Aguirregaray trabaja en su Artigas natal

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Jugó con MacCall y Bo Jackson, fue campeón del mundo con Nacional y Bengoechea lo llevó a Peñarol: la vida del Vasco Aguirregaray

Fue uno de los zagueros más reconocidos de las últimas décadas del fútbol uruguayo
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23 de septiembre de 2023 a las 05:01

La gorra de vasco ya se pone sola a las 5 de la mañana cuando se levanta para trabajar con su ganado en Paso Ramos, a unos 50 km de Artigas. Prepara el mate, se sube al caballo y arranca la jornada.

Óscar Aguirregaray es de esos elegidos en el fútbol, el que mantiene un perfil bajísimo, lejos de las notas y cerca de sus seis nietos que le enseñan otro tipo de vida.

El Vasco más conocido del fútbol uruguayo en las últimas décadas, recordó para Referí su infancia, el básquetbol, el hecho de haber sido campeón con Nacional, Defensor, Peñarol y la selección uruguaya, y los tiempos nuevos.

El Vasco dejó recuerdos en Nacional y en Peñarol

La tonada artiguense que siempre lo ha caracterizado, no solo no la perdió, sino que se incrementó con el paso del tiempo. 

“Éramos seis hermanos: dos mujeres, la más grande y la más chica de todos. Yo soy el tercero y los que me siguen, son mellizos”, cuenta Aguirregaray a Referí.

De niño se fue a vivir “en campaña”, al mismo lugar en el que trabaja hoy, en Paso Ramos.

“Vivíamos en campaña hasta que yo tuve seis años y luego nos mudamos a la ciudad de Artigas cuando mi hermano mayor empezó a ir a la escuela. Con 11 años ordeñaba la vaca y hacía de todo. Estaba todo el día a caballo, para trasladarme, también tropeábamos el ganado de un lado a otro. Hacíamos todo trabajo de campo. Fue una infancia muy feliz, sin cine, sin nada, pero con otras vivencias”, recuerda.

Óscar Aguirregaray en Los Céspedes, cuando defendía a Nacional

Su padre Luis vivía del campo mientras su madre, Aída, los cuidaba con una empleada “que vivió toda la vida con nosotros, la Negra Justina que todavía vive y a veces la veo”.

Empezó a jugar al fútbol de niño y dice que “los partidos eran tremendos. Había partidos en todas las esquinas. Había una pelota y se compartía. Si no, se hacía una pelota con medias y papel”.

Se unió al club Delfín de baby fútbol y luego pasó a San Eugenio, siempre jugando de zaguero.

Con el tiempo, jugó con Venancio (Ramos), (Ruben) Paz, (Manuel) Anzorena y (Mario) Saralegui. “Jugábamos juntos en la selección juvenil de Artigas y ellos se fueron a Montevideo a la selección uruguaya juvenil de 1977”.

Aguirregaray fue campeón del mundo con Nacional

Pero no solo el fútbol lo atraía. El básquetbol le encantaba y andaba muy bien. Defendió a Juventud con 14 años y un mexicano lo trajo a Montevideo en 1978 a entrenar en Peñarol.

Así lo cuenta: “Me gustaba mucho. Yo jugaba por afuera, adelante. Y fui a Montevideo a Peñarol a practicar el día que llegó Bo Jackson y estaba Joe MacCall. Llegué con ellos y era muy chiquito. También vino conmigo Óscar Soto que se quedó. Además, estaba (Juan Andrés) Blanc, quien recién empezaba. Estuve solo una práctica y me mandaron de regreso a Artigas, pero al menos me saqué las ganas de entrenar con esos fenómenos. Había salido goleador del interior con la selección de Artigas en Juveniles: hice 105 puntos en tres partidos”, en épocas en las que no había triples.

El Vasco dice: “Mi familia era toda de Nacional, después se hizo de Peñarol cuando yo pasé a jugar allí. Mi papá me decía que en la infancia, yo era de Peñarol, pero yo no era de ninguno. No era fanático, me gustaba más el básquetbol”.   

