sentida y apasionada de lo que su música significa está en la canción Para Ninguém : “mejor que el silencio, solo João ”.

Para escuchar a João Gilberto

En 1988 la multinacional EMI editó el CD O Mito que compilaba las canciones de los tres primeros discos de Gilberto. El disco alteraba el orden original de los álbumes y la remasterización -como varias de las que se hicieron en la primera época del sonido digital- degradó bastante la calidad de las cintas originales. João Gilberto detestó el sonido de ese CD, le parecía inaceptable que su música se escuchara de esa forma, por lo que inició un juicio que duró décadas contra la multinacional. La consecuencia fue que esos tres primeros discos fueran inconseguibles en sus versiones originales.

Al día de hoy esos álbumes no están disponibles por separado en CD ni en sitios de streaming, pero si hay compilaciones que incluyen todas sus canciones. También puede escucharse en streaming el influyente Getz/Gilberto de 1964, y los posteriores trabajos que Gilberto hizo en Estados Unidos con Stan Getz.

Lamentablemente no está disponible por ahora el excelente “álbum blanco” de João (llamado en verdad João Gilberto y editado en 1973). Algunas de las canciones de ese disco pueden encontrarse en YouTube.

Es muy probable que, como sucedió tras la muerte de Prince, su obra completa vuelva a ser reeditada y esté disponible en todos los sitios de streaming y descarga digital.

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