El equipo de Nacional que dio la vuelta olímpica como campeón uruguayo en 1983 en el Gran Parque Central; arriba, Rodolfo Rodríguez, José Aja, Wilson Graniolatti, José Hermes Moreira y Óscar Aguirregaray; Carlos Aguilera, Washingon González, Carlos Berrueta, Pedro Pedrucci, Arsenio Luzardo y Jorge Villazán

Y en una campaña de socios de Dante Iocco en 1980, estuvieron por Artigas, lo vieron jugar y le preguntaron si podía venir a Montevideo a entrenar con Nacional.

“Fui a practicar en febrero de 1980 y en abril me quedé. Llegué para la Tercera división y me quedaba en la casa de dos tías, Olga y Berta. Domingo Pérez era el técnico de Tercera y fue quien me dio el visto bueno para que me quedara. Debuté en agosto en Primera. Nacional le ganó a Internacional la Copa Libertadores el miércoles, y yo jugué mi primer partido el sábado contra Huracán Buceo. Ganamos 1-0 con gol de Waldemar (Victorino), que se nos fue. Entré de rebote en el plantel porque se le había terminado el contrato a (Daniel) Enríquez”. A aquel equipo de Huracán lo dirigía Alberto Spencer.

Cuenta que llegar a Montevideo “fue un cambio brusco porque mi mente era jugar cinco o seis años e irme para Artigas. Me deslumbró todo en Montevideo, porque era todo diferente”.

“Para ir a practicar, me tomaba un ómnibus hasta Bulevar Artigas y Millán, y Denis Milar me llevaba en su auto. Más adelante me iba caminando a la casa de (Eduardo) De la Peña y me iba con él y con Washington González”, recuerda.

El Vasco dejó un legado en el fútbol

Si bien no jugó, estuvo en el plantel que viajó a Tokio y fue campeón de la Copa Intercontinental ante Nottingham Forest.

“Estaba en la lista, pero no quedé en el banco. Igual fui campeón”, explica.

Sostiene además que le “encantaba” que lo encararan, “que la pelota viniera a mí. Era la alegría, como para el ‘9’ hacer un gol. Era lento, pero yo ganaba a oficio y me movía antes que el rival, tenía esa visión. Miraba mucho los movimientos. En el fútbol uno pierde mucho más de lo que gana”. 

Jugó en el “Nacional de las Estrellas”, aquel equipazo de 1983 y fue campeón uruguayo en aquel torneo que jugaron como locales en el Gran Parque Central, algo inusual entonces.

El Nacional de las Estrellas de 1983: arriba, Rodolfo Rodríguez, Juan Ferrari, Carlos Berrueta, Washington González, José Hermes Moreira y Óscar Aguirregaray; abajo, Antonio Alzamendi, Arsenio Luzardo, Wilmar Cabrera, Miguel Brindisi y Carlos Aguilera

Así lo explica: “Era un cuadrazo. Fuimos campeones en el Parque. Estaban Alzamendi, Brindisi, el Pato Aguilera, Berrueta. Tuve un comienzo de carrera espectacular, porque cuando llegué, estaban Espárrago, Cacho Blanco, Rodolfo (Rodríguez), De la Peña, y otros. Estoy muy agradecido por lo que me ayudaron. La amistad que me brindaron fue fundamental para iniciar mi carrera”.

Aquel año tuvo un encontronazo con Fernando Morena en el clásico de la final del Torneo Estadio Centenario. Morena era el gran ídolo de Peñarol y él lo encaró en el área y hasta hubo algún manotón, algo que no era común en aquella época.

El Vasco ganó el segundo quinquenio con Peñarol

“Fue el 30 de abril de 1983”, dice recordando claramente la fecha. Y agrega: “Errores que uno comete que con el tiempo se da cuenta, porque Morena es tremenda persona. Sucedió por cosas del partido. Me lo encontré en 1987 en la Mutual después de ganar la Copa América con la selección, y me quería meter debajo de la mesa. El tipo, un fenómeno. Yo hasta hoy soy un poco tímido. Me acuerdo que después del partido nos fuimos con todo el plantel a Cerrillos al casamiento de Wilmar Cabrera. Me echaron a mí, a Fernando, a Torales y al Indio Olivera. Ganamos 1-0 con un tiro libre de Washington González en el alargue”.

Después de haber ganado los Uruguayos de 1980 y 1983, la Liguilla 1982 y la Copa Intercontinental, en Nacional le cerraron las puertas y surgió Defensor en el horizonte.

Defensor campeón uruguayo 1987; Arriba, de izquierda a derecha: Miguel Falero, Héctor Tuja, Luis Cabrera, Juan Ahuntchain, Hebert Silva Cantera y el Vasco Aguirregaray; abajo, Sergio Martínez, Gerardo Miranda, Servando Vecino, Eliseo Rivero y Carlos Larrañaga

“No me quisieron más a fines de 1985 y me vendieron a Defensor. Me tuvieron 20 días para arriba y para abajo. Había llegado Cata Roque como técnico, y los dirigentes me decían que él no me quería. Iba a hablar con el Cata y me decía que eran los dirigentes. Me vendieron en US$ 10.000 a Defensor. Estaba el Bola Arispe como entrenador y 1986 fue el año que trabajé más táctico. Tenía un buen equipo en todas las líneas, pero peleamos el descenso hasta la última fecha que empataron Bella Vista y Fénix, si no, jugábamos un partido de desempate. Al otro año, con el mismo equipo, salimos campeones uruguayos, con (Raúl) Möller de técnico. Jugábamos Tuja; Cabrera, Ahuntchain, yo, Eliseo Rivero; Miranda, Falero, Silva Cantera; Vecino, Larrañaga y Manteca Martínez”.

El equipo de Internacional de Porto Alegre en el que jugó dos años; arriba, Luis Carlos Winck, Claudio Taffarel, Nenê, Noberto, Casemiro y Óscar Aguirregaray y abajo, Mauricio, Leomir, Nílson, Luis Carlos Martins y Edú Lima

Su buen nivel llevó a que vinieran el presidente y el vice de Internacional de Porto Alegre de Brasil para llevárselo

“En 1988, me vinieron a buscar el presidente y el vice de Inter. Diego (Aguirre) fue a los 20 días y (Obdulio) Trasante fue para Gremio. Eran durísimos los clásicos Gre-Nal. Después, cuando pasé a Palmeiras, también eran bravos. En 1989 con Inter, le ganamos 6-2 a Peñarol por la Libertadores y 2-1 acá. Teníamos un cuadrazo. Taffarel era el golero. En aquella época tuve que marcar a Roberto Dinamite en Vasco Da Gama, a Ronaldo en Cruzeiro, a Romário en Vasco y a Bebeto en Flamengo”, recuerda.

El equipo de Internacional de Porto Alegre que le ganó los dos partidos a Peñarol en la Copa Libertadores de 1989; arriba, Luis Carlos Winck, Taffarel, Norton, Norberto, Casemiro, Óscar Aguirregaray y abajo, Heider, Luis Fernando Flores, Diego Aguirre, Luis Carlos Martins y Edu Lima

La revista Placar, un ícono del fútbol brasileño, lo premió con la Bola de Prata (Bola de Plata), en el equipo ideal de 1988 y como el jugador más correcto del campeonato, sin recibir tarjetas amarillas en 36 encuentros.

Su peliculesca llegada a Peñarol

En julio de 1991 jugó en Palmeiras y tuvo problemas en San Pablo “porque mi hija pasaba mal y la mandamos para Artigas. Palmeiras se portó bien, me dio el pase y me fui a Figueirense seis meses. Luego, me vine a Defensor y estaba haciendo pretemporada, pero me habían hablado para volver a Nacional, ya tenía todo arreglado económicamente. Pero hubo un problema con el presidente Ceferino Rodríguez que no me quería y no se hizo el pase”. 

Óscar Aguirregaray cuando defendió a Palmeiras de Brasil

Era 1994, y el Vasco ya tenía 34 años y medio. Pero se dio una situación insólita para que llegara a Peñarol.

Él mismo lo cuenta: “Llegué de rebote. Yo vivía al lado de la casa de Pablo (Bengoechea) y le conté lo que me había pasado con Nacional. Él llamó a Gregorio (Pérez) y me llamó para que fuera a hablar con (el Cr. José Pedro) Damiani al otro día y arreglé enseguida. El contador fue de lo mejor que vi en mi vida”.

Óscar Aguirregaray y Gregorio Pérez en un encuentro de Peñarol; el Vasco habla maravillas del entrenador

A “Pablo” como él llama a su amigo Bengoechea, lo conoció en 1985 cuando jugaron Nacional y Wanderers. “Yo estuve separado tres meses del plantel en Nacional y ese día estaba en la tribuna. (Luis) Cubilla era el técnico. Era el último partido del año, Nacional empató con Wanderers y quedó afuera de la Liguilla. Me iba para Artigas y no había pasaje, entonces me tomé un ómnibus a Rivera, e iba él y nos conocimos más”. Hoy es el padrino de Paola, una de las hijas de Pablo.

Óscar Aguirregaray en pleno segundo quinquenio de Peñarol

Gregorio confió muchísimo en el Vasco. “Peñarol, fue lo mejor que me ha pasado. Aparte porque llegué con 34 años y fui campeón cinco veces, jugué ocho años. Me trataron notablemente, y la hinchada fue espectacular conmigo. El presidente fue fuera de serie, cualquier cosa dura que me pasaba, él me ayudaba. Me llegó a dar plata antes de firmar contrato. Una vez, estaba para comprar un campo y me dio el dinero”.

Y habla del técnico: “Gregorio me llamó con 34 años, y era difícil hacerlo, debido a que yo había pasado por Nacional. Estoy agradecido a un montón de gente que me ha tratado con mucho cariño y respeto”.

Óscar Aguirregaray cuando se calzó el buzo de arquero en un clásico que Peñarol le ganó a Nacional en mayo de 1996

En el Torneo Apertura 1996, debió jugar de golero durante algunos minutos en un clásico por expulsión de Sergio Navarro y lo recuerda como algo “diferente”, pero que lo marcó. Esa tarde, Peñarol derrotó 2-0 a Nacional.

Óscar Aguirregaray ya se vistió de golero en el clásico de mayo de 1996 que Peñarol le ganó 2-0 a Nacional

Ganó cuatro de los cinco años del segundo quinquenio de Peñarol y dice que el mismo “es inolvidable. Uno se acuerda de aquellos dos clásicos que dimos vuelta en 1997 perdiendo por dos goles, y no lo puede creer. La hinchada tuvo su importancia. Fueron remontadas que no se pueden creer, y tuve la suerte de estar ahí como jugador y que quedara para siempre”.

Cuenta que para él “es un orgullo bárbaro que haya gente que todavía me recuerde por la calle y me lo haga saber. Alguno me para y me dice: ‘Vos fuiste la gloria de mi infancia’, y uno queda loco de la vida. Hubo una generación que disfrutó y vivió momentos felices, y en el rival, sucedió exactamente lo contrario”.

Óscar Aguirregaray celebrando un gol de Peñarol en el año de su llegada a los carboneros, en 1994

Recuerda que cuando llegó Julio Ribas a Peñarol, trabajaron “muy bien y no sé si no fue uno de los mejores años que jugó Peñarol, haciendo cuatro goles por partido. Nadie puede negar que es un trabajador, especialista en estrategia, que vive para el club que dirige”.

Con la selección uruguaya, fue campeón dos veces de la Copa América, en 1987 y en 1995. 

El debut de Óscar Aguirregaray con la selección uruguaya; fue ante España en un 2-2 en enero de 1995; en la foto, junto a Gustavo Poyet, marcan a Losada

Sin embargo, pese a ello, dice: “No tuve suerte con la selección. Me citó (Roberto) Fleitas a la Copa América de 1987 y no jugué, aunque fui campeón. Después, en 1995 el Pichón Núñez, me puso de entrada como titular en el primer partido, y me desgarré la nalga y quedé fuera de la Copa. Estuve para entrar en la final cuando se lesionó Tabaré (Silva) y casi me llamó el Pichón para que ingresara, pero yo había estado sin practicar y entró (Edgardo) Adinolfi”.

El equipo de Uruguay que debutó en la Copa América de 1995 ante Venezuela; la celeste se coronaría campeona: arriba, Fernando Álvez, Gustavo Poyet, Álvaro Gutiérrez, Tabaré Silva, Eber Moas y José Herrera; abajo, Pablo Bengoechea, Enzo Francescoli, Daniel Fonseca, Marcelo Otero y Óscar Aguirregaray

Recuerda también que vino “a jugar Eliminatorias con 38 años en 1997 con (Roque) Máspoli, aunque había jugado un partido con el Pichón en Barranquilla. Estuve 22 días en la altura de La Paz en Bolivia y bajé 5 kilos. No podía jugar ni por decreto. Le pedí al técnico: ‘Señor Máspoli, no puedo jugar’, y me dijo: ‘Vos vas a jugar sin problemas’. Perdimos con un gol de Etcheverry de tiro libre”.

El Vasco con el plantel campeón de la Copa América 1995; aparece abajo, en el medio, entre Manteca Martínez y Ruben Sosa

Cuando dejó el fútbol en diciembre de 2001, enseguida comenzó su carrera de ayudante técnico. “En enero de 2002, Gregorio me llevó con él para Peñarol y luego estuvimos en 2003 en Danubio. Con Pablo (Bengoechea) empezamos en River en 2005. Después lo hice con (Sergio) Markarian en Danubio y nos fuimos a la U de Chile”.

El Vasco Aguirregaray con Bengoechea y José Enrique De los Santos, cuando era ayudante técnico de Peñarol

Y añade: “Le agradezco mucho a él, una persona con una inteligencia fuera de lo común, y muy trabajador. Luego nos fuimos a la selección de Perú de 2010 a 2014. Trabajar en una selección, es un mundo aparte. Estás mirando jugadores de todos lados y tenés poco tiempo para trabajar en cancha. Yo iba a ver a los jugadores locales. Con Pablo estuvimos en Peñarol y después quedamos en la selección peruana, y luego en 2018, en Alianza Lima. Estuvimos hasta el 13 de marzo de 2020, cuando empezó la pandemia y nos vinimos”.

Aguirregaray tiene a uno de sus hijos jugando en Peñarol

En la actualidad, el Vasco tiene parte del campo que era solo de su papá en Paso Ramos, a 50 km de Artigas, ya que se la compró hace años. “Engordo novillos para vender a frigoríficos. La estancia se llama El Charrúa y ando todo el día a caballo. Tengo 400 animales, pero para una estancia, no es nada eso. Me encanta y vivo de eso. Me levanto a las 5 de la mañana, soy patrón y peón, pero a veces, depende de cómo se levante el patrón por el ánimo (se ríe)”.  

Óscar Aguirregaray junto a su esposa Patricia y sus nietos Valentino, Tabaré, Nazario, Jazmín, Luciano y Antonia; falta Genaro en la foto

Su vida la disfruta en derredor de sus hijos y nietos. Su hija mayor, Celiana, está casada con Diego Vera, el exjugador de Nacional y hoy en Danubio, Agustín y Matías, quien juega en Peñarol y nació en Porto Alegre, cuando el Vasco defendía a Inter.

Genaro, el nieto de Óscar Aguirregaray que vive en Artigas

Tiene seis nietos, al más grande lo ve por sus pagos artiguenses, y a los demás, los viene a ver seguido a Montevideo. “La vida de abuelo es espectacular, te cambia la vida, es otra forma de vivir. Dejás todo por ellos, ¡y la rapidez que tienen ahora! ¡Vuelan! Te hacen de todo”, dice orgulloso.

El Vasco escribió sus líneas en el fútbol con la mejor tinta. Fue campeón con Nacional, Defensor, Peñarol y la selección uruguaya, y la historia lo reconoce.  

